Yo podría ser uno de los beneficiados por los esfuerzos de Carl Lutz en Budapest. En 1944, cuando tenía 6 años, vivíamos en el 32 de Wahrmann Utca (en la actualidad Víctor Hugo Utca). Era parte del llamado Ghetto Internacional, y creo que estaba bajo protección suiza.
Con anterioridad, mi padre había sido destinado a un campo de trabajos forzados. Para Navidad, como la situación empeoró y la facción húngara pro-nazi ”Flecha Cruzada” comenzó a ignorar la inmunidad diplomática del edificio, mi madre y yo fuimos a una casa de seguridad ubicada en una fábrica de cristales en el 26 de Vadàsz utca (inexistente en la actualidad), la cual, como había sido comprada por la Embajada Suiza, era su territorio. Alrededor de 1.200 judíos se encontraban allí, en un espacio muy restringido.
Antes de salir de Hungría, mi padre escapó milagrosamente del tren que llevaba a su grupo de trabajo forzado a un campo de concentración. De algún modo, pudo regresar a Budapest y se reunió con nosotros en la fábrica de cristales. Una tarde, creo que en enero, la Flecha Cruzada violó nuestra inmunidad diplomática y entró en el edificio. Nos hicieron alinear de a tres en la vereda y nos ordenaron mantener las manos arriba. Nosotros (quiero decir los adultos) estábamos convencidos de que nos estaban preparando para marchar hacia la margen más cercana del río Danubio, lugar donde, en este último tramo de la guerra, alineaban a la gente y la fusilaban para que cayeran al agua. Permanecimos de pie en la vereda en Vadàsz utca durante tres horas, a lo largo de las cuales balearon a un par de hombres por dejar caer sus brazos.
Entonces ocurrieron dos milagros: el primero fue un desfile de veinte oficiales de alto rango de la policía de la ciudad de Budapest, expresando su reprobación sobre lo que estaba sucediendo; y el segundo milagro fue un bombardeo aéreo que obligó a los integrantes de la Flecha Cruzada a huir despavoridos en diferentes direcciones. Nosotros simplemente entramos nuevamente al edificio.
Estuvimos en la fábrica de cristales durante siete semanas, hasta la mañana del 18 de enero de 1945, cuando mi padre, que se encontraba cerca del portal principal, afeitándose, escuchó una inconfundible conversación rusa. De hecho, provenía de soldados soviéticos que acababan de liberarnos. Dos horas después, con nuestras pertenencias empacadas, caminamos a través de las quietas y fantasmales calles de una ciudad en ruinas, para volver a nuestro departamento.
Carl Lutz fue indiscutiblemente el responsable de asegurar el 32 de Wahrmann utca y la fábrica de cristales.
Andrew Simon
Traducción: Nora Bellettieri