JAI – El jueves 4 de agosto, a las 12:00 horas, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg recordó al “Héroe sin Tumba” en el día de su nacimiento (4 de agosto de 1912). El encuentro fue junto a la estatua ubicada en la esquina de la avenida Presidente Figueroa Alcorta y la calle Austria, de la ciudad de Buenos Aires.
El orador invitado fue el doctor Roberto Malkassian, amigo y colaborador de la Fundación Raoul Wallenberg quien, además, colocó una ofrenda floral, acompañado por su asistente de cátedra, la doctora Luciana Minassian.
El doctor Malkassian es el titular de la Cátedra Libre sobre Holocausto, Genocidio y Lucha contra la Discriminación, de la Facultad de Derecho (UBA).
Participaron, entre otras personas, Tomás Kertesz, salvado por Wallenberg en 1944; la doctora Lilian del Castillo, titular de la cátedra de Derecho Internacional Público de la Universidad de Buenos Aires; Sulim Granovsky, autor del libro “Genocidio Armenio. El Exterminio Silenciado”; el doctor Israel Imar, la licenciada Diana Liniado, Carolina Di Tella, Salvador Gutt, Annette Pascar.
La ceremonia en Buenos Aires fue acompañada por otras tres celebradas por la Fundación Raoul Wallenberg: en Nueva York, junto al Monumento “Hope”, a metros del edificio de las Naciones Unidas; en Tel Aviv, al pie de la estatua de Wallenberg, obra del artista Imre Varga; y en el aeropuerto internacional de Ezeiza en donde, gracias a las autoridades de Aeropuertos Argentina 2000, fue depositado un arreglo floral junto al busto inaugurado en 2012 en la terminal A de la estación aeroportuaria. Cabe destacar que por esa terminal transitaron, desde la inauguración del busto hasta junio de 2016, 34.744.589 pasajeros.
Discurso del doctor Roberto Malkassian
Hay hombres que se han servido de la vida y otros que han servido a la vida. Este último es el caso de Raoul Wallenberg, quien honró al ser humano en su esencia primera, la vida, al salvar de la muerte a más de 50,000 judíos durante la ocupación nazi de Hungría. Mientras la barbarie destruía, Wallenberg ponía todo su esfuerzo en una tarea ímproba: salvar a sus semejantes sin distinción alguna de raza, nacionalidad o religión.
Qué fuerza interna, qué tremenda convicción acerca de principios éticos, filosóficos, religiosos y hasta jurídicos tuvo que tener este hombre increíble que jugó su vida a cada hora con tal de salvar las vidas de los demás. ¿Sabía Wallenberg que era un ejemplo vivo de la compasión? ¿Sabía él que con su conducta mantenía encendida para el mundo civilizado una luz que simbolizaba la esperanza de la humanidad hacia un futuro de hermandad, de concordia, de paz? Esa luz que brillaba en su interior es la que la Fundación que lo honra, creada por Baruj Tenembaum y presidida por Eduardo Eurnekian, ha tomado como emblema para premiar a quienes como Raoul Wallenberg han honrado a la vida salvando a sus semejantes. Esa luz es la luz de los Justos, es la luz de las Casas de Vida.
Wallenberg sobrevivió a la barbarie nazi frente a la cual su vida pendía de un hilo por más que tuviera en Hungría un status diplomático. Qué ironía del destino, entonces, que su desaparición se haya producido después de la derrota del nazismo, durante el dominio soviético de aquel país, y en instalaciones oficiales del gobierno soviético de ocupación.
Recordamos a Wallenberg citando su fecha de nacimiento y poniendo en el lugar de la fecha de fallecimiento un signo de interrogación. Más allá de que el gobierno sueco haya iniciado en marzo de este año el proceso legal para declarar la presunción de su fallecimiento, Wallenberg vive en cada uno de nosotros, su vida inspira nuestras acciones y su ejemplo quedará imperecedero para las generaciones futuras. Larga vida a su memoria y a la Fundación que tan dignamente la honra.