Aristides de Sousa Mendes, diplomático portugués que se desempeñó en Francia en la época de la Segunda Guerra Mundial, logró salvar miles de judíos, emitiendo visados. Arriesgó una carrera exitosa, pagó un precio muy caro y murió desposeído de todo, pero a pesar de ello su nombre es muy poco conocido en Israel. Una nueva exposición que se inaugurará hoy en la Knesset se brinda para contar la historia de este Justo entre las Naciones olvidado.
La noche del 16 de junio de 1940, el Cónsul de Portugal en Burdeos, Aristides de Sousa Mendes, no podía conciliar el sueño. Bajo su ventana, en el edificio del consulado de la calle Luís XVIII, número 14, se concentraban miles de refugiados. Dos días antes, París había sido ocupada por los Nazis y un enorme flujo de refugiados enfiló camino hacia el sur. Cientos de miles de personas –familias con niños y ancianos- trataban de huir de los alemanes, con la esperanza de cruzar la frontera hacia España, quien había declarado su neutralidad al estallar la guerra. De allí, esperaban continuar hacia Portugal, y de ésta al seguro continente americano.
Pero las instrucciones de Lisboa eran claras: no conceder visados de tránsito a nadie. Entre los refugiados habían muchos judíos, pero no solamente judíos. También habían comunistas, escritores, opositores al régimen, curas y monjas. El gobernador de Portugal, Antonio de Oliveira Salazar, no quería enojar a la Alemania de Hitler, e instruyó a todas sus representaciones diplomáticas para que no otorgaran visado alguno sin el permiso previo de Lisboa. Sousa Mendes pasó esa noche rezando, dividido entre sus obligaciones humanas y su rol diplomático.
En la mañana –testificarían luego sus hijos- su pelo había encanecido totalmente, pero en su corazón maduró una decisión. El 17 y el 18 de junio, mientras los aviones alemanes bombardeaban Burdeos Sousa Mendes trabajaría sin descanso, también de noche, junto a su esposa y su hijo mayor. En total, otorgó 2.862 visas de tránsito a Portugal, en clara rebeldía a las instrucciones de Lisboa. En los días siguientes concedió miles de visados más, cuando se dirigía hacia la frontera española.
A pesar de su valentía, y el precio que posteriormente pagaría Sousa Mendes, su nombre es casi desconocido. Aunque fue declarado Justo entre las Naciones por Yad Vashem en 1966, a pesar de ello su nombre no se menciona en los programas de estudio en Israel. Portugal mismo desconoce a Sousa Mendes, y sólo en 1996 se decidió rehabilitar su nombre. Actualmente Yad Vashem y el gobierno portugués tratan de reparar este error, a través de una exposición, la primera en su género, que se inaugurará hoy en la Knesset y la cual contará la historia de Sousa Mendes ”El Angel de Burdeos”.
En Limousina, Hacia La Libertad
El Doctor Avraham Milgram, historiador de Yad Vashem y curador de la exposición, dice que Sousa Mendes es el Justo entre las Naciones, que salvó el mayor número de judíos después de Raoul Wallenberg, de Suecia, quien trabajó en Budapest. ”Sousa Mendes es mucho menos conocido”- dice Milgram, ” y esto es injusto. Por lo general se conoce a Wallenberg y a Schindler, pero hay una gran diferencia entre Sousa Mendes y Wallenberg, quien fuera enviado para salvar judíos. Sousa Mendes hizo todo en contra de las órdenes. No sólo concedió miles de visados oponiéndose a la voluntad del dictador de Portugal, Salazar, sino que lo hizo conscientemente. Se trata del ejemplo claro de un hombre que procedió según su conciencia, que arriesgó su posición, su servicio y su promoción en el Ministerio de Relaciones Exteriores, a la vez que arriesgó a su familia y su futuro en general. Es un caso fuera de lo común de un hombre recto e idealista”.
Aristides de Sousa Mendes nació en 1895, en el seno de una familia aristocrática. Su padre era Juez en el Tribunal Supremo de Portugal, pero él eligió la carrera diplomática. Tras haber ocupado varios puestos en Europa y Estados Unidos, fue nombrado Cónsul en Burdeos en 1938. Milgram destaca que sus roces con el Ministerio de Relaciones Exteriores en Lisboa empezaron con la emisión de dos visados, aún antes de la afluencia masiva de refugiados hacia el sur de Francia. El primer visado fue otorgado en noviembre de1939 a un refugiado judío, Arnold Visnitzer y su esposa, y el segundo fue otorgado en marzo de 1940, a un médico republicano de España, Eduardo Neira Laporta. Tanto la pareja Visnitzer como al Dr. Laporta corrían peligro de ser internados en campos de concentración en Francia.
Por la concesión de estos visados Sousa Mendes fue amonestado por escrito, en un telegrama de Lisboa: ”Cualquier otro incumplimiento o falta en este campo será considerado como falta disciplinaria , procediendose a un trámite disciplinario, en el cual se tomará en cuenta los actos del cónsul, cuyas advertencias y condenas han sido reiteradas”.
Cuando en la primavera de 1940 empezó la avalancha de refugiados, Burdeos fue ”invadida” por inmigrantes. España estaba dispuesta a dejar entrar refugiados a su territorio, únicamente si estos tenían permiso de entrada a un tercer país, en este caso, Portugal. Salazar, quien intentaba cuidar celosamente sus relaciones con el dictador de España, Francisco Franco, y con Adolfo Hitler, ordenó a los cónsules de España y del sur de Francia – Burdeos, Perpiñán, Marsella, Niza y otros ciudades – no entregar visado alguno.
”El comedor, los dormitorios y las oficinas del cónsul estaban repletos de hombres y mujeres de todas las edades, y especialmente de ancianos y enfermos”- testificaría posteriormente César Méndez, sobrino del cónsul. ”Habían mujeres embarazadas, gente que vió a sus parientes morir en camino, muertos por los bombardeos de los aviones. Dormían en las sillas, en el suelo, sobre las alfombras. No comían ni bebían por temor a perder su turno en la fila. No se bañaban, no se peinaban, ni se cambiaban de ropas, ni se afeitaban. La mayoría, no tenían nada fuera de las ropas que llevaban puestas. Sobre las veredas, en la puerta de entrada, en las escaleras que llevaban al edificio se apretujaban cientos de refugiados que se quedaban noche y día esperando su turno”.
Sousa Mendes decidió dar visado a todo el que lo pidiera, y sin costo alguno. Al personal explicó: ”Mi gobierno rechazó todas las solicitudes de visados, pero no puedo dejar que toda esta gente muera. Nuestra constitución dice que la religión o la nacionalidad del hombre no pueden ser usadas en su contra. Decidí actuar según este principio. Voy a conceder visado a todo aquel que lo solicite, e incluso si me despiden por ello, no puedo actuar sino como católico y según lo que me dicta mi conciencia”
Entre otros, Sousa Méndes concedió visados al escritor judeo-polaco Yulian Tovim y a la familia del duque de Hasburgo. Pero el drama en la casa del cónsul fue sólo el primer capítulo. Sousa Mendes salió hacia la ciudad de Bayona, cercana a la frontera con España, donde se encontró con otros miles de refugiados que trataban de cruzar la frontera. Preso de locura, el cónsul portugués selló los pasaportes de todo aquel con quien se cruzaba, a veces solo con el nombre de ”Mendes”. De allí continuó hacia Hendaya, la última ciudad francesa antes de la frontera, experiencia que fue luego relatada por su hijo mayor: ” Cuando el coche diplomático de mi padre llegó a la ciudad fronteriza francesa, se encontró con un grupo grande de refugiados a los cuales había otorgado visados en Burdeos. Esta gente había llegado a la frontera, pero el gobierno portugués había contactado con los guardias, y les ordenó no aceptar visados firmados por Mendes. Mi padre ordenó al chofer reducir la velocidad y señaló a los refugiados seguir al vehículo, hasta un punto de la frontera en el cual no había teléfono. En su limusina negra, con la matrícula diplomática, mi padre llevó a los refugiados a la ciudad de Irún, en España, hacia la libertad”.
En total, Milgram supone que además de los visados extendidos en Burdeos, Sousa Mendes otorgó otros miles de visados de los cuales no existe registro exacto.
Comidas En Comedores Publicos
Actuar según su conciencia le costó caro a Sousa Mendes. El dictador Salazar ordenó su regreso a Lisboa, donde fue inmediatamente destituido del servicio diplomático. Un comité disciplinario ordenó anular su derecho a recibir pensión así como su indemnización por despido. Sousa Mendes recurrió tanto ante el gobierno como ante el Tribunal Supremo, pero en vano. Sin ingresos, y con una familia de doce hijos, Sousa Mendes se vió obligado a vender su mansión y vivir en la pobreza. . Algunas semanas antes del final de la guerra, sufrió un infarto y quedó parcialmente paralítico. Su esposa, Angelina, sufrió un infarto cerebral y falleció en 1948, sin recibir tratamiento médico. En sus últimos años de vida Sousa Mendes y sus hijos tuvieron que comer en comedores públicos en Lisboa, pertenecientes a ”La Asociación Hebrea de ayuda a los emigrantes” (HIAS). Murió el 3 de Abril de 1954.
La mayoría de los refugiados que salvó, judíos y otros, se quedaron poco tiempo en Portugal, antes de proseguir hacia Estados Unidos y América Latina. Algunos de ellos colaboraron con su familia en el proceso de rehabilitar su nombre, que empezó en Portugal en marzo de 1988, por decisión del Parlamento Portugués.
El Parlamento Portugués decidió en marzo de 1996, devolver a Sousa Mendes su status de cónsul, y en julio del mismo año el Ministerio de Relaciones Exteriores decidió recompensar a su familia. En la exposición, que refleja la biografía de Sousa Mendes por medio de textos y fotos que compiló Pnina Fridman, se mostrarán también algunos de sus objetos personales, que fueron traídos de los archivos del servicio diplomático de Lisboa, entre ellos el bolígrafo con el cual el cónsul firmara miles de visados, al igual que dos condecoraciones que recibiera cuando servía en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Portugal. La exposición se expondrá el 27 de Enero del 2008, día internacional del Holocausto, en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Jerusalén, y posteriormente en Yad Vashem. Una versión reducida de ésta circulará en distintos colegios de Israel.
”Sousa Mendes nunca se arrepintió, a pesar del precio que pagara.” – dice Milgram-” tendría que ser recordado no sólo entre los judíos, ya que sus actos son un ejemplo digno de comportamiento humano y moral”.
Sousa Mendes testificó sobre sí mismo : ” Si muchos judíos sufren por un católico (en referencia a Adolfo Hitler), entonces también un católico puede sufrir por tantos judíos”.
Traducción al castellano Tzipora Shahar