Mi nombre es Kati Hantos de Kertesz. Nací el 23 de febrero de 1933 en un suburbio de Budapest, con el advenimiento del nazismo en Alemania. Crecí rodeada de mucho amor y cariño de mi familia.
Mi madre era profesora de física y química y mi padre doctor en química y como tal era director técnico de una fábrica de productos químicos y farmacéuticos. Nosotros vivíamos en la fábrica. Enfrente de la misma había colinas que permitían hacer excursiones en el verano y andar en trineo y esquiar en el invierno.
En 1939 ingresé en el colegio primario sin ningún problema. En este año teníamos que haber emigrado a la Argentina, donde ya vivía una hermana de mi madre. Mi abuela paterna estaba muy enferma y mi padre no quiso dejarla. Para cuando ella murió ya había salido el ùltim0o barco de Génova.
Los problemas de mi familia empezaron en el año l942, cuando todos los hombres hasta los 45 años tuvieron que presentarse en el ejército. Mi padre por ser judío, fue llevado a un campo de trabajo, cerca de la frontera con Rusia para la construcción de un aeropuerto. Estuvo allí hasta l943 cuando pudo volver por pedido del Directorio de la fábrica, por ser la misma de interés para el ejército.
En 1943 entré en el colegio secundario (4 primarios y 8 secundarios) con lo cual ya hubo problemas, porque como mi madre también trabajaba, querían un colegio de doble escolaridad. Estos colegios o era protestantes o eran católicos y ya había numerus clasus. Con la ayuda de una persona entré en el colegio protestante.
El 19 de marzo de 1944, los alemanes ocuparon Budapest y en abril tuvimos que empezar a usar la estrella amarilla, que significaba horarios restringidos para circular en la calle, lugares especiales para viajar en los medios de transporte. En la misma época empezaron los bombardeos de los aliados. Nunca me voy a olvidar una noche, cayó una bomba en un tanque de gas, parecía como si hubieran prendido todas las luces de Budapest. había muchas personas que tenían pánico de los bombardeos y trataban de ir a los pueblos, pero a veces con poca suerte, una tía mía con una amiga y los chicos de ambos tomaron el tren que tuvo que parar en el medio del campo, porque unos aviones rusos sobrevolaron el tren y uno de ellos ametrallo y mató a mi tía y a la hija de la amiga.
Para fines de abril terminaron las clases y para fines de junio, todos los judíos que no vivían dentro del perímetro del gueto, tuvieron que abandonar sus casas e irse a vivir a las casas designadas a los judíos (una pieza por familia)
Hitler le encargó a Eichman, quien ya tenía experiencia en la deportación de los judíos en otros países, la llamada solución final. Así en dos meses deportaron aproximadamente 430 mil judíos de Hungría. Según nos contó gente que estuvo en esta época en Auschwitz, los hornos no daban abasto.
El marido de una prima de mi madre que era católico, nos consiguió papeles con nombre falsos y nos ubicó a cado uno de nosotros en distintos lugares.
Yo estuve en convento hasta los primeros días de diciembre. Las monjas se portaron muy pero muy bien. Aparte de tener chicas como yo del ”interior”, tenían 70 personas que fueron recogiendo por la calle cuando veían los camiones adonde llevaban a las personas para la deportación. Una noche, vino un jerarca nazi, exigiendo a la madre superiora que entregue a los judíos, la madre superiora dijo que los podía llevar ”sobre su cadáver” y tuvimos suerte . . . . .
En 1948 llegamos a la Argentina, con las consabidas dificultades. Era la época de Perón y únicamente se podía entrar con papeles donde constaba que uno era católico.
Estudié, trabajé y me casé, tengo dos hijos y cuatro nietos.