Per Anger (1913 – 2002)
Usualmente se comienza una semblanza hablando de la fecha de nacimiento del protagonista, su lugar de nacimiento, infancia y otras características. No obstante, lo que le interesa al lector es casi siempre ese hecho, ese evento, ese detalle que convierte a la persona en personaje.
Este caso no es la excepción. Aunque más que destacar un hecho, se destaca una labor, una trayectoria, una construcción en una de las peores épocas de la historia humana. Destacamos, entonces, a la persona en sí misma, porque lo significativo aquí es que estamos hablando de un salvador. Un salvador quizás, como producto de circunstancias del azar o del destino, pero el salvador del que hablamos tiene que ver con el qué, el dónde, el cuándo, y, sobre todo, con el por qué.
En este punto de la lectura conviene hacer un alto para introducir un nombre: Per Anger. Nacido un 7 de diciembre en Suecia, fue estudiante de leyes graduado en 1939. Luego de un breve servicio en el ejército, inició su carrera como diplomático en Berlín.
Este es, tal vez, el inicio de su carrera pero, más específicamente, de su misión humana. Testigo privilegiado de la fascinación de las masas por Hitler, no estaba al tanto aún del drástico efecto que esto tendría en él.
Una de sus experiencias más apremiantes y reveladoras tuvo lugar en la ciudad de Berlín cuando, habiendo recibido información confiable sobre los ataques nazis a Noruega y Dinamarca, y en vistas de la amenaza a Suecia, fue el responsable de enviar los datos codificados a Estocolmo. Sus pensamientos lo abrumaron esa noche ante la perspectiva de haber transmitido mal el mensaje.
El problema radicó, sin embargo, en que los países, estimulados por la misma Alemania, se negaban a creer estas informaciones, permitiendo el ineluctable avance nazi en Europa. Pero la labor de Anger no se detuvo. Recién comenzaba.
Posteriormente, en 1942, se desarrolló en tareas diplomáticas en Hungría, asumiendo responsabilidades cada vez más arriesgadas, sobre todo porque los reportes de eliminaciones en cámaras de gas ya habían comenzado a llegar a las armoniosas tierras húngaras… Per Anger presenciaría las persecuciones nazis y la puesta en marcha de la Solución Final una vez que Alemania invadiese Hungría y la situación cambiase drásticamente en marzo de 1944. La primera señal se produjo el día que Anger vio que cada dos o tres transeúntes uno llevaba una enorme estrella amarilla de David en el brazo. Luego diría: ”Nos convertimos en testigos de lo que nunca creímos posible: una exterminación sistemática de la gente”.
La gran idea de Anger consistió en la expedición de pasaportes provisionales para judíos en Suecia y certificados especiales para aquellos que habían solicitado la ciudadanía sueca con el fin de evitar su deportación
Si bien los documentos no eran válidos para la ley internacional, más de 700 fueron emitidos en un principio y el rumor comenzó a difundirse dentro de la comunidad judía, aumentando rápidamente el número de personas que buscaban refugio en el país.
Paralelamente, con la misión de rescatar a los judíos de Hungría, se envió a una persona a Budapest en julio de 1944. Esta persona era Raoul Wallenberg, gran aliado de Anger en sus labores humanísticas durante lo que sería el infierno nazi.
Wallenberg idearía el Schutzpasse, documento más efectivo por los sellos y firmas que presentaba como aval. Tanto alemanes como húngaros no repararon en su ilegalidad: el documento parecía real y eso era lo que importaba. Al proyecto de Anger y Wallenberg se sumarían más colaboradores, quienes se encargaron de la distribución de ropa, comida y medicinas para la operación de rescate.
Per Anger luego recordaría ocasiones en las que Wallenberg lo llamó para que interviniera directamente en los procesos de deportaciones judías, logrando que numerosos perseguidos pudieran salvarse sólo por el poder de la palabra y el temor de los alemanes a ser denunciados.
No todos los esfuerzos dieron sus frutos: Per Anger y el resto de los salvadores presenciaron muchas veces como miles de personas eran arrebatadas por el régimen nazi. ”Pasamos a través de multitudes de gente miserable, más muerta que viva. (…) El camino estaba surcado por cadáveres”.
Pero nunca se rindieron: ”logramos salvar a miles de judíos. Algunos tenían pasaportes suecos, otros fueron salvados gracias a mentiras”.
Tampoco abandonaron su trabajo cuando las tropas soviéticas arribaron a Budapest e intentaron persuadirlos de que se fueran del país. Todos sabían que de acceder toda su labor de rescate sería en vano.
Per Anger y Raoul Wallenberg trabajaron ardua e incansablemente. El último contacto entre ambos fue el 10 de Enero de 1945, cuando Wallenberg desapareció. Anger le había pedido que cancelara sus operaciones y se pusiera a resguardo, pero éste se negó a interrumpir su tarea.
Las labores en Budapest finalizaron ese mismo año, pero Per Anger nunca renunció a la búsqueda de su compañero, difundiendo su trabajo para la preservación judía en la guerra. Anger continuaría su carrera diplomática como embajador de Suecia, realizando demandas respecto del asunto Wallenberg tanto a las autoridades alemanas como rusas.
En los años que siguieron al fin de la guerra, recibió premios desde el Estado de Israel como ”Justo entre las Naciones” y Yad Vashem en 1982, el Órden de Mérito de la República de Hungría en 1995 y reconocimientos desde el Concejo Judío en Suecia en 1996, además de la ciudadanía honorífica israelí en el año 2000. Se plantó un árbol en su honor en la ”Avenida de los Justos” en Jerusalén.
Un Valor Silencioso: Per Anger, El Co – Liberador de Wallenberg de los Judíos Húngaros, el primer libro sobre él, se publicó en 1997, escrito por E. R. Skoglund.
Murió el 25 de Agosto de 2002. Sus labores contribuyeron a salvar a alrededor de 20.000 judíos.
A su muerte, los diarios del mundo titularon acerca del gran diplomático que ayudó a los judíos y uno de los máximos humanistas de la Segunda Guerra Mundial.
Per Anger fue menos grandilocuente, aunque, eso sí, más pragmático: ”Nos concentramos en una sola cosa. Salvar… intentar salvar vidas humanas”.