El viernes 9 de noviembre de 2001 se conmemora la Noche de los Cristales en todo el mundo. Este artículo, escrito por el fundador de la FIRW, fue publicado para esa fecha.
Seguramente más recordado por sus peleas contra Joe Louis, el campéon alemán de box de peso completo Max Schmeling aún es hoy asociado a los íconos de la Alemania nazi. Sus títulos y su imagen fueron utilizados por el régimen hitlerista como herramientas de propaganda para demostrar la supuesta supremacía aria. Sin embargo, Schmeling resistió esas maniobras y su conducta fue siempre la de un caballero y un cabal deportista.
De hecho, muchos años después de finalizada la guerra se reveló que Schmeling arriesgo su vida para salvar la de una familia judía a cuyos integrantes escondió en su cuarto de hotel para luego asistirlos en su escape de Alemania.
Schmeling se hizo profesional de boxeo a la edad de 19 años en 1924. En 1926 ganó el título de medio pesados y en 1929 llegó a la plaza fuerte del box mundial: Nueva York. Allí derrotó a dos de los más destacados pesos pesados: Johnny Risko y Paolino Uzcudun. Así trepó al lugar número dos del ranking y obtuvo la prioridad para luchar por el título.
Schmeling, de mentalidad liberal, -su manager era un judío: Max Jacobs- resistió todos los intentos del régimen nacional-socialista por manipularlo. Obtuvo el título mundial el 19 de junio de 1936 frente a Joe Louis, para muchos expertos el más grande boxeador de la historia. El régimen nazi se esforzaba por presentar la victoria como la evidencia de la inferioridad negra frente a la supremacía aria.
La revancha fue el 22 de junio de 1938 en el Yankee Stadium de Nueva York ante una multitud de 70.000 personas. Muy a pesar de la sana actitud deportiva de Schmeling, la lucha estaba signada por cuestiones políticas y raciales. Louis estaba determinado a reivindicar no sólo su orgullo y el de los Estados Unidos sino el de la población negra. La pelea duró apenas dos minutos y cuatro segundos. Schmeling no pudo frenar la avalancha salvaje de golpes descargada por el enfurecido ‘Bombardero Marrón’.
Sin embargo, Schmeling será recordado por lo que consiguió afuera antes que dentro del cuadrilátero. Su historia es la de un héroe quien durante el pogrom de la Noche de los Cristales, el 9 de noviembre de 1938, salvó las vidas de dos hermanos judíos de apellido Lewin.
En un artículo publicado en la revista History Today, los profesores de la Universidad de Rhode Island, Robert Wiesbord y Norbert Heterich, cuantan como Schmeling escondió a los dos adolescentes, Henry y Werner, hijos de David Lewin.
Los mantuvo escondidos en un lugar seguro en su suite del Hotel Excelsior de Berlín al tiempo que avisaba en consejería que no debía ser molestado debido a una gripe que lo aquejaba. Días más tarde, cuando la furia del pogrom había amainado, ayudo a los jóvenes a abandonar Alemania, desde donde llegaron a los Estados Unidos. En ese país, Henry Lewin se convirtió en un hotelero prominente de Las Vegas.
Luego de la segunda guerra -Hitler nunca le perdonó que se rehusara a afiliarse al partido nazi y en venganza lo hizo alistar para llevar a cabo misiones suicidas como paracaidista- Schmeling peleó otras cinco veces pero nunca accedió a alguno de los diez primeros lugares del ranking. Ganó algunas peleas y en mayo de 1948 fue derrotado por otro veterano, Walter Neusel, en Hamburgo.
Luego de abandonar el boxeo -ganó cincuenta y seis y empató cuatro de setenta combates disputados- Schmeling continuó siendo una fiigura popular y respetada en Alemania y también en los Estados Unidos. Fue premiado con la Cinta de Oro que otorga la Sociedad de Prensa deportiva de Alemania y la ciudad de Los Angeles lo declaró Ciudadano Honorario. En 1967 recibió el Oscar del Deporte de los Estados Unidos. En el mismo año publicó su autobiografía. Antes, en 1957, el ex campeón del mundo adquirió una licencia para el embotellaje de Coca Cola en Hamburgo. Se lo conoce como uno de los más importantes filántropos alemanes.
Atesoró a lo largo de su vida amistad y camaradería y, de algún modo, sus ex rivales se convirtieron en sus amigos. Supo ayudar a Joe Louis a lo largo de su vida y aún después de su muerte: Schmeling pagó su funeral.
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