Era solo un hombre y no tenia demasiado tiempo. Tan solo 8 meses, 32 semanas, menos inclusive de lo que dura un nacimiento. Y sin embargo, en ”solo” esos 8 meses que van desde mayo de 1944 hasta enero de 1945, Friedrich Born se las ingenió para salvar a ”solo” 15.000 almas en la ciudad europea de Budapest.
La proporción aritmética dice que la potencia salvadora de Born (15.000 personas salvadas en 8 meses) era equivalente al 0,0024% de la potencia asesina del Tercer Reich (6.000.000 de personas asesinadas en 72 meses).
Born era un simple diplomático de una organización humanitaria. No contaba con los grandes ejércitos, soldados, armas, aviones, tanques, medios de propaganda ni dinero que sus adversarios tenían para llevar adelante su misión.
Born era ”solo” un hombre. Los nazis un ejército de millones. Pero Born tenía de su lado la inexplicable necesidad humana de salvar. Los psicólogos han intentado por varios medios de comprender cual es el origen, cómo surge ese espasmo irreprimible que sobreviene a una persona y lo moviliza a ”salvar” a otra. Algunos hablan de la ”expresión vacuna” que surge en el rostro de un salvador al preguntársele: ”¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué te arriesgas por ese/esa que no conoces, que ni siquiera sabes si haría lo mismo por ti?”. La ”expresión vacuna” es lo que suele surgir en el rostro del salvador: ”Pero…¿cómo no lo voy a hacer?”, es la respuesta mas habitual.
Guiado, urgido, obligado por ese impulso, Born, Delegado del Comité Internacional de la Cruz Roja en Budapest dedicó todos sus recursos a cumplir con un mandato que surgía de lo mas profundo de su humanidad: emitió miles de cartas de protección de la Cruz Roja a judíos de Budapest. Con ellas, logró sacar a miles de los campos de deportación y de las marchas de la muerte en Budapest y sus alrededores. También consiguió papeles de trabajo para otros 4.000 judíos, evitando así su deportación. Muchas veces hizo esto arriesgando su vida y su puesto. Al amparo del emblema imparcial y neutral de la Cruz Roja, protegió a más de 60 instituciones judías y albergó a más de 7.000 niños y huérfanos. Conocía las debilidades de sus enemigos y las usó a su favor: los nazis querían tener buenos tratos con las naciones neutrales: Born trabajó junto con las representaciones diplomáticas de éstas e instaló miles de casas protegidas por la Cruz Roja. Así logró su cometido: rescatar entre 11.0000 a 15.000 judíos en Budapest, en tan solo 8 meses de labor.
Es aquí donde las aritméticas hacen agua: Born era exponencialmente más débil que sus adversarios, pero sin embargo triunfó y ellos fracasaron: ”Quien salva a un solo hombre salva al Universo entero” dicen las escrituras del pueblo judío.
La pregunta final es inevitable: ¿significa esto que la voluntad de uno puede confrontar la voluntad de millones y triunfar? O, dicho de otra manera: ¿puede una sola persona guiada por el impulso humano más básico -proteger la vida- enfrentar a millones de personas decididas a hacer exactamente lo contrario a ese impulso -destruirla- y sin embargo triunfar?
Por si queda alguna duda sobre como la labor salvadora de Friedrich Born dilucida ese interrogante, están las palabras de Baruck Sharoni, representante del Yad Vashem, al declarar a Born un ”Justo entre las Naciones”:
”…no todo fue barbarie en aquella época. También hubo seres nobles y excepcionales, que arriesgaron su vida y la de su familia, para salvar otras vidas. Hoy, al asistir a la ceremonia de inauguración de este monumento dedicado a los ”Justos entre las Naciones” que permanecieron desconocidos, ustedes seguramente habrán comprendido que debió haber habido muchos otros cuyo nombre es aún desconocido y probablemente lo seguirá siendo para siempre. Estos cuantos miles de hombres y mujeres nos dieron otra vez confianza en la humanidad.”