Los crímenes de la segunda guerra. La reivindicación de un héroe olvidado. La historia y misterio de un Schindler sueco.
Es Raoul Wallenberg – Salvó a miles de judíos del Holocausto · Los soviéticos lo arrestaron en 1945, acusado de espía – Nadie sabe qué ocurrió con él o si sigue vivo.
Durante diez años un panel de expertos se sentó entre las brumas de mitos, testimonios y documentos incompletos para desentrañar un misterio: la suerte de Raoul Wallenberg, un diplomático sueco que la historia y los relatos describen como ”ángel salvador”, un héroe ”sin armas ni tumba”, que tras salvar del Holocausto a miles de judíos, desapareció enigmáticamente en 1945 en manos soviéticas, sin dejar rastros hasta el día de hoy.
Lo que ocurrió con Wallenberg a partir de entonces es un misterio que el panel de expertos intentó resolver durante una década, sólo para concluir ayer que no lograron escribir el final de una historia que recuerda a otras, como la que protagonizaron Oscar y Emily Schindler.
¿Murió Wallenberg de un infarto en su celda de prisionero? como informaron los soviéticos. ¿Fue, en realidad, transferido de una cárcel a otra a lo largo y ancho de la ex URSS hasta morir en una clínica psiquiátrica en 1989? O ¿Aún vive, a los 89 años?… No hay respuestas.
Tras pasar por un tamiz más de 70 volúmenes de documentos de archivos rusos, húngaros, suizos y suecos, la frustrante conclusión a la que los investigadores llegaron no cierra las puertas a futuras investigaciones. Lo que queda por ahora bajo la luz es la historia de un joven sueco, que según la óptica con que se mire se asemeja más a una epopeya que a los esfuerzos de un hombre que gracias al margen de maniobra de la inmunidad diplomática arriesgó su vida a favor de la liberación de los judíos de Budapest del exterminio nazi.
Una versión de la historia cuenta la misión de este joven diplomático sin experiencia enviado por el gobierno sueco a Budapest para salvar la vida de 250.000 judíos, rescatando en forma personal de la barbarie nazi a unos 100.000. Algunos historiadores consideran la cifra exagerada y la reducen a un número nada despreciable de 20.000, y en otros casos a unos cuantos cientos.
Otra versión de la historia relata que Raoul Wallenberg, hijo de una millonaria y aristocrática familia sueca, fue parte -junto con otros colegas- de la maquinaria diplomática sueca que a su vez era un eslabón de un operativo encabezado por EE.UU. para salvar a los judíos en Europa.
En menos de dos meses, a partir de mayo de 1944, los nazis llegaron a deportar de Hungría a más de 430.000 judíos, enviándolos a Polonia en trenes de vagones atestados y marchas de la muerte.
La junta de Refugiados de Guerra de EE.UU. solicitó por iniciativa de Franklin D. Roosevelt a los países neutrales que colaboraran en impedir la deportación. La Comisión Conjunta de Judíos en Suecia sugirió el nombre de Wallenberg para que viajara a Budapest para colaborar.
Ninguna versión pone en duda que durante seis meses de 1944, Wallenberg, de 32 años, se dedicó a cumplir su misión. Diseñó el famoso ”shutzpass”, un elaborado pasaporte que proporcionaba a los judíos inmunidad. Se lo vio recorrer estaciones de trenes y andenes insistiendo que los judíos que lo acompañaban eran ciudadanos de la neutral Suecia. Organizó provisiones médicas y de alimentos y buscó refugios seguros, sin más armas que su condición de diplomático.
Pero para enero de 1945, tras el ingreso del Ejército Rojo en Budapest, Wallenberg y su chofer, Vilmos Langfelder, fueron arrestados por espionaje a favor de Estados Unidos y Gran Bretaña, y llevados a Moscú. Los soviéticos sospechaban de los diplomáticos de países neutrales en misiones puramente ”humanitarias”.
A partir de allí comienza el misterio. Moscú, que en un principio desconoció el arresto, emitió sorpresivamente un comunicado oficial en 1957 que indicaba que el sueco había muerto en 1947 en su celda de un infarto de miocardio. Las órdenes fueron cremar el cuerpo sin autopsia.
Pero en 1961 corrió la versión de que estaba vivo, en pésimas condiciones, en un hospital psiquiátrico. Moscú lo desmintió.
A lo largo de los años, aparecieron nuevos informes sobre el paradero de Wallenberg, visto aquí y allá en campos y prisiones rusas. Hay indicios de que se lo vio en los años 70 e incluso en los 80.
En 1991, todo testimonio y evidencia fueron estudiados por diplomáticos y expertos de una comisión sueco-rusa. Durante 10 años intentaron concluir qué fue lo que pasó con aquel joven diplomático. Pero una década no fue suficiente para develar el misterio. ”Aún hay preguntas por responder”, dice el informe final.
El mes pasado, Rusia reconoció el arresto por razones políticas de Wallenberg y su chofer y lo reivindicó. Pero la parte rusa del panel admitió que ninguno de los documentos ”proporciona información concreta sobre la suerte de Raoul Wallenberg”. Así como ninguno tampoco pudo confirmar su muerte en 1947.