P.: ¿ Cual es su apellido de soltera? ¿ En qué ciudad y en qué país nació Ud.? ¿Cuál es su fecha de nacimiento?
R: Mi nombre es Judith Laski. Nací en Budapest el 31 de julio de 1937.
P: ¿ Cual es su apellido de casada?
R: Judith Friedlander.
P. Cuéntenos de su familia.
R: Yo era la hija del Rabino Laski, un hombre bueno y activo que trataba de ayudar a la comunidad y a todo el mundo. Tenía muchos amigos. Cuando comenzó el holocausto, trataron de ayudarlo.
P: Los soldados nazis empezaron a entrar en Hungría en 1944. ¿Cómo sintió Ud. la toma del poder por los nazis? ¿ Cuales eran sus pensamientos, sus sentimientos y sus reacciones?
R: Los alemanes tomaron el poder en Budapest y transformaron edificios de departamentos en edificios con la estrella amarilla. Un mes después nosotros nos mudamos a un departamento que servía de escondite. No era un edificio con la estrella amarilla. Todos aquellos que necesitaban un lugar para esconderse estaban ahí. Mi padre organizó una pequeña imprenta. A toda persona que necesitaba un documento se le proveía uno con el nombre de algún cristiano. Ningún judío podía salir de la casa sin los papeles de identificación en orden Si lo paraban, cada uno debía comportarse como le parecía mejor. Si se mostraba nervioso e irritable, los alemanes inmediatamente sabían que había algo que andaba mal. Si uno hacía bien su papel, no lo paraban. Les hacían preguntas en alemán. Para pasar sin problemas los judíos no debían hablar ni contestar, como si ellos no entendieran. Sé que mi padre había pasado con éxito varias veces. Cuando yo era chiquita , me llevaba con él. Yo me sentía muy involucrada. Me ponía en la esquina y yo lo observaba cuando él estaba en la otra esquina. Me dijo,” Si me agarran, debes ir a decirles a los demás para que puedan escaparse.” Gracias a Dios que él pudo continuar. Hablaba perfectamente el húngaro y una vez que se hubo cortado la barba (pues era un rabino) no parecía un judío en absoluto. Su acento era perfecto.
Yo sentía que se acercaban tiempos malos. Tenía un miedo terrible. En mi corazón sabía que algo malo iba a suceder. Uno crece muy rápido. Corrí donde estaba mi madre y le dije: ”Ven a la ventana y mira. Los alemanes están marchando.”
Los húngaros les dieron la bienvenida con los brazos abiertos; ellos pueden decir lo que quieran, lo que más les guste. Estaban con los alemanes.
Nosotros vivíamos fuera de la ciudad con papeles de personas cristianas, así que mi padre pudo ir a diferentes partes de la ciudad en busca de distintas panaderías para conseguir pan y otros alimentos. De noche, vestido como un deshollinador, distribuía el pan. Tenía todo tipo de disfraces. Nadie podía cocinar pues todos tenían miedo del olor. Durante el día se corrían las cortinas y no nos movíamos demasiado, sólo lo hacíamos de noche cuando íbamos al baño. Teníamos un plan de trabajo y hacíamos todo por turno.
En esa época yo tenía siete años. El lunes siguiente se cerraron las escuelas. No se nos permitió asistir a clase. Yo estaba en 2º grado, porque nosotros empezamos a los 5 años. Los alemanes tomaron la escuela. Por lo tanto, nosotros ya sabíamos que las cosas no iban a andar bien.
Mi padre empezó inmediatamente los preparativos, cómo había que hacer para esconderse. El sabía que no había que refugiarse en las casas con la estrella amarilla pues sabía que ahí los judíos estaban predestinados a desaparecer… El sabía que los alemanes no les iban a dar la libertad a los judíos y pensaba que lo único posible eran las casas escondite.
Los judíos tenían miedo de caminar en las calles, los que eran apresados por los nazis no volvían nunca más. El Arrow Cross decretó que las casas con estrella amarilla eran las casas indicadas para los judíos. Quienes tenían un departamento grande estaban obligados a vivir en una pieza. Nosotros teníamos que usar la estrella amarilla. Nos permitían salir a hacer compras entre las 11 y las 14 horas.
P: Nos puede hablar de cómo era la vida diaria antes de la guerra? Su familia era religiosa antes de la guerra? ¿Ud. creció en una comunidad judía? Cuéntenos algo sobre la comunidad Judía.
R: Yo tuve una vida judaica floreciente. Hablábamos alemán, húngaro e yiddish. Mi alemán era perfecto porque tuve una institutriz alemana. Se hablaba en ese idioma. Yo tenía un hermano menor. Teníamos una vida muy cómoda en un hermoso departamento con 3 frentes. Mi padre era un Rabino muy conocido que tenía un grupo grande de seguidores. Mi abuelo era un Rabino muy conocido que vivía en Olaskweska. La dinastía familiar partía de ahí. Yo crecí cerca de nuestra sinagoga. Mi padre tenía un grupo grande de seguidores y éramos muy religiosos.
Un domingo, yo estaba parada al lado de una ventana, en un rincón, y es como si lo estuviera viendo ahora. Vi llegar a los alemanes, marchando. Cuando era chica, la gente hablaba del peligro que se acercaba. Nosotros sabíamos que la aparición del desastre solo era cuestión de tiempo.
Ese domingo, mi padre compró alimentos y los guardó en el departamento. Habló con el Dr. Baragi y le dijo: ”Quiero que avise a todos los que pueda, para que acumulen comida” No todos querían creerlo. Decían: ”Los alemanes no nos van a lastimar”. Los judíos húngaros se sentían muy húngaros, y muy admirados por el gobierno. Ellos sentían que eran ciudadanos y que serían tratados bien por el gobierno. Se equivocaron. Mi padre les contó de la desaparición de los judíos polacos y lo que les había sucedido: ” Los judíos polacos fueron perseguidos. No crean que aquí va a ser diferente”. Como de costumbre, algunos le creyeron y otros se hicieron ilusiones.
P: Cuando notó signos de antisemitismo por primera vez?
R: Yo recuerdo que los judíos tenían miedo de viajar en el tren. Se cortaban la barba, pero si los agarraban los mandaban a Rusia o quien sabe donde. Los húngaros tenían un batallón judío.
Uno podía palpar en el aire que ahí había antisemitismo. Yo iba a una escuela judía pero teníamos miedo de salir de noche. Durante la Navidad era un terror. El cura predicaba que los judíos habían matado a Jesús. Así que si encontraban a un judío por la calle le pegaban una paliza o le hacían cualquiera otra cosa. Era una época muy insegura.
Mi padre sabía lo que estaba sucediendo. Un sábado de enero de 1944 aparecieron dos detectives buscando a mi padre. Querían saber si estábamos escondiendo a judíos polacos. Uno de ellos tenía una novia judía. Empezó a hablar con mi padre que era muy carismático. El detective quedó muy impresionado con él y le dijo: ”Ud. tiene que cortarla. Está en la fila para que lo lleven a los cuarteles alemanes.” Mi padre entendió de qué se trataba y distribuyó a la gente entre otros judíos. Nosotros pusimos fin a nuestras actividades en la sinagoga. Estaba abierta solo dos veces por día. El sabía y trató de avisarles a los judíos húngaros pero algunos escucharon y otros no. Este fue un hecho muy desafortunado.
Los judíos polacos escaparon de Polonia y vinieron a esconderse en Hungría. Mi padre trató de ayudarlos dándoles esos documentos y los envió a diferentes chacras para que se escondiera entre los cristianos. El problema era que no hablaban húngaro, así que para ellos era mucho más difícil.
Yo era una de las sobrevivientes más jóvenes en ese momento. La mayoría era llevada a los campos de concentración. Mi padre tenía 38 años y mi madre 35.
Una madura muy rápido cuando la vida te trata de esta manera. Toda la familia estaba viva. Si el resto de la familia se podía esconder, sabíamos que podíamos salvarnos. Teníamos escondidos con nosotros a primos que provenían de diferentes partes de Hungría. Trataban de acomodarse dentro de nuestro departamento. La imprenta estaba situada en una parte del departamento.
En enero de 1945 el departamento donde estábamos escondidos fue bombardeado. Nos vimos forzados a salir de ahí.
Mientras mis padres y mi hermano vivían en el departamento fuera de la ciudad, nos agarraron en la calle, probablemente porque a mi hermano le hicieron bromas, él se sintió molesto y se peleó con algunos de los chicos cristianos con los cuales estaba jugando. Nos llevaron a la cárcel. Eramos muy pequeños.
A mi hermano y a mí nos soltaron después de 4 días y nos pusieron en un ghetto. A mis padres decidieron transportarlos a un campo cerca de Alemania. Mi padre se escapó y trajo a mi madre de vuelta. Se puso un uniforme alemán, la encontró y la trajo de vuelta.
Una vez que cambió el gobierno, el ”Arrow Cross” tomó el mando. Llevaban a los judíos al Danubio y les disparaban. Nosotros nos escondimos en el departamento que un General nos dio junto con otras 40 personas. Es ahí donde teníamos la imprenta. Nos quedamos ahí durante 4 a 5 semanas.
En enero de 1945 nos tuvimos que ir porque nos bombardearon.
P: ¿Cuándo oyó hablar por primera vez de Raoul Wallenberg? Cuándo lo conoció? ¿Cuántos años tenía cuando lo conoció a Raoul Wallenberg?
R: Un amigo íntimo de mi padre, el Dr.Baragi, era amigo de Wallenberg, tenía asuntos con él. Un día lo invitó a mi padre a una reunión en su hermoso departamento en el centro de la ciudad. El Dr.Baragi participaba en asuntos internacionales y en consecuencia tenía conexiones y estableció una reunión con todos los líderes judíos de la ciudad. Ellos hablaron sobre la forma de salvar a los judíos.
Antes nunca había oído hablar de Wallenberg. Mi padre nos reunió. Conocimos a Wallenberg y al Dr.Baragi y mi padre dijo que hacían falta 40 Schutzpass. Wallenberg preguntó ”Como hago para encontrar 40 pases?” Mi padre dijo ”Usted déme uno y yo le hago 40”.
El tenía unos ojos azules muy bondadosos, no era un hombre alto. Lo miré. No hablé con él, yo tenía solo 5 años así que no hablé con él. Estuvimos juntos no más de 10 minutos.
Entonces falsificamos 40 pases. Todos nosotros recibimos un documento y nos fuimos caminando. No teníamos donde ir así que nos encaminamos a la Embajada Sueca y nos dividimos en grupos. Eramos 30 que nos fuimos caminando. Mi padre no estaba con nosotros. Yo estaba con mi madre, mi hermano, mi abuela, dos tíos y un primo. Nos agarraron. Nos agarró el Arrow Cross. A ellos no les importaba si teníamos documentos o no. Nos dijeron que teníamos que ir a la casa Sueca. A mi madre le pegaron y a mi me patearon. A mi abuela le pegaron. Nos llevaron a la comisaría. La casa Sueca estaba cerca del Danubio. Tuvimos que caminar, no teníamos otra opción. Fue al mediodía.
Algunos de los chicos judíos estaban vestidos con la ropa de Arrow Cross. Uno de los chicos le dijo a mi madre ”Voy a tratar de conversar con el Arrow Cross, así que cuando yo diga ” Telech” (palabra en hebreo que significa vamos) como si fuera una insinuación, ustedes empiecen a caminar.” El lo distrajo conversando y ofreciéndole una cigarrera de oro. Nosotros nos alejamos caminando y nos encontramos con mi padre que ya nos estaba esperando en el portón. Cuando nos vio todos ensangrentados, le contamos lo que había sucedido. Así fue como nos salvaron. El Dr. Baragi también estaba ahí. Todo sucedió en una hora.
Nos escondimos en la casa protegida Sueca- la casa de Vidrio. La gente se escondía en el sótano porque nos bombardeaban. Era el 17 de enero, menos de 10 días antes de la liberación.
Una semana después nos quedamos en el sótano de la casa. No había comida y toda la gente estaba junta. Era el único lugar donde los alemanes no nos podían tocar porque era una institución extranjera. Yo me pesqué una pulmonía. Me llevaron a la enfermería durante un día. Me empezó a bajar la fiebre. Cuando caían las bombas sentía terror. En la mitad de la noche llegó mi padre y me sacó afuera. Después de un minuto que habíamos dejado la habitación cayó una bomba y todos los que estaban ahí murieron. Yo me salvé. Eran tiempos milagrosos, tiempos terribles. Algunos estaban destinados a morir y otros estaban destinados a vivir. No había medicamentos, no había comida. El médico vino una vez a hacer un chequeo. Una vez, mi padre se comió mi porción de comida pues yo no podía comer y me dijo: ”Nunca hubiera imaginado que podía comerme la porción de mi hija.”
P: Si Raoul Wallenberg estuviera sentado aquí hoy con nosotros, qué le diría?
R: Cuando uno habla de milagros, creo que Wallenberg debería estar siempre en el paraíso, porque salvó tantas almas y los alemanes nunca lo pudieron tocar. Creo que él sabía demasiado cuando lo agarraron los rusos, conocía secretos rusos en demasía. Lo mataron de inmediato. Cuando oí que lo habían llevado preso, no lo creí, era un hombre que tenía una misión en la vida y nunca hubiera pensado en quitarse la vida. Hizo todo solo. Quería ayudar y le pidió al Dr.Baragi que contactara las agencias judías para poder ayudar.
Nos quedamos en el sótano y oímos la katyusha, pelea callejera, así supimos que habían llegado los rusos. Los alemanes peleaban junto con ellos. Los rusos le dijeron a los alemanes que ellos querían salvar el palacio de Budapest que es hermoso y está frente al Danubio. Pero a los alemanes nos les importaba nada. Mi padre miró por la ventana y nosotros supimos que los rusos habían llegado. Me puso sobre sus hombros, salió y conocimos a los soldados rusos. Los rusos eran buenos con los chicos. Me dieron un pedazo de caramelo, y yo no sabía que hacer con el. Nos quedamos unos días y luego volvimos a nuestro departamento. Ocupamos una habitación, la mayor parte de la ciudad estaba destruida. Nos amontonamos alrededor de la cocina. Salimos en busca de comida.
Pudimos encontrar tortas de tofu. Desde entonces no puedo ni tocar el tofu. Malos recuerdos. La gente comía perros, caballos, pues el hambre era terrible, había piojos y mugre. Era horrible. Los rusos se llevaban todo lo que podían. Nosotros nos quedamos casi una semana. Mi padre se enfermó y no se lo podía mover.
P: ¿ Qué eran las casas seguras? ¿Ustedes vivían en una casa segura? ¿ Como fue esa experiencia?
R: En la casa segura vivíamos todos amontonados. La gente se las arreglaba lo mejor que podía. Tratábamos de mantener nuestras tradiciones. Si no uno enloquecía. Algunos realmente perdieron la razón. Hacíamos chistes, había un padre y su hija que peleaban constantemente. Los varones hicieron una caja, metieron a la hija dentro de la caja y le dijeron al padre que ella había muerto. El se trastornó y empezó a llorar y de repente ella salió de la caja. El gritó.
Tratábamos de hacer de todo para que la vida fuera más soportable. Había peleas. El lugar era chico, jugábamos a las cartas. Hacíamos lo que podíamos.
P: ¿De que manera afectó la guerra las tradiciones religiosas y culturales? ¿Cómo hicieron para seguir practicando sus tradiciones religiosas durante la guerra?
R: No podíamos celebrar el Sabbath. No había comida. No recuerdo haber pensado sobre el Sabbath. Pensábamos en las oraciones de los cristianos; nunca cocinábamos porque teníamos miedo que los vecinos sintieran el olor a comida.
P: ¿Cuál fue el cambio más difícil para usted y su familia durante la guerra? La guerra afectó las relaciones entre su familia? Cuáles fueron los cambios que usted experimentó?
R: Yo era muy joven y tuve la suerte de tener a toda mi familia junta. No me sentía desgarrada. No estaba sola. Mi panorama era diferente. Nunca me separaron de mi familia. Mi crianza siempre fue muy positiva así como mis perspectivas. El mañana traerá un día mejor, esto sigue siendo mi estilo de vida, aún intacto. Doy gracias a Dios por eso. La gente que no tenía esa fuerza de la fe, no lograba mantenerse intacto. Las personas vivían muy encimadas, casi sentados unos sobre otros. Y sin comida. Se podían escuchar las bombas, había mucho miedo. Por el ruido de los aviones podíamos decir si eran ingleses o americanos. Hoy en día todavía tengo miedo cuando oigo los relámpagos y los truenos. Gracias a Dios que entonces era joven. Había hambre y un miedo terrible.
Si yo me quedo callada, los chicos nunca sabrán lo que sentí. Aún cuando me desahogo, sigo hablando de lo que viví una y otra vez. Siento que sé lo que quiero que el mundo sepa. Es muy importante.
En la casa segura conocíamos a algunas personas. Estábamos llenos de piojos. Mi madre me cortó las trenzas. Era un asco, todo infectado, pero nosotros solo pensábamos en el día siguiente, la sensación de supervivencia era muy fuerte. Cuanto más duras eran las condiciones, más dura era la supervivencia. Yo recuerdo pasar cerca del Danubio y escuchar los gritos de la gente que tiraban al río y después la mataban de un tiro, algunos conseguían nadar. No eran los alemanes, eran los húngaros. No debieron haberlo hecho. Algunos de los polacos y los húngaros eran peores que los alemanes. Yo no abrazaba a nadie. Mis sentimientos son muy fuertes. Cuando mi abuela volvió a Transilvania la vecina dijo ”Así que volvió?” Y ella respondió ”Sí, y le voy a sacar mis muebles!”
Sabíamos de la existencia de un orfanato en Budapest. Hacíamos lo posible para no estar nunca en lugares de la comunidad donde se congregaban los judíos, pues mi padre sabía que si estábamos en esos lugares, nos iban a agarrar. El sabía que cuando los alemanes o los húngaros estuvieran listos nos agarrarían y nos llevarían. Vivíamos siempre aislados. El primer departamento que alquilamos estaba fuera de la ciudad.
La primera vez que volví y fui a visitar la casa, yo temblaba y recordaba el miedo que teníamos cuando había que caminar por la calle para ir al almacén.
El departamento que habíamos alquilado estaba en Utza Yotza húngara. Dos camas y dos cuchetas. La cocina estaba a la derecha y el baño a la izquierda. A mi hermano siempre le decían que no debía permitir que alguien nos bañara. A los niños se les decía que no dijeran nada y que hablaran lo mínimo indispensable.
Mi padre alquiló el departamento a un señor que no conocíamos. Nunca nos encontrábamos con nadie. El sabía que éste lugar estaba lejos de nuestro departamento anterior, y por eso los vecinos no nos conocían. El les dijo que veníamos de los alrededores de la ciudad y que habíamos ido allí porque nos estaban bombardeando. Nosotros sabíamos que los vecinos sospecharían algo, entonces tratamos de mantenernos alejados de ellos. Sabíamos que no teníamos que hablar mucho. Era una casa grande con un patio enorme.
Nosotros suministrábamos comida a la gente que vivía en las casas escondite. Mi padre iba a diferentes lugares de la ciudad a comprar provisiones.
Había un famoso sanatorio en Budapest donde la gente trataba de esconderse pero fueron capturados. Nosotros teníamos un encargado que nos guardaba las cosas y prendía la luz los Sabbath por nosotros. Pero cuando llegaron los alemanes ellos fueron los primeros en denunciar este hecho. No se podía confiar en nadie. En Transilvania todos los encargados hacían lo mismo.
P. Después de la guerra a usted que le pasó?
R: Mi abuela nos llevó a Transilvania a mí, a mi hermano y a dos tíos. Ahí ya había comida. Luego llegaron mis padres y nos quedamos allí. Era la familia de mi madre. La familia de mi padre fue capturada, pues mi abuelo no quiso dejar su pueblo. El tuvo una oportunidad de venir a Budapest. Murió en el holocausto.
Perdimos a una tía que tenía dos hijos, el encargado los delató. A último momento agarraron a un tío mío en Budapest.
En Transilvania el tipo de vida era más normal. Nos quedamos 6 meses. Mi padre volvió a Budapest a organizar una comunidad. La gente volvía de los campos de concentración y necesitaban a un rabino.
Nosotros estuvimos allí hasta fines del ’47. Salimos de ahí con un pasaporte que nos permitía emigrar. Mi padre firmó y entregó todo lo que teníamos a los rusos para obtener el pasaporte. No era falso. Todo lo que obtuvimos fue un pasaporte. Cuando nos fuimos yo estaba muy triste. Para ese entonces yo tenía 11 años. Fui con un primo hasta el otro lado del Danubio desde donde podía ver toda la ciudad. Mientras decía adiós a la ciudad, escribí una poesía. Este era mi hogar. Recuerdo que todo era muy doloroso, todos llorábamos pero mi padre no quiso volver nunca más a Hungría. El fue una sola vez para visitar el cementerio. No se sentía más un ciudadano húngaro.
Es interesante: nosotros volvimos varias veces, pero yo no sentí nada. Todo había desaparecido para mi.
En 1947 terminamos en Praga donde estuvimos durante 4 meses. Conseguimos la visa y llegamos a Estados Unidos en un barco de carga. El viaje duró 3 semanas. Mi padre había estado en América en 1939, durante un año, así que tenía sus papeles en orden. Terminamos en Galveston, Texas, en el Sabbath. El no quiso bajar, el capitán nos permitió quedarnos a bordo, luego tomamos el tren para Nueva York.
Toda nuestra familia estaba viva y fuimos juntos a los Estados Unidos. Mis tíos, mi abuela, mis padres y mi hermano.
Nos instalamos en Washington Heights. Mi madre me mandó a la escuela de inmediato y al año yo hablaba inglés. Luego nos mudamos al Bronx. Mi padre inauguró una sinagoga. Yo me mudé aquí, estudié en Hunter, luego obtuve una beca Fulbright y fui a la Sorbonne en Francia.
Yo hablo húngaro, francés, alemán, italiano e inglés.
Hablar húngaro no es muy fácil para mí. El inglés me resulta más fácil. De vez en cuando siento la falta del húngaro. En los Estados Unidos hablábamos húngaro con mi madre y mi padre. ¿Por qué cerrarle la visión del mundo a los hijos cuando suceden ciertos acontecimientos? Más amplio es el mundo, más uno aprende.
P: Usted se mantuvo en contacto con amigos durante y después de la guerra? ¿Qué les sucedió a ellos?
R: Nosotros nos manteníamos alejados de los lugares pertenecientes a la comunidad, donde podíamos encontrarnos con alguien. Nunca encontramos a nadie. No teníamos amigos, sólo la familia. Tratábamos de mantenernos lejos de los amigos, no se podía confiar en nadie. Cuando terminó la guerra mi padre se puso en contacto con todos los amigos que lo habían ayudado y cuidado.
El Dr.Baragi murió en Budapest. Mi padre le mandaba encomiendas desde aquí. No era un hombre joven, no tenía hijos, vivió su vida y mi padre lo ayudó.
P: ¿ Hay algo más que quiera compartir con nosotros hoy?
R: Quiero contar esta historia porque debe ser transmitida y enseñada. La gente joven no cree que existió el holocausto. Ahora Europa es nuevamente antisemita. Estuve en Budapest en el año 2000. Ellos no sabían que yo era húngara y yo ya había escuchado lo suficiente. Les contesté. Fui al museo y había un grupo de turistas franceses que no tenían a nadie que les tradujera y lo hice yo. Yo estaba lista para todo. Fui con los chicos. En el aniversario de mis abuelos fui al cementerio. Luego volvimos a Budapest y yo quería que vieran como era la ciudad. Ellos lo disfrutaron, pero para mí era un país extranjero. Fuimos a la casa que mi padre tenía en el centro de la ciudad, subimos al departamento y les mostré a los chicos donde nos escondíamos. Siempre hablamos de este tema. Siempre pensé que está muy mal que los padres oculten a sus hijos estos hechos, ya que les cercenan sus derechos.
Entrevista y transcripción por Michal Lavine
Editado por: Julie Rogani
Traducido por María Pensavalle