Constituye una suerte de generalizado concepto el que vincula a los diplomáticos con tibias reacciones frente a la arbitrariedad, moviéndose sus personajes en escenarios donde las claudicaciones humanas aparecen con evidencias incontrastables rendidas ante ”intereses y políticas de estado”.
Me permito rescatar, por su significación, las figuras de Raoul Wallenberg y Henry Morgenthau, embajador sueco en Hungría ocupada por los nazis el primero, y embajador norteamericano en Constantinopla el segundo (1913-1916) durante la matanza de armenios por los turcos. A poco de andar se advierte como aquel presunto criterio de prescindencia se transforma, en el caso de ambos personajes en compromiso por la vida, denunciando atrocidades que muchos pretenden olvidar y otros, modificar.
Henry Morgenthau actuó en Constantinopla luego del triunfo de la revolución turca de 1908, que una vez entronizada en el poder, promovió el exterminio sistemático del pueblo armenio, apropiándose de sus pertenencias y propiedades. El proyecto se ejecutó durante la Primera Guerra Mundial. La caída de Aleppo en manos de los ingleses permitió conocer documentación que reveló el grado de organización sistemática del exterminio de los armenios: ”A la prefectura de Aleppo ya se ha comunicado que el gobierno ha decidido exterminar totalmente a los armenios habitantes en Turquía. Los que opongan a esta orden no podrán pertenecer ya a la administración. Sin miramientos por las mujeres, los niños y los enfermos, por trágicos que puedan ser los medios de exterminio, sin escuchar los sentimientos de la conciencia es necesario poner fin a sus existencias. El Ministro del Interior Talaat, 13 de septiembre de 1915.”
Raoul Wallenberg decide, resignando su vida acomodada, viajar a Budapest, Hungría, en 1944, para enfrentar el proceso de deportación que Eichmann iniciaba, cuando ya la guerra se sabía perdida para el régimen nazi, y promueve una heroica tarea otorgando ”visas por la vida” y con la apertura de Casas de Suecia, protegidas por la inmunidad del país neutral, salva a millares de judíos de una muerte segura.
Ambos son TESTIGOS pero NO INDIFERENTES.
Resulta aleccionador interpretar el alcance del COMPROMISO frente a la barbarie inhumana que promueve, en forma organizada y desde el estado, en su degeneración más perversa, la destrucción total de comunidades enteras. Al referirse a los instigadores de la matanza de armenios Morgenthau señala en sus memorias: ”Casi todos eran ateos sin ningún respeto por el mahometismo o el cristianismo; para ellos el único móvil era el del estado, frío y calculador.” (Henry Morgenthau, Memorias, pág. 48, Publicación de la Comisión Pro Causa Armenia de América Latina – Bs. As. 1975).
Morgenthau y Wallenberg lucharon contra la DEPORTACION. Sobre este método inicuo decía el embajador norteamericano: ”Esta nueva concepción era la deportación… pero nunca se les había ocurrido (a los turcos) arrancarlos de sus casas y trasladarlos lejos, al desierto, ¿Cómo surgió esta idea? … He dicho también que el Almirante Usedom, experto naval en Turquía, me dijo que esto lo habían sugerido los alemanes. Pero el punto importante es que esta idea de deportar a la gente es exclusivamente alemana. Se ve esto leyendo la literatura pangermánica” (op.cit. pág. 81). Cita luego en forma documentada las sugerencias teóricas de Friedrich Naumann, entre otros, y vincula esa propuesta a la construcción del ferrocarril a Bagdad por parte de Alemania, necesario para un imperio que se extendía desde Hamburgo al Golfo Pérsico.
En las ”Memorias” Morgenthau cita su enfrentamiento con un enviado del gobierno alemán a Turquía y le señala: ”Entonces vuelva usted a la embajada alemana, y dígale a Wagenheim que pida mi retiro sin vacilar. Si tengo que ser mártir será por una buena causa. En realidad sería un honor para mí ser retirado porque yo, un judío, hice todo lo posible para salvar la vida de millares de cristianos” (op. cit. pág. 89).
Similitudes, coincidencias, entre el defensor de los armenios y el héroe de la ”Shoá”. Al fin, los justos salvando la dignidad humana frente al silencio de las naciones, las complicidades. Toda una enseñanza para las generaciones futuras.
*Dr. Raúl Woscoff, Centro Raoul Wallenberg Bahía Blanca, Pcia. De Buenos Aires Argentina.