Padre Horacio moreno, Presidente de la Fundación internacional Raoul Wallenberg
Sr. Jefe de Gobierno de la Ciudad, Dr. Aníbal Ibarra
Señor Duhalde, secretario de Derechos Humanos
Excmo. Sr. Nuncio y decano del cuerpo diplomático
Excelentísimos señores embajadores
Representantes de las instituciones judías
Sr. Sánchez, presidente de la Federacion de Sociedades Españolas
Gran Rabino Ben Hamu,
Amigas y amigos, todos:Supone para mi una gran satisfacción el darles la bienvenida a todos ustedes en este acto que junto con la Fundación Internacional Raoul Wallenberg hacemos hoy en homenaje a un grupo de diplomáticos españoles que tuvieron un papel relevante en paliar los terribles efectos del holocausto.
En palabras del destacado historiador y miembro del comité ejecutivo de la Fundación Wallenberg, Yoav Tenembaum, «si el holocausto pudiese ser conmemorado por una moneda, esta tendría dos caras opuestas: de un lado estaría representado el exterminio de seis millones de personas, y del otro, el heroísmo singular de los justos gentiles, de aquellos no judíos que estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas para salvar las de los judíos».
En esta cara de la moneda podemos ver la imagen de Raoul Wallenberg y de muchos otros diplomáticos de diferentes países que, inspirados en una profunda vocación de humanismo y de solidaridad, cumplieron con un imperativo ético y moral que potenciaba su condición de servidores del estado al que representaban. Son todos ellos ejemplo de las mejores cualidades del ser humano y a ellos rendimos hoy este sentido homenaje.
Recordar esta tarde a ocho diplomáticos españoles, nos produce una gran emoción y orgullo por su valioso y digno comportamiento en aquellos años negros para nuestra querida Europa. Miguel Angel Muguiro en Hungría; el agregado en Berlín, José Ruiz-Santaella; el cónsul en Budapest, el italo-español Giorgio Rerlasca; el conde de casa rojas en Bucarest; Sebastián de Romero en Salónica; Julio Palencia en Sofía y bernardo Rolland en Paris, lograron salvar miles de vidas.
Ángel Sanz Briz, encargado de negocios de España en Budapest (puesto, por cierto, en el que conoció al conde Wallenberg) es quizás el mas conocido de todos ellos. Sanz Briz evito la muerte a miles de judíos húngaros, perseguidos por los nazis. Además de la concesión de documentos protectores a ciudadanos judíos españoles y otros no españoles con residencia en Budapest, hizo extender la extraterritorialidad a varios edificios repletos de refugiados judíos, mediante la colocación de carteles con la leyenda «anexo a la embajada de España». Tras su salida del país en 1944, los empleados de la delegación española en Hungría continuaron protegiendo a los judíos hasta la entrada de las tropas soviéticas en Budapest.
Tuve la suerte de conocer personalmente al embajador Sanz Briz. Estuve en el cementerio de los justos en Jerusalén donde una lapida conmemora su memoria. Quiero decirles que nuestro actual cónsul general en buenos aires, Manuel Fairen, es sobrino carnal del sr. Sanz briz. Sanz briz es hoy para la diplomacia española un orgullo y ejemplo a seguir.
El holocausto es uno de los acontecimientos mas aberrantes de la humanidad que refleja la parte mas negativa de la especie humana. Todavía hoy no acertamos a comprender como hace tan solo sesenta años se pudo cometer aquel genocidio. Su santidad Juan Pablo II, tras su histórica visita a Israel, se pregunto si era posible hablar de dios después de Auschwitz. Pero al recordar aquel genocidio, debemos todos estar alerta para evitar que aquella capacidad de odio y destrucción, que aquella monstruosidad, pueda resurgir disfrazada bajo diferentes expresiones.
Quiero recordar en este acto que el parlamento español aprobó no hace mucho, una modificación del código penal para tipificar como delito criminal el hecho de la negación o justificación de los delitos de genocidio entre los que se encuentra, naturalmente, el holocausto. En Europa hemos sufrido en el siglo pasado, quizás como en ningún otro continente, el flagelo de la guerra y de la destrucción. Hoy tenemos regimenes democráticos firmemente comprometidos con la libertad y el respeto de los derechos humanos.
También en argentina, tras la oscura etapa de la dictadura, existe, felizmente, una conciencia clara sobre la necesidad de salvaguardar los derechos del hombre y aprender de las lecciones del pasado. Es una tarea que no admite fronteras y en la que la comunidad internacional debe reforzar su cooperación. Por ello, los lideres europeos han tomado buena nota de los brotes racistas y antisemitas que se han detectado en nuestro continente con la firme determinación de erradicarlos.
La intolerancia, la sin razón y el desprecio a la vida, el mas elemental y primero de los derechos humanos, son lamentablemente realidades a las que nos enfrentamos en este comienzo de siglo. Viejos y nuevos fanatismos pretenden imponer sus modelos con total desprecio a la libertad y pluralidad de las sociedades libres.
Argentina y España son dos naciones hermanadas por entrañables y permanentes lazos de todo tipo pero, esencialmente, por los vínculos humanos y familiares. Ambos países hemos sufrido trágicos atentados terroristas que han puesto de manifiesto la inmensa solidaridad y sentimiento de pertenecer a una misma familia con valores comunes. En todos nosotros esta presente hoy, y permanecerá durante mucho tiempo, el recuerdo de las 191 personas muertas y de los cientos de heridos en los atentados terroristas del pasado 11 de marzo en Madrid. Ellos, como los 114 muertos en los atentados de hace unos años de la embajada de Israel y de la AMIA en Buenos Aires ya no están entre nosotros, pero, desde el silencio, nos convocan permanentemente a un compromiso de lucha por la tolerancia y el respeto de los derechos humanos. Haremos bien en no olvidar este compromiso.
Finalmente, como embajador de España, en este entrañable homenaje en el que están presentes distinguidos miembros de la querida comunidad judía en argentina, no puedo dejar de referirme a la importante y fundamental savia judía que ha conformado al pueblo español.
Me refiero a los sefardíes que tanto enriquecieron nuestro ser histórico y con los que España ha renovado una profunda relación humana que nunca debió romperse. Las vinculaciones de España con el mundo judío están a la vista a poco que se profundice en nuestras raíces históricas. España es hoy una sociedad plural, abierta y desarrollada, que quiere seguir siendo un hogar para todas las comunidades y credos religiosos.
Agradezco pues muy sinceramente esta iniciativa de la Fundación Wallenberg que con este acto contribuye a preservar la memoria de aquel gran diplomático sueco que fue Raoul Wallenberg, el héroe sin tumba. Su generosa y valiente actitud durante el holocausto es un ejemplo que siempre nos debe acompañar.
Preservemos pues su memoria y la de aquellos otros como los diplomáticos españoles que homenajeamos hoy. Es justo y conveniente que lo hagamos porque en estos tiempos turbulentos que nos ha tocado vivir, su recuerdo hace que podamos seguir creyendo en la humanidad e imaginar un futuro prospero y en paz para todos.
Y a todos ustedes, muchas gracias por su presencia.
marzo 30, 2004