Cuando Raoul Wallenberg llegó a Budapest en julio de 1944, sólo quedaban 200.000 judíos en la capital.
Raoul Wallenberg se convirtió en el líder de un departamento especial que estaba a cargo de defender a los judíos. Incluso antes de que llegara Wallenberg, Valdemar Langlet, líder de la Cruz Roja húngara, estaba colaborando con la Legación sueca. Langlet alquiló edificios a nombre de la Cruz Roja y puso carteles tales como ”Biblioteca sueca” e ”Instituto de Investigación sueca” en las puertas. Estos edificios eran utilizados como escondites para judíos.
Wallenberg no recurrió a los usos y costumbres de la diplomacia internacional. Sorprendió a sus colegas suecos con métodos poco convencionales. Utilizó desde sobornos hasta amenazas. Cuando sus pares diplomáticos comprobaron el éxito de las gestiones de Wallenberg, se unieron a él con ahínco y dedicación.
Los pasaportes de protección creados por Wallenberg
La primera tarea de Raoul Wallenberg fue diseñar un pasaporte de seguridad para ayudar a los judíos en sus relaciones con las autoridades. Wallenberg sabía que las burocracias alemanas y húngaras tenían una debilidad por la simbología. Imprimió entonces los pasaportes en azul y amarillo (los colores nacionales de Suecia) con el escudo de las Tres Coronas en el medio, y los completó con numerosos sellos y firmas.
Obviamente los pasaportes de protección de Wallenberg no tenían ningún valor según las leyes internacionales, pero imponían respeto tanto a nazis como a sus aliados.
En un comienzo, Wallenberg sólo tenía permiso para emitir 1.500 pasaportes. Sin embargo, logró persuadir a las autoridades húngaras para que le permitieran emitir otros 1.000 y, a través de amenazas vacías al ministerio de Relaciones Exteriores de Hungría, logró elevar la cantidad a 4.500 ejemplares.
Para cumplir con su misión contó con la ayuda de cientos de personas.
Todos eran judíos, pero al trabajar para Wallenberg estaban exceptuados de lucir la Estrella de David. En agosto de 1944 el jefe de estado húngaro, Horthy, despidió a su primer ministro pro alemán y nombró al General Lakatos para sucederlo. La situación de los judíos mejoró sustancialmente. Debido a la presión diplomática, orquestada y ampliada por Raoul Wallenberg, Adolf Eichmann ya no podía ”resolver el tema húngaro” tal como lo había planeado.
Wallenberg consideró entonces que su departamento en la Legación podía ser suprimido y que estaba en condiciones de regresar a Suecia. Creía que las tropas soviéticas que estaban invadiendo Hungría con éxito, pronto liberarían Budapest del yugo nazi.
El 15 de octubre, Miklós Horthy anunció que estaba buscando la paz por separado con los rusos. Pero, apenas finalizó su discurso radial las tropas alemanas tomaron el control de la situación. Horthy fue derrocado y reemplazado por el líder de los nazis húngaros, Ferenc Szálasi, líder de los ”Cruz Gamada”, tanto o más temidos que los nazis por sus crueles métodos en el trato de los judíos. Adolf Eichmann pudo así retomar su labor inconclusa.
Wallenberg debió retomar su lucha sin descanso. Con frecuencia fue testigo inoportuno de atrocidades. En muchos casos logró salvar a sus propios colaboradores judíos de las manos de los ejecutores. Sus únicas armas eran su coraje y su conducta inquebrantable.
Multiplicó las ”Casas Suecas” hasta el número de treinta. Se trataba de edificios situados en el distrito de Pest, donde los judíos podían buscar asilo. Una bandera sueca ondeaba sobre la puerta de las viviendas, cada una de ellas declarada por Wallenberg como territorio sueco.
En estos refugios llegaron a residir 15.000 personas.
Las otras misiones diplomáticas en Budapest comenzaron a emitir pasaportes de seguridad siguiendo el ejemplo de Wallenberg. Diplomáticos de otros países se inspiraron y abrieron sus propios ”refugios” para los judíos perseguidos.
Hacia el final de la guerra, cuando las condiciones eran totalmente desesperantes, Wallenberg emitió una versión simplificada de su pasaporte de seguridad, una página de mimeografía que sólo contenía su firma. En el caos prevaleciente hasta eso era útil.
El nuevo gobierno nazi-húngaro anunció que todos los pasaportes de protección eran inválidos. Wallenberg no bajó los brazos. Conoció y sedujo a la Baronesa Elizabeth ”Liesel” Kemény, esposa del ministro de Relaciones Exteriores. Con su ayuda logró reinstaurar la validez de los pasaportes. Mientras esto sucedía, Eichmann comenzó sus brutales marchas de la muerte. Llevó a cabo su prometido programa de deportación al forzar a grandes contingentes de judíos a abandonar Hungría a pie.
La primera marcha comenzó el 20 de noviembre de 1944. Las condiciones a lo largo de la ruta de 200 kilómetros entre Budapest y la frontera austríaca eran tan espantosas que incluso algunos nazis protestaron.
Miles de judíos marcharon en columnas sin fin, hambrientos y con grandes sufrimientos. Raoul Wallenberg permaneció con ellos continuamente, distribuyendo pasaportes de seguridad, comida y medicina. Se turnaba para amenazar y sobornar a los nazis hasta que logró asegurar la liberación de aquellos que poseían pasaportes suecos.
Cuando Eichmann comenzó a deportar a los judíos húngaros en trenes de carga, Wallenberg intensificó sus acciones de rescate. Mientras los vagones estaban detenidos en la estación, trepaba, corría sobres sus techos y entregaba pilas de pasaportes de seguridad a los ocupantes. En una ocasión soldados alemanes recibieron la orden de dispararle, pero estaban tan impresionados por el coraje de Wallenberg que descargaron sus armas apuntando hacia arriba en forma deliberada. Lejos de amilanarse, Wallenberg bajó ileso de los vagones y reclamó airadamente la liberación inmediata de los judíos que tenían pasaportes de seguridad para que regresaran a la ciudad junto a él.
El departamento de Raoul Wallenberg en la Legación sueca creció continuamente. Llegó a emplear a 340 personas. Otras 700 personas también vivían en las oficinas del departamento.
Hacia finales de 1944 Wallenberg había expandido sus operaciones a lo largo del Danubio, desde Buda hasta el distrito de Pest, donde se encontraban los dos ghettos judíos. Los mínimos conceptos de ley y orden que habían existido con anterioridad, ahora habían desaparecido.
El movimiento de los Cruz-Gamadas, la policía y las fuerzas armadas alemanas compartían el poder en una alianza precaria. Wallenberg buscaba desesperadamente gente que pudiera ser sobornada. Encontró un aliado muy poderoso en Païl Szalay, un oficial de alto rango en la fuerza de policía que también pertenecía a los Cruz-Gamada. Luego de la guerra, Szalay fue el único miembro de esa fuerza pro-nazi que no fue ejecutado. Por el contrario, fue liberado en reconocimiento por sus esfuerzos para proteger judíos ayudando a Wallenberg.
Durante la segunda semana del mes de enero de 1945, Raoul Wallenberg supo que Eichmann estaba por poner en práctica una masacre total de los judíos que vivían en el mayor ghetto de Budapest. La única persona que podía evitarlo era el General August Schmidthuber, comandante de las tropas alemanas en Hungría. Szalay se encontró con Schmidthuber y le entregó una nota que declaraba que Raoul Wallenberg se aseguraría de que el general sería considerado enteramente responsable por la masacre y colgado como criminal de guerra al finalizar la contienda. La masacre fue cancelada a último momento como resultado de esta intervención. Dos días después llegaron los rusos y encontraron 97.000 judíos vivos en los dos ghettos de Budapest. Junto a otros que pudieron evitar el exterminio, el número aproximado de judíos sobrevivientes se estimó en 120.000.
De acuerdo con Per Anger, amigo y colega de Wallenberg, el diplomático sueco es responsable de haber salvado alrededor de 100.000 judíos.
El 13 de enero de 1945, soldados soviéticos se encontraron con un hombre que los estaba esperando, sólo y parado junto a la entrada de un edificio en cuya fachada flameaba la bandera sueca. En correcto ruso Raoul Wallenberg le comunicó a un sorprendido sargento que él era el encargado de negocios sueco en las zonas liberadas de Hungría.
Wallenberg obtuvo permiso para visitar los cuarteles militares soviéticos en Debrecen, al este de Budapest. Salió de la capital el 17 de enero, con una escolta militar soviética. Junto a su chofer se detuvo en cada una de las casas suecas en donde se despidió de sus amigos. A un colega, el Dr. Erno Peto, le dijo que no estaba seguro de si era huésped de los soviéticos o su prisionero. Raoul Wallenberg pensó que estaría de vuelta en una semana. Nunca regresó. Aún no se sabe si Wallenberg está vivo o muerto. Los mismos rusos dicen que murió en una prisión soviética el 17 de julio de 1947. Sin embargo, existen testimonios de muchos testigos que indican que todavía podría estar vivo.
Aporte del Museo de Moisés Ville