Gertrud Luckner, nacida en 1900 en Liverpool, pronto se dio cuenta del alcance de la amenaza antisemita por la dictadura nacionalsocialista. Desde 1938 era empleada de la Asociación Alemana de Cáritas, después de haberse convertido de los cuáqueros al catolicismo. Ello fue una condición importante para su ayuda, ya que el acuerdo entre la Santa Sede y el Reich Alemán de 1933 protegía la actividad de Cáritas. A partir de 1940 Gertrud Luckner enviaba paquetes a los judíos de Stettin deportados a Lublin, y más tarde a los judíos del sur de Alemania deportados a Gurs.
En 1941 el arzobispo de Friburgo, Conrad Gröber, le encargó ”la realización de tareas necesarias de cura de alma especial”, con lo cual estaba bajo la protección del obispo. Esto le otorgaba posibilidades financieras y de viaje, que usaba intensamente para sus actividades clandestinas. Gertrud Luckner transmitió mensajes, encargó la falsificación de pasaportes y ayudó a refugiados a huir de Alemania. Utilizó la amplia red de Cáritas para establecer contactos con personas de otras confesiones dispuestas a ayudar. Desde el inicio de las deportaciones de los judíos intentó ayudar a éstos a esconderse y garantizar su supervivencia en la clandestinidad. En sus actividades fue apoyada, entre otros, por una colectividad de católicos comprometidos de Friburgo. Sin embargo, pronto la Gestapo se enteró de la actividad incansable de Gertrud Luckner. Fue vigilada y a causa de una denuncia el 24 de marzo de 1943 arrestada por ”actividad en pro de los judíos y contactos con grupos en contra del estado”. Despúes de numerosos interrogatorios fue deportada en el verano de 1943 al campo de concentración de Ravensbruck, donde permaneció encarcelada hasta el final de la guerra. Después de la guerra trabajó particularmente en favor del diálogo entre cristianos y judíos.