Cuando dos estudiantes holandeses se acercaron a Jan Zwartendijk para pedirle visas que les permitieran ingresar a territorio holandés en la colonia de Curacao aún no lo apodaban Mr. Philips Radio, aún no era un salvador. Se trataba de un fabricante de lamparitas y radios de la sucursal lituana de Philips Corp. que recientemente había aceptado un puesto como reemplazante del cónsul holandés en Kaunas.
La situación de los judíos era penosa, Zwartendijk lo sabía (Himmler lanzaría una orden en octubre de 1940 prohibiendo las emigraciones judías del territorio ocupado por los nazis en Polonia) y su reacción se basó en esta concepción de la fatalidad que los aguardaba. Con la información que le facilitara L.P.J Decker, embajador holandés en Riga, Zwartendijk se instaló en uno de los agujeros virtuales en el sistema de control y vigilancia nazi, fundamental para ayudar a los perseguidos.
La operación era a simple vista sencilla: Zwartendijk firmó una declaración haciéndola pasar por una visa a Curacao y otras posesiones holandesas en las Indias Occidentales. Decker le había informado que no se requería una visa para ingresar allí, aunque sí un permiso del gobernador, quien rara vez lo concedía. Con el falso permiso de Zwartendijk los dos refugiados se aseguraron la salida de Lituania, mientras que paralelamente, Sugihara, el cónsul japonés en Kaunas y también clave en este proceso, recibió los falsos pasaportes y les concedió visas por diez días a Japón. Ahora, con visas holandesas y japonesas, los dos estudiantes – convertidos en extranjeros – podían conseguir visas soviéticas de salida. De allí el próximo paso era el tren transiberiano y barco hacia el territorio japonés.
Ambos jóvenes, conscientes de la importancia de dichos pasaportes para garantizar la salida a otros refugiados en Lituania, volvieron a comunicarse con Zwartendijk.
Cientos de miles de refugiados en Vilna se dirigieron a la oficina del consulado. Miles de pasaportes se expidieron día por día. A pesar de que el cónsul japonés sabía que las visas eran falsas, las visas temporarias a Japón se siguieron expidiendo a todos los judíos, quienes a su vez las enviaban a sus familiares aún expectantes en Vilna.
Zwartendijk expidió entre alrededor de 2000 visas en 2 semanas; una suma que replicara Sugihara por su lado. A pesar de que ninguno de los dos eran diplomáticos de profesión, sus esfuerzos combinados – que duraran escaso tiempo – salvaron la vida de centenares enviándolos a Japón. Antes de que la guerra terminara, los refugiados pudieron viajar a países libres.
Poco tiempo luego de comenzada, la operación fue desmantelada por los soviéticos en el proceso de nacionalización de la economía lituana. Zwartendijk retornaría al territorio holandés ocupado por los alemanes, volvería a ser el ejecutivo en la fábrica Philips de Eindhoven y moriría en 1979 a los ochenta años.
No obstante, el salvador que ayudara a miles a escapar del territorio ocupado por los nazis se había cristalizado en la conciencia histórica como Mr. Philips Radio. Y luego, en 1997, como uno de los ”Justos entre las Naciones”, condecoración que se le otorgara desde el Israeli Holocaust Memorial.
El valor de muchos de nuestros salvadores radica en haber estado en el lugar y el momento indicados y haber sabido hacer lo correcto.
Como Jan Zwartendijk, el guardián que supo abrir las puertas hacia la salvación.