La confrontación del Cónsul de Turquía Selahattin Ulkumen con los nazis en la ocupada isla griega de Rodas durante el Holocausto contribuyó a rescatar a 32 judíos de la comunidad Judía de la isla, pero eso condujo a la muerte de su esposa.
Selahattin Ulkumen nació en 1914 en el seno de una familia musulmana, en Antalya, sobre la costa mediterránea. Luego de sus estudios universitarios ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores y fue designado Cónsul General en Rodas en 1943.
En 1944, con 30 años, Selahattin Ulkumen llegó a Rodas, cercana a la costa turca, junto a su esposa Mihrinissa, embarazada, en el momento en que los nazis tomaban el control de la ciudad para iniciar la deportación de los 1.700 judíos que vivían en la isla. La Gestapo dispuso que todos los judíos se presentaran para su ”traslado temporario a una isla cercana”. De hecho, la idea era conducirlos a Auschwitz-Birkenau.
Ulkumen se dio cuenta de la gravedad de la situación y tanto él como su mujer analizaron formas de proteger a los judíos.
Una de ellas fue pagarles a los pescadores para que transportaran de contrabando judíos a Turquía, en donde estableció contactos diplomáticos para otorgarles protección.
También, se contactó con el comandante alemán, general Von Kleeman a quien le pidió que dejara en libertad a 42 ciudadanos turcos que profesaban el judaísmo. Cuando encontraba que un turco estaba casado con una italiana, decía que la familia era turca. Sólo deseaba haber podido salvar más judíos.
Ulkumen sostenía que, según la ley turca, no había diferencias entre ciudadanos judíos, cristianos o musulmanes, y que si los judíos turcos no eran liberados se originaría un incidente internacional.
Bernard Turiel nació en 1934 en Rodas. Su padre y su hermano estaban en la cárcel, esperando ser transportados a Auschwitz. Fueron salvados por los valientes esfuerzos de Ulkumen, quien insistió que debido al tratado existente entre Alemania y Turquía, los ciudadanos turcos -incluyendo a los judíos- no podían ser deportados.
Si no hubiese sido por las heroicas medidas tomadas por los turcos, nada de esto hubiese sido posible. ”Fueron nuestros salvadores”, dijo Turiel. Se encontraron nuevamente en 1988, cuando la Liga Anti-Difamación de la B’nai B’rith le otorgó a Ulkumen el premio ”Coraje y Protección”.
”Turquía ha sido siempre un país muy acogedor, amistoso que aceptó a los juidíos”, continuó diciendo Turiel. ”Despues de la época de la Inquisición Española, el Sultán de Turquía abrió las puertas del Imperio Otomano a los judíos sefaraditas. Así es como se estableció allí una gran comunidad judía”.
Durante la guerra, la casa de Ulkumen fue bombardeada. Mihrinissa resultó mortalmente herida, pero vivió lo suficiente como para dar a luz a Mehmet. Ulkumen fue deportado al Pireo, allí pasó el resto de la guerra en la cárcel.
Luego de la muerte de la madre de Mehmet, su abuela materna se suicidó, de modo que el niño vivió con su abuela paterna, mientras su padre continuaba siendo cónsul de Turquía. El hijo sufrió mucho a raiz de las decisiones tomadas por su padre durante la segunda guerra mundial.
Cuando el conflicto bélico concluyó, Ulkumen siguió perteneciendo al cuerpo diplomático de Turquía durante otros 34 años. Se retiró en 1979 y falleció a la edad de 89 años, en 2003.
En 1990 fue nombrado ”Justo Gentil” por el Museo del Holocausto de Israel. Es el único turco que ha recibido esta distinción. Su heroismo constituye una fuente de orgullo para todos los ciudadanos de Turquía y es un ejemplo para los hombres de todo el mundo.
Sesenta años más tarde, Mehmet y Turiel se encontraron en Washington en ocasión de una ceremonia en honor del diplomático, realizada en el Museo Memorial del Holocausto. Allí compartieron sus sentimientos de respeto por Selahattin Ulkumen quien en 2001 recibió el más alto honor de Turquía, la Medalla al Servicio Supremo.
Siguiendo los pasos de su padre, Mehmet Ulkumen es actualmente el jefe de protocolo de la oficina de las Naciones Unidas en Ginebra. ”Mi padre siempre desafió a los poderosos y se colocó del lado de los sufrientes”, dijo.
Recuerda que cuando joven le preguntó a su padre si había valido la pena perder a su mujer, a su suegra y, también, casi a su hijo. ”Hijo”, le respondió, ”en el Islam es igual que en el judaismo: salvar una vida es salvar a la humanidad. Sé que tu madre estaba muy orgullosa de mí y yo volvería a hacer exactamente lo mismo”.
”Mi padre solía mencionar un viejo dicho turco: ”Haz un acto de bondad y arrójalo al mar. Si los peces no lo reconocen, Dios lo hará”.
Traducción: Josefina Prytyka