”Yo no podría regresar a Estocolmo, sabiendo que he dejado de hacer todo lo humanamente posible para salvar a la mayor cantidad de judíos”
Raoul Wallenberg
Quienes transitan por la primera avenida de la ciudad de Nueva York, al llegar a la calle 47, frente al edificio de las Naciones Unidas, se encontraran con un original monumento cuya historia y significado merecen ser destacados.
El monumento se llama ”Hope”, en castellano es ”Esperanza”, y recuerda la figura y la obra humanitaria de uno de los hombres más grandes de nuestro tiempo, Raoul Wallenberg.
Había nacido el 4 de Agosto de 1912, en Suecia.
El 9 de Julio de 1944 arribó a la ciudad de Budapest, capital de Hungría, con una misión arriesgada, que exigía sagacidad y valentía.
Asignado a la embajada de Suecia en Budapest, su tarea consistía en salvar de la muerte a judíos húngaros que eran exterminados en los días finales del Holocausto.
Dotado de una gran imaginación y de un profundo sentido del respeto por la dignidad humana, Raoul Wallenberg inventó un tipo de pasaporte llamado ”Schutz-Pass”, o ”Pasaporte Protector”, que permitió salvar la vida a miles de judíos.
Luego de mucha insistencia, Raoul logró convencer a las autoridades húngaras que le permitiera extender 4.500 de dichos pasaportes. Con el tiempo llegaron a 20.000.
No conforme con este paso, ideó la creación de las llamadas ”Casas de Suecia”, donde albergaba a las personas que obtenían este pasaporte salvador.
Otra de sus tareas era recorrer las estaciones de ferrocarril cuando llegaban los vagones, destinados al transporte de animales, donde eran llevados los judíos a los campos de concentración.
Raoul Wallenberg le ordenaba a los oficiales alemanes abrir los vagones para retirar a quienes poseían dicho pasaporte y a toda persona que pudiera probar su identidad judía, mediante cualquier documento.
Esta actividad humanitaria le atrajo el odio de los nazis húngaros y su vida comenzó a correr serio peligro.
Cuando un amigo de la infancia, que trabajaba en la misma Embajada de Suecia, le pidió que dejara esa peligrosa tarea, Raoul contestó: ”Yo no podría regresar a Estocolmo, sabiendo que he dejado de hacer todo lo humanamente posible para salvar a la mayor cantidad de judíos”.
El 17 de Enero de 1945 las tropas soviéticas apresaron a Raoul Wallenberg y lo llevaron detenido a Moscú. Nunca se supo cual fue su destino final.
En la tibia y soleada mañana del 9 de Noviembre de 1998, cuando se cumplían 60 años de la trágica ”Noche de los Cristales”, en que se detuvieron a miles de judíos y se destruyeron sinagogas, se inauguraba el monumento que recordaba al hombre que vivió y murió por defender los derechos de todo ser humano.
El monumento en memoria de Raoul Wallenberg es obra del escultor húngaro Gustav Kraitz y de su esposa Ulla.
Esta formado por cinco columnas, hechas en granito negro de Suecia.
La más alta, con una altura de seis metros, está coronada con una esfera de cerámica, color azul, símbolo de la esperanza, que es el nombre del monumento.
En la parte lisa de cada columna hay varias inscripciones que relatan los momentos más importantes en la vida de Raoul Wallenberg, como parte de la Resolución Conjunta del Congreso de Estados Unidos que, en 1981, lo declaró ciudadano de la nación.
Las piedras que rodean la base donde se asientan las cinco columnas fueron traídas desde Budapest y pertenecieron a la ”Dohancy Utca” o la ”Calle del Tabaco”, en el antiguo ghetto de la capital de Hungría.
Al pie de una de las columnas se encuentra un portafolios, hecho en bronce por Ulla Kraitz y que lleva las iniciales R.W.
Ese portafolio posee un significado que a todos nos compromete, porque ese símbolo de la tarea diplomática de Raoul Wallenberg le está diciendo al mundo que su misión no ha terminado y donde haya cualquier violación a los derechos humanos otros deberían salir en defensa de los injustamente perseguidos.
El monumento a Raoul Wallenberg fue donado a la ciudad de Nueva York por Marcos Storch en reconocimiento a Hilel Storch, quien concibió la idea de enviar un emisor especial a Budapest con la difícil misión de salvar a los judíos, condenados al más cruel exterminio.
Solamente un hombre dotado de un extraordinario espíritu negociador, de inventiva y, sobre todo, de compasión, como fue Raoul Wallenberg, pudo realizar en pocos meses la arriesgada tarea de salvar incontables vidas humanas.
El monumento no pudo ser ubicado en un sitio más apropiado que frente al edificio de las Naciones Unidas.
El 10 de diciembre de 1998 se cumplió el quincuagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por la ONU.
El primer articulo de la Declaración dice: ”todos los seres humanos nacen libres, e iguales en dignidad y en derechos”.
Antes de que este principio fundamental fuera inscripto en una solemne declaración, Raoul Wallenberg lo había hecho realidad al aceptar la riesgosa misión de luchar por la libertad, la igualdad y el derecho a la vida de miles de judíos.
Este monumento es un justo homenaje a un hombre ejemplar, pero es al mismo tiempo un fuerte llamado ”para no olvidar la cruel historia de nuestro tiempo”.
El portafolios de Raoul Wallenberg, en actitud de espera, le recuerda al mundo que la lucha por los derechos humanos nunca se acaba.