Prólogo
En la actualidad, mucha gente alrededor del mundo ha oído sobre las extraordinarias acciones de rescate de los judíos húngaros llevadas a cabo por Raoul Wallenberg durante la Segunda Guerra Mundial. Recientes films documentales, producidos en varios países, han contribuido a crear una conciencia pública sobre su rol. La miniserie estadounidense ”Wallenberg” de 1985, que ha sido vista por varios millones de personas en el mundo, ha sido particularmente importante al respecto.
Durante mis conferencias, tanto en Suecia como en otros países, como parte del esfuerzo internacional para lograr la liberación de Raoul Wallenberg de la Unión Soviética, con frecuencia me han preguntado cómo era posible salvar a un número tan grande de personas, cerca de 100.000, de la persecución nazi. La respuesta más importante es: Raoul Wallenberg era el hombre indicado en el lugar indicado, dada la situación prevaleciente. Aunque su imagen no era la del tipo heroico en el sentido ordinario, sí era un valiente organizador y negociador. Más aún, era un buen actor, un talento que le servía muy bien a la hora de enfrentar a los personeros del nazismo.
Solía exponer dos personalidades bien diferentes. La primera era la de una persona tranquila, graciosa, instruida y cálida. Sus compañeros de trabajo dan fe de ello. La segunda mostraba a una persona agresiva que no dudaba en gritar o hasta amenazar a los nazis en ciertas ocasiones, así como adularlos o sobornarlos en otras, según lo requirieran las circunstancias. Wallenberg los impresionaba y por lo general aceptaban sus demandas. Obviamente, uno de los motivos del respeto que le manifestaban era su condición de diplomático sueco, investidura que los alemanes no se atrevían a violar.
La verdad es que al principio ni Wallenberg, ni nosotros, ni sus colegas, supusimos que su acción de rescate crecería a tal escala.
Raoul se vio forzado a arriesgar mucho en una situación en la cual Budapest se estaba convirtiendo cada vez más en un campo de batalla. Llovían bombas y las tropas soviéticas se acercaban a los suburbios. La última vez que vi a Raoul Wallenberg (el 10 de enero de 1945) lo insté a que buscara refugio, especialmente debido al hecho de que los Flechas Gamadas, que eran los nazis húngaros, lo estaban buscando a él en particular. En mi opinión, se estaba arriesgando demasiado al continuar con su trabajo humanitario.
Su respuesta fue típica: ”No tengo otra opción. He aceptado esta tarea y nunca podría regresar a Estocolmo sin el conocimiento de que he hecho todo lo humanamente posible para salvar la mayor cantidad de judíos.”
Y continuó haciéndolo hasta que fue capturado, no por los nazis, sino por el ejército soviético.
Prólogo por Per Anger, Embajador. Secretario de la Embajada Sueca en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial
Raoul Wallenberg
En Jerusalén se ha erigido un monumento a los seis millones de judíos asesinados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Se denomina Yad Vashem y fue construido en 1953. Una calle llamada ”Avenida de los Justos” cruza dicha área. Una brisa constante corre a través de las hojas de los seiscientos árboles que bordean la calle en líneas rectas. Todos fueron plantados para honrar la memoria de personas no judías que arriesgaron sus vidas para salvar judíos de los los verdugos nazis.
Uno de esos árboles lleva el nombre de Raoul Wallenberg, un sueco.
Existen diferentes versiones sobre el número de judíos que Raoul Wallenberg rescató en Budapest. Algunas fuentes le adjudican haber salvado 30.000 personas. De acuerdo con otras estimaciones, el número de personas que directa o indirectamente agradece a Wallenberg por sus vidas es de alrededor de 100.000. Sin importar cuál es la cifra correcta, Raoul Wallenberg es, sin lugar a dudas, uno de los héroes más destacados de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, Wallenberg no regresó a Suecia como un héroe al finalizar la guerra. En cambio, fue detenido por las tropas soviéticas que marchaban hacia Budapest en 1945. El gobierno ruso ha declarado una y otra vez que está muerto. Sin embargo, numerosos testigos han declarado que Raoul Wallenberg está o estuvo vivo en algún lugar en una prisión soviética o en una institución psiquiátrica.
Raoul Wallenberg es o era miembro de una de las familias más prominentes de Suecia. Los Wallenberg le han dado a su país varias generaciones de importantes banqueros, diplomáticos y estadistas. El padre de Raoul Wallenberg, Raoul Oscar Wallenberg, fue un oficial naval, primo de los hermanos Jacob y Marcus Wallenberg, dos de los más conocidos financistas e industriales durante la mitad del siglo comenzando en 1930. Raoul nació el 4 de agosto de 1912, tres meses después de la muerte de su padre. Su madre Maj Wising Wallenberg, se casó nuevamente en 1918, en esta ocasión con Fredrik von Dardel.
El abuelo paterno de Raoul, Gustav Wallenberg se hizo cargo de la educación de Raoul. El plan era que siguiera la tradición de la familia y continuara en las labores financieras. Raoul, sin embargo, resultó estar más interesado en la arquitectura y el comercio.
En 1930 Raoul Wallenberg completó la enseñanza secundaria superior obteniendo buenas calificaciones en idioma ruso y en dibujo. Luego de cumplir con el servicio militar obligatorio en 1931, se inscribió en la universidad de Michigan, en Ann Harbor, para estudiar arquitectura. En 1935, luego de graduarse, regresó a su casa. Pero el mercado para los arquitectos en Suecia era muy reducido. Su abuelo, entonces, lo envió a Ciudad del Cabo en dónde se convirtió en aprendiz de una empresa sueca que vendía materiales para la construcción. Luego de seis meses, su abuelo consiguió otro trabajo para Raoul en la filial de un banco sueco en Haifa, Palestina, (hoy el Estado de Israel).
Allí, estuvo en contacto por primera vez con judíos que habían huido de la Alemania de Hitler. Las historias sobre la persecución nazi lo conmocionaron mucho. Quizás no sólo porque tenía una actitud muy humana hacia la vida, sino porque tenía algunas gotas de sangre judía. Luego de retornar a Suecia en 1936, Raoul Wallenberg no continuó con las actividades bancarias, sino que retomó su interés por el comercio internacional.
A través de los contactos de Jacob Wallenberg en el mundo de los negocios, le presentaron a un judío húngaro, Koloman Lauer, quién dirigía una empresa de importación y exportación especializada en productos alimenticios.
Debido a que poseía un buen manejo de los idiomas y podía viajar libremente por Europa, era un socio perfecto para Lauer. A los ocho meses Raoul Wallenberg era uno de los más importantes accionistas y el gerente internacional de la empresa.
Sus viajes a la Francia ocupada, y a la misma Alemania, pronto le enseñaron cómo funcionaba la burocracia germana. También había realizado numerosos viajes a Hungría, dónde visitó a la familia de Lauer en Budapest. Hungría era aún un lugar relativamente seguro, aunque estaba rodeada por enemigos.
Antecedentes de la misión de Raoul Wallenberg
En la primavera de 1944 el mundo había amanecido y tomaba conciencia de lo que significaba ”la solución final del problema judío”. Información sobre los campos nazis de la muerte había empezado a llegar desde 1942, pero era considerada tan increíble que al principio no fue tomada en serio por algunos líderes aliados. En mayo de 1944 los aliados reciben las primeras versiones de testigos acerca de lo que realmente estaba sucediendo en el campo de concentración de Auschwitz.
Los planes de Hitler para la aniquilación de la población judía en los países ocupados por Alemania se hicieron públicos. Hungría, que había unido fuerzas con Alemania en la guerra contra la Unión Soviética -iniciada en 1941-, contaba con 700.000 residentes hebreos a principios de 1944.
Cuando los alemanes perdieron la batalla de Stalingrado en 1943, Hungría quiso seguir el ejemplo de Italia y pedir la paz en forma independiente. Hitler, entonces, convocó al Jefe de Estado húngaro, Miklós Horthy, y le exigió solidaridad con Alemania.
Cuando Horthy se rehusó a aceptar estas demandas, Hitler ordenó la ocupación de Hungría, la cuál comenzó el 19 de marzo de 1944. Pronto los trenes de deportación empezaron a llevar judíos húngaros a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau en el sur de Polonia. Allí los esperaba una muerte segura.
La evacuación de los judíos húngaros comenzó por el campo. Los judíos de las ciudades, en especial los de Budapest, sabían que su fatídico turno llegaría pronto. Desesperados, muchos de ellos buscaron ayuda en las embajadas de Estados neutrales. Las embajadas emitieron pasaportes temporarios para judíos que tenían lazos especiales con estos países.
La Legación sueca en Budapest logró persuadir a las autoridades húngaras de que trataran a los poseedores de dichos pasaportes temporarios como ciudadanos suecos. De este modo fueron exceptuados de portar la Estrella de David. En breve, la Legación emitió 700 pasaportes, un número insignificante comparado con los cientos de miles de judíos que se encontraban en peligro de deportación. La Legación sueca solicitó que el Ministerio de Relaciones Exteriores en Estocolmo enviara más material a la brevedad.
Mientras tanto, el Congreso Mundial Judío celebraba una reunión en Estocolmo. El tema más importante en el orden del día era organizar una acción de rescate para los judíos de Hungía.
En 1944 los Estados Unidos habían establecido el Consejo de Refugiados de Guerra (WRB según las siglas en Inglés), una organización cuyo objetivo era rescatar judíos de la persecución nazi. El CRG pronto descubrió que los suecos estaban trabjando seriamente. El representante del CRG convocó a un grupo prominente de judíos suecos para elegir la persona que viajaría a Budapest a iniciar la acción de rescate. Entre los participantes estaba el socio comercial de Raoul Wallenberg, Koloman Lauer, quién se desempeño ante el grupo como experto en Hungría.
La primera elección del grupo fue Folke Bernadotte, vocero de la Cruz Roja sueca y pariente del Rey sueco Gustav V. Cuando Bernadotte no fue aprobado por el gobierno húngaro, Koloman Lauer sugirió que se pusieran en contacto con Raoul Wallenberg, su propio colega comercial. Lauer destacó en particular el hecho de que Wallenberg ya había viajado muchas veces a Hungría mientras trabajaba para la empresa que ambos poseían. Algunos miembros del grupo dijeron que Raoul era demasiado joven y parecía no tener experiencia, pero Lauer insistió. Raoul era el hombre indicado, decía; listo, enérgico, valiente y tenáz. Además, su apellido era muy conocido.
Wallenberg aceptó la oferta y a finales de 1944 había sido designado Primer Secretario de la misión diplomática sueca en Budapest. Raoul estaba muy ansioso por viajar a Budapest pero primero escribió una carta al Ministerio de Relaciones exteriores de Suecia. No estaba dispuesto a tolerar que el protocolo diplomático y la burocracia pusieran trabas a su misión.
Solicitó autoridad plena para tratar con quién quisiese; aún sin necesidad de informar de antemano al jefe de la Legación. También solicitó se le permitiese utilizar el servicio de correo diplomático por fuera de los canales normales.
Su pedido era tan inusual que el asunto llegó hasta el Primer Ministro Per Albin Hansson, quien consultó con el Rey Gustav V antes de informarle a Wallenberg que se habían aceptado sus condiciones.
Las acciones de rescate de Wallenberg
El tiempo corría en su contra. Cuando Raoul Wallenberg llegó a Budapest en julio de 1944, Adolf Eichmann -personalmente a cargo de la solución final en Hungría- ya había ordenado deportar a más de 400.000 judíos, hombres, mujeres y niños. Entre el 14 de mayo y el 8 de julio habían sido evacuados en 148 trenes de carga. Cuando Wallenberg llegó a Budapest, sólo quedaban 200.000 judíos en la capital.
Eichmann preparaba un plan para limpiar a toda la población judía de Budapest en un período de 24 horas. En un informe a Berlín, había escrito que ”los detalles técnicos tomarían unos días.”
Si se hubiese llevado a cabo dicho plan, el viaje de Raoul Wallenberg hubiese sido en vano. Pero el Jefe de Estado, Miklós Horthy, recibió una carta del Rey Gustav V de Suecia que llamaba a detener las deportaciones de judíos. Horthy tuvo que recurrir a su coraje. Le envió una nota al Rey Gustav V diciéndole que había hecho todo lo que se encontraba a su alcance para garantizar el respeto por los principios de humanidad y justicia. Se cancelaron las deportaciones alemanas. En la frontera se detuvo un tren que transportaba a 1.600 judíos y se lo envió de vuelta a Budapest.
Sorprendentemente, los alemanes aprobaron la detención de las deportaciones. La razón podría ser que durante ese período uno de los máximos líderes nazis, Heinrich Himmler, estaba comprometido en un juego muy arriesgado. Alemania perdía la guerra y Himmler creía que podría negociar una paz por separado con los aliados Occidentales. Quizás, su anhelo era mejorar su posición de negociación reduciendo la presión sobre los judíos. Mientras tanto, en Hungría, Adolf Eichmann esperaba una nueva oportunidad.
El jefe de la Legación sueca en Budapest en ese momento era el ministro Carl Ivar Danielsson. Su segundo era el Secretario Per Anger.
Raoul Wallenberg se convirtió en el líder de un departamento especial que estaba a cargo de defender a los judíos. Incluso antes de que llegara Wallenberg, Valdemar Langlet, líder de la Cruz Roja húngara, estaba colaborando con la Legación sueca. Langlet alquiló edificios a nombre de la Cruza Roja y puso carteles tales como ”Biblioteca sueca” e ”Instituto de Investigación sueca” en las puertas. Estos edificios eran utilizados como escondites para judíos.
Wallenberg no recurrió a los usos y costumbres de la diplomacia internacional. Sorprendió a sus colegas suecos con métodos poco convencionales. Utilizó desde sobornos hasta amenazas. Cuando sus pares diplomáticos comprobaron el éxito de las gestiones de Wallenberg, se unieron a él con ahinco y dedicación.
La primera tarea de Raoul Wallenberg fue diseñar un pasaporte de seguridad para ayudar a los judíos en sus relaciones con las autoridades. Wallenberg sabía que las burocracias alemanas y húngaras tenían una debilidad por la simbología. Imprimió entonces los pasaportes en azul y amarillo (los colores nacionales de Suecia) con el escudo de las Tres Coronas en el medio, y los completó con numerosos sellos y firmas. Obviamente los pasaportes de protección de Wallenberg no tenían ningún valor según las leyes internacionales, pero imponían respeto tanto a nazis como a sus aliados.
En un comienzo Wallenberg sólo tenía permiso para emitir 1.500 pasaportes. Sin embargo, logró persuadir a las autoridades húngaras para que le permitieran emitir otros 1.000 y, a través de amenazas vacías al Ministerio de Relaciones Exteriores de Hungría, logró elevar la cantidad a 4.500 ejemplares.
Para cumplir con su misión contó con la ayuda de cientos de personas. Todos eran judíos, pero al trabajar para Wallenberg estaban exceptuados de lucir la Estrella de David. En agosto de 1944 el jefe de estado húngaro, Horthy, despidió a su primer ministro pro alemán y nombró al General Lakatos para sucederlo. La situación de los judíos mejoró sustancialmente. Debido a la presión diplomática, orquestada y ampliada por Raoul Wallenberg, Adolf Eichmann ya no podía ”resolver el tema húngaro” tal como lo había planeado.
Wallenberg consideró entonces que su departamento en la Legación podía ser suprimido y que estaba en condiciones de regresar a Suecia. Creía que las tropas soviéticas que estaban invadiendo Hungría con éxito, pronto liberarían Budapest del yugo nazi.
El 15 de octubre, Miklós Horthy anunció que estaba buscando la paz por separado con los rusos. Pero, apenas finalizó su discurso radial las tropas alemanas tomaron el control de la situación. Horthy fue derrocado y reemplazado por el líder de los nazis húngaros, Ferenc Szálasi, líder de los ”Cruz Gamada”, tanto o más temidos que los nazis por sus crueles métodos en el trato de los judíos. Adolf Eichmann pudo así retomar su labor inconclusa.
Wallenberg debió retomar su lucha sin descanso. Con frecuencia fue testigo inoportuno de atrocidades. En muchos casos logró salvar a sus propios colaboradores judíos de las manos de los ejecutores. Sus únicas armas eran su coraje y su conducta inquebrantable.
Multiplicó las ”Casas Suecas” hasta el número de treinta. Se trataba de edificios situados en el distrito de Pest, donde los judíos podían buscar asilo. Una bandera sueca ondeaba sobre la puerta de las viviendas, cada una de ellas declarada por Wallenberg como territorio sueco. En estos refugios llegaron a residir 15.000 personas.
Las otras misiones diplomáticas en Budapest comenzaron a emitir pasaportes de seguridad siguiendo el ejemplo de Wallenberg. Diplomáticos de otros países se inspiraron y abrieron sus propios ”refugios” para los judíos perseguidos.
Hacia el final de la guerra, cuando las condiciones eran totalmente desesperantes, Wallenberg emitió una versión simplificada de su pasaporte de seguridad, una página de mimeografía que sólo contenía su firma. En el caos prevaleciente hasta eso era útil.
El nuevo gobierno nazi-húngaro anunció que todos los pasaportes de protección eran inválidos. Wallenberg no bajó los brazos. Conoció y sedujo a la Baronesa Elizabeth ”Liesel” Kemény, esposa del ministro de Relaciones Exteriores. Con su ayuda logró reinstaurar la validez de los pasaportes.
Mientras esto sucedía, Eichmann comenzó sus brutales marchas de la muerte. Llevó a cabo su prometido programa de deportación al forzar a grandes contingentes de judíos a abandonar Hungría a pie. La primera marcha comenzó el 20 de noviembre de 1944. Las condiciones a lo largo de la ruta de 200 kilómetros entre Budapest y la frontera austriaca eran tan espantosas que incluso algunos nazis protestaron.
Miles de judíos marcharon en columnas sin fin, hambrientos y con grandes sufrimientos. Raoul Wallenberg permaneció con ellos continuamente, distribuyendo pasaportes de seguridad, comida y medicina. Se turnaba para amenazar y sobornar a los nazis hasta que logró asegurar la liberación de aquellos que poseían pasaportes suecos.
Cuando Eichmann comenzó a deportar a los judíos húngaros en trenes de carga, Wallenberg intensificó sus acciones de rescate. Mientras los vagones estaban detenidos en la estación, trepaba, corría sobres sus techos y entregaba pilas de pasaportes de seguridad a los ocupantes. En una ocasión soldados alemanes recibieron la órden de dispararle, pero estaban tan impresionados por el coraje de Wallenberg que descargaron sus armas apuntando hacia arriba en forma deliberada. Lejos de amilanarse, Wallenberg bajó ileso de los vagones y reclamó airadamente la liberación inmediata de los judíos que tenían pasaportes de seguridad para que regresaran a la ciudad junto a él.
El departamento de Raoul Wallenberg en la Legación sueca creció continuamente. Llegó a emplear a 340 personas. Otras 700 personas también vivían en las oficinas del departamento.
Hacia finales de 1944 Wallenberg había expandido sus operaciones a lo largo del Danubio, desde Buda hasta el distrito de Pest, dónde se encontraban los dos ghettos judíos. Los mínimos conceptos de ley y órden que habían existido con anterioridad, ahora habían desaparecido. El movimiento de los Cruz-Gamadas, la policía y las fuerzas armadas alemanas compartían el poder en una alianza precaria.
Wallenberg buscaba desesperadamente gente que pudiera ser sobornada. Encontró un aliado muy poderoso en Pa´l Szalay, un oficial de alto rango en la fuerza de policía que también pertenecía a los Cruz-Gamada. Luego de la guerra, Szalay fue el único miembro de esa fuerza pro-nazi que no fue ejecutado. Por el contrario, fue liberado en reconocimiento por sus esfuerzos para proteger judíos ayudando a Wallenberg.
Durante la segunda semana del mes de enero de 1945, Raoul Wallenberg supo que Eichmann estaba por poner en práctica una masacre total de los judíos que vivían en el mayor ghetto de Budapest. La única persona que podía evitarlo era el General August Schmidthuber, comandante de las tropas alemanas en Hungría.
Szalay se encontró con Schmidthuber y le entregó una nota que declaraba que Raoul Wallenberg se aseguraría de que el general sería considerado enteramente responsable por la masacre y colgado como criminal de guerra al finalizar la contienda. La masacre fue cancelada a último momento como resultado de esta intervención.
Dos días después llegaron los rusos y encontraron 97.000 judíos vivos en los dos ghettos de Budapest. Junto a otros que pudieron evitar el exterminio, el número aproximado de judíos sobrevivientes se estimó en 120.000.
De acuerdo con Per Anger, amigo y colega de Wallenberg, el diplomático sueco es responsable de haber salvado alrededor de 100.000 judíos.
¿Qué le sucedió a Raoul Wallenberg?
El 13 de enero de 1945, soldados soviéticos se encontraron con un hombre que los estaba esperando, solo y parado junto a la entrada de un edificio en cuya fachada flameaba la bandera sueca. En correcto ruso Raoul Wallenberg le comunicó a un sorprendido sargento que él era el encargado de negocios sueco en las zonas liberadas de Hungría. Wallenberg obtuvo permiso para visitar los cuarteles militares soviéticos en Debrecen, al este de Budapest.
Salío de la capital el 17 de enero, con una escolta militar soviética. Junto a su chofer se detuvo en cada una de las casas suecas en donde se despidió de sus amigos. A un colega, el Dr. Erno Peto, le dijo que no estaba seguro de si era huésped de los soviéticos o su prisionero. Raoul Wallenberg pensó que estaría de vuelta en una semana. Nunca regresó.
Aún no se sabe si Wallenberg está vivo o muerto. Los mismos rusos dicen que murió en una prisión soviética el 17 de julio de 1947. Sin embargo, existen testimonios de muchos testigos que indican que todavía podría estar vivo.
Antes de discutir la detención de Raoul Wallenberg, debemos hacernos dos preguntas. Primero, ¿por qué quería contactarse con los rusos en Debrecen? Y segundo, porqué lo detuvieron.
En noviembre de 1944, Raoul Wallenberg había creado una sección en su departamento que, bajo su supervisión, delinearía un plan detallado de ayuda económica para los judíos sobrevivientes. Los rusos no tenían la misma actitud para con los judíos y probablemente eran incapaces de comprender a una persona que dedicaba todas sus energías a salvarlos De este modo, Wallenberg consideraba importante encontrarse con los comandantes soviéticos y explicarles sus planes futuros.
Posiblemente los soviéticos pensaban que el trabajo de Wallenberg tenía un motivo oculto. Y con seguridad sospechaban que era un agente estadounidense. También sospechaban de los contactos que Wallenberg tenía con los alemanes.
Wallenberg y su chofer Vilmos Langfelder nunca regresaron de Debrecen. De acuerdo con testigos confiables, fueron detenidos y llevados a Moscú. Fueron encerrados por la NKVD, la organización predecesora de la conocida KGB. Según el testimonio de testigos, Wallenberg y Langfelder fueron encarcelados en diferentes celdas en la prisión de Lyublyanka.
Pero Wallenberg no era el único diplomático en Budapest que despertaba sospechas soviéticas. También la Legación Suiza había realizado un intenso trabajo de ayuda a los judíos húngaros. Allí los rusos detuvieron a un secretario de la Legación, junto con un empleado de la misma y los cambiaron por ciudadanos soviéticos que habían sido detenidos en Suiza.
Tomó un tiempo antes de que la gente en Estocolmo se empezara a preocupar por la desaparición de Raoul Wallenberg. En una carta al embajador sueco en Moscú, el viceministro de Relaciones Exteriores Dekanosov declaró que ”las autoridades soviéticas han tomado medidas para proteger a Wallenberg y sus posesiones.”
Naturalmente, los suecos esperaban que Raoul Wallenberg volviera pronto a casa. Cuando nada sucedió, la madre de Raoul, Maj von Dardel se puso en contacto con la embajadora Aleksandra Kollontai, quién le dijo que podía quedarse tranquila pues su hijo estaba en buenas manos en la Unión Soviética. Por el mismo tiempo, la señora Kollontai le dijo a la esposa del Ministro de Asuntos Exteriores sueco Christian Gunther, que sería conveniente para Wallenberg que el gobierno sueco no armase un gran escándalo. Pero Aleksandra Kollontai fue retirada a Rusia y el asunto tomó un nuevo rumbo.
El 8 de marzo de 1945, la radio húngara controlada por los soviéticos anunció que Raoul Wallenberg había sido asesinado mientras se dirigía a Debrecen, probablemente por nazis húngaros o agentes de la Gestapo. Esto instó al gobierno sueco a tomar las cosas con cierta pasividad. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Osten Undén y el embajador sueco en Moscú asumieron que Raoul Wallenberg estaba muerto. Sin embargo, hubo gente que no tomó seriamente el anuncio.
Muchos observadores han señalado que inmediatamente después de la guerra, Suecia tuvo una oportunidad para negociar la liberación de Wallenberg pero no la aprovechó.
En 1965, el Primer Ministro de Suecia, Tage Erlander, pronunció un discurso que está incluido en una colección de documentos sobre los esfuerzos para hallar a Raoul Wallenberg. Erlander declaró que todos los intentos para encontrar a Wallenberg directamente después de la guerra no los habían conducido a nada. De hecho, las autoridades soviéticas negaron en todo momento cualquier conocimiento del destino de Wallenberg. De acuerdo con Erlander, entre 1947 y 1951 no ocurrió nada nuevo que fuera de relevancia. Pero a medida que se empezaban a liberar a extranjeros de las prisiones Soviéticas, nuevos testimonios sobre la suerte de Raoul Wallenberg salieron a luz.
En abril de 1956 el Primer Ministro Tage Erlander y el ministro de Interior Gunnar Hedlund viajaron a Moscú. Alli se reunieron con importantes representantes soviéticos de la talla de Nikita Krushchev, Nikolaj Bulganin y Vjatjeslav Molotov. Los rusos prometieron investigar.
El 6 de febrero de 1957 los soviéticoa anunciaron que luego de intensas investigaciones habían hallado un documento relacionado a la suerte de Wallenberg. El documento manuscrito declaraba que ”el prisionero Wallenberg, que es conocido por ustedes, murió ayer a la noche en su celda.” Estaba fechado el 17 de julio de 1947, firmado por Smoltsov, jefe de la prisión de Lyublyanka y dirigido al Ministro de Seguridad del Estado, Abakumov.
Los rusos dijeron en su carta a los suecos que desafortunadamente Smolsov había muerto en mayo de 1953 y que Abakumov había sido ejecutado a consecuencia de purgas realizadas en el ámbito de la policía de seguridad. Los suecos tenían muchas sospechas sobre la veracidad del documento, pero los rusos se aferraron a su versión.
De acuerdo con el testimonio de varias personas que estuvieron en prisiones soviéticas luego de enero de 1945, Raoul Wallenberg estuvo encarcelado durante los años 50. Por supuesto, esto contradice la versión del gobierno ruso.
En 1965, el gobierno sueco publicó un nuevo informe sobre el caso Wallenberg. Había publicado uno anterior en 1957. De acuerdo con el nuevo informe, Erlander había hecho todo lo posible para averiguar la verdad sobre Wallenberg.
El tema Wallenberg ingresó en una fase en la cual no sucedería mucho. El flujo de prisioneros de guerra de la Unión Soviética había empezado a menguar y no aparecían nuevos testigos. Sin embargo, a finales de 1970, el tema Wallenberg revivió.
Dos testimonios que el Ministerio de Relaciones Exteriores sueco encontró muy interesantes fueron utilizados como elementos para una carta al gobierno soviético por la cual se solicitaba que el tema fuera investigado nuevamente. La respuesta del Kremlin fue la misma que antes: Raoul Wallenberg murió en 1947. Tomando como base material adicional considerado confiable, el Ministro de Relaciones Exteriores Ola Ullsten envió una nota al Premier ruso Aleksei Kosygin a principios de los años ’80. La respuesta fue la misma de siempre, Raoul Wallenberg había muerto en 1947.
¿Todavía está vivo Raoul Wallenberg? Durante 1980 hubo un creciente interés sobre Wallenberg en el mundo. En 1981 fue declarado ciudadano honorario de los Estados Unidos, en 1985 de Canadá y en 1986 de Israel. En todo el mundo existe una fuerte creencia de que todavía está vivo. Miles de personas han exigido su liberación del encarcelamiento ruso.
En Suecia y en el extranjero, especialmente en los Estados Unidos, asociaciones voluntarias continúan sus esfuerzos para encontrar respuestas al enigma. Pero, a pesar de la apertura de numerosos archivos secretos desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, la suerte de Wallenberg continúa siendo un misterio. (Ver el epílogo de Per Anger más abajo.)
Durante los últimos años el Comité Raoul Wallenberg de Suecia ha desarrollado un diálogo fecundo con alumnos de escuelas de Suecia y del exterior tratando temas como la xenofobia, los conflictos religiosos y la persecución, actitudes que en los peores casos pueden conducir a situaciones como las que motivaron la misión de rescate de Wallenberg en 1944. El creciente flujo de inmigrantes en muchos países de Europa occidental ha elevado las tensiones y provocado explosiones de violencia, poniendo de manifiesto la necesidad de intensificar los esfuerzos en éstas áreas del conflicto social.
Sólo durante 1994, Sonja Sonnenfeld del comité visitó 100 escuelas en Suecia y Alemania para hablar con los alumnos sobre compasión, tolerancia, racismo, xenofobia y neonazismo. En su opinión los ”siete años han resultado ser los más prometedores en discusiones grupales”, abiertos, intrépidos, inmunes a la presión de los compañeros, curiosos y con ganas de comunicarse, inclinación esta última que disminuye a medida que los niños crecen.
Luego de sus incomparables esfuerzos humanitarios, Raoul Wallenberg terminó siendo un prisionero de por vida, un destino cruel e irónico para un hombre que lo sacrificó todo para darle al prójimo una oportunidad de vivir en libertad. Pero en todo el mundo, la gente continúa rindiéndole homenaje como a un héroe, en reconocimiento por su valentía y esfuerzo a favor de los derechos humanos.
Epílogo
(por Per Anger)
En mayo de 1987 Hungría preparó el terreno para un mayor reconocimiento de Raoul Wallenberg en el Bloque Oriental. En Budapest se le dedicó un gran monumento que rinde homenaje a sus acciones heroicas. (El primer monumento en ese lugar, erigido poco después del final de la guerra, había sido quitado por orden de los soviéticos.) En enero de 1989 se formó la Asociación Raoul Wallenberg de Hungría.
En abril del mismo año el Comité Estadounidense de Becas Raoul Wallenberg organizó un simposio sobre derechos humanos en Budapest a nombre de Raoul Wallenberg, seguido por una ”marcha de la libertad” a través de las calles de la ciudad.
Durante los sucesivos meses, comenzó una amplia campaña publicitaria sobre Raoul Wallenberg en los medios de comunicación soviéticos. Ocurrió un auténtico avance en octubre de 1989 cuando, por invitación del gobierno soviético, los hermanos de Raoul Wallenberg, el profesor Guy von Dardel y la señora Nina Lagergren, como así también la secretaria del Comité Raoul Wallenberg, la señora Sonja Sonnefeld y yo, fuimos a Moscú para disertar con las autoridades soviéticas. Antes de partir, el presidente George Bush y el canciller alemán Helmut Kohl nos manifestaron su ferviente apoyo.
Previo a nuestra visita, el Dr. Kohl había probado en innumerables ocasiones su compromiso genuino con la causa del destino de Wallenberg.. Consideraba a Raoul como ”uno de los más grandes héroes de nuestro tiempo”. En una entrevista llevada a cabo en Bonn en junio de 1989, instó al Presidente Mijail Gorbachov a que ”liberara a ese anciano.”
Nuestra misión en Moscú causó un enorme interés, tanto en los medios de comunicación nacionales como internacionales. Hubo un gran número de entrevistas y programas en la televisión y radio soviéticas. En ese momento también se inició el rodaje de una película documental sobre Raoul. Durante nuestra visita estuvimos en permanente contacto con Andrei Sakharov, el famoso físico quien nos brindó su apoyo durante muchos años. La embajada sueca nos proporcionó una muy valiosa ayuda.
El profesor von Dardel solicitó que se formara la comisión conjunta sueca-soviética para la realización de una exhaustiva investigación. El grupo incluiría a científicos, abogados y expertos en el sistema penitenciario soviético, y buscaría en todos los archivos del régimen penal.
Luego de agosto de 1991, las cosas se sucedieron con mucha velocidad. Se formó una nueva comisión estatal con representantes de los gobiernos de Suecia y Rusia. Se abrieron todos los archivos y se encontraron más de 100 documentos sobre el encarcelamiento de Wallenberg.
Lamentablemente, mientras se escribe este trabajo (noviembre de 1994) la comisión todavía no ha podido descubrir qué fue lo que realmente le sucedió a Raoul. En consecuencia, mientras no se haya comprobado su muerte, tenemos que asumir que todavía puede estar vivo en algún lugar de la antigua Unión Soviética.
Bibliografía
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* Jan Larsson es un periodista independiente.
La Fundación Internacional Raoul Wallenberg agradece al Instituto Sueco y a la Embajada de Suecia en Buenos Aires.
Traducción del original en inglés: FIRW