Si el Holocausto pudiese ser conmemorado por una moneda, esta tendría dos caras opuestas: de un lado estaría representado el exterminio industrial de seis millones de personas y, del otro, el heroísmo singular de los Justos Gentiles, aquellos que no siendo judíos arriesgaron sus vidas, la de sus seres queridos y todas sus pertenencias para salvar las vidas de los judíos condenados a muerte por el régimen nazi.
Es en esa otra cara de la moneda vemos reflejada la imagen de Raoul Wallenberg, así como la de muchos diplomáticos de diferentes nacionalidades quienes, inspirados en una profunda vocación humanista y solidaria, cumplieron con el imperativo ético y moral que su rol de funcionario público les imponía. Todos son la encarnación de las mejores cualidades del ser humano y a ellos rendimos homenaje.
Entre los muchos servidores de Estado que permitieron que centenares de miles de vidas no fueran segadas, no ha sido menor el rol cumplido por los valientes diplomáticos españoles; entre ellos el injustamente olvidado Eduardo Proper de Callejón.
Recordarlos nos produce una singular emoción pues su coraje y digno comportamiento en aquellos años negros para el mundo son un faro de inspiración que nos ilumina cuando las fuerzas y la esperanza nos abandonan.
Proper de Callejón en Francia; Miguel Ángel Muguiro en Hungría, José Ruíz Santaella en Berlín; Giorgio Perlasca en Budapest; José de Rojas y Moreno en Bucarest; Sebastián de Romero Radigales en Salónica; Julio Palencia en Sofía y Bernardo Rolland de Miota en Paris lograron salvar miles de vidas por que cumplieron con su deber y por que renunciaron a la vida fácil y los lujos prestados.
A Eduardo Propper de Callejón lo ganó el olvido. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial cuando desempeñaba su cargo como Primer secretario en la embajada española en París, arriesgó su vida para proteger a miles de judíos.
Durante esos años, el diplomático español se encargó de firmar, muy sutilmente, los documentos para que una gran cantidad de personas pudieran escapar de los nazis; con mucha astucia colocó bajo su protección obras de arte, bienes y una serie de pertenencias de los judíos fuera del alcance de los nazis.
En septiembre de 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Propper anunció al Ministerio de Asuntos Exteriores francés que el castillo de Rayaumont, al norte de París, se había transformado en su residencia principal y en oficinas diplomáticas. De ese modo, a partir de la declaración de guerra, tanto la propiedad y los terrenos de Royaumont como el contenido del domicilio del diplomático se encuentran bajo protección de la bandera española.
La información proporcionada al gobierno francés formaba parte de una ingeniosa estrategia que utilizó el diplomático español para proteger los haberes de la familia de su esposa: Helene Fould-Springer, austro-francesa de origen judío.
No obstante, su actuación más relevante, pero para muchos ignorada, fue durante los últimos días (22 de junio de 1940) de la Francia antes de la firma del armisticio, en el consulado de España en Burdeos.
Propper comenzó a trabajar incansablemente día y noche. Con el paso del tiempo, se corrieron rumores que el consulado de España emitía visados y las oficinas se llenaron de personas desesperadas por cruzar la frontera.
A pesar de su comportamiento ejemplar su carrera tuvo trágicas consecuencias: poco tiempo después Francisco Franco nombró como primer secretario a Ramón Serrano Suñer: pro-nazi y antisemita.
Eduardo Propper de Callejón murió en el año 1972 sin recuperar su cargo y sin haber obtenido el reconocimiento que su persona y gesta merecen.
El Holocausto es uno de los acontecimientos mas aberrantes de la humanidad que refleja la parte mas negativa de la especie humana. Todavía hoy no acertamos a comprender como hace tan solo sesenta años se pudo cometer aquel genocidio. Debemos todos estar alerta para evitar que aquella capacidad de odio y destrucción, que aquella monstruosidad, pueda resurgir disfrazada bajo diferentes expresiones.
El parlamento español aprobó no hace mucho, una modificación del código penal para tipificar como delito criminal el hecho de la negación o justificación de los delitos de genocidio entre los que se encuentra, naturalmente, el holocausto. También consagró el día 17 de enero a la memoria del Holocausto y de todos los genocidios. Europa ha sufrido en el siglo pasado, quizás como en ningún otro continente, el flagelo de la guerra y de la destrucción. Hoy, afortunadamente, rigen regímenes democráticos firmemente comprometidos con la libertad y el respeto de los derechos humanos.
Salvaguardar los derechos del hombre y aprender de las lecciones del pasado es una tarea que no admite fronteras y en la que la comunidad internacional debe reforzar su cooperación.
El desprecio a la vida, el mas elemental y primero de los derechos humanos, es lamentablemente una realidad a las que nos enfrentamos en este comienzo de siglo. Viejos y nuevos fanatismos pretenden imponer sus modelos con total desprecio a la libertad y pluralidad de las sociedades libres.
En todos nosotros esta presente aún hoy, y permanecerá durante mucho tiempo, el recuerdo de las 191 personas muertas y de los cientos de heridos en los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Ellos nos convocan a asumir un compromiso de lucha por el respeto de los derechos humanos.
Preservemos pues la memoria de los diplomáticos españoles salvadores. Es justo y conveniente que lo hagamos porque en estos tiempos turbulentos que nos ha tocado vivir, su recuerdo hace que podamos seguir creyendo en la humanidad e imaginar un futuro prospero y en paz para todos.
Otros diplomáticos Españoles salvadores
Ángel Sanz Briz (1910-1980)
Sanz Briz (1910, Zaragoza) fue un joven diplomático del gobierno franquista que cumplió una misión como encargado de negocios de España en Budapest entre 1943 y 1944. Lo que hizo en ese breve lapso de tiempo le valió pasar a la historia como héroe de la humanidad.
Sin que mediara una orden de su gobierno, Sanz Briz utilizó todos los recursos posibles para evitar que miles de personas fueran conducidas a las cámaras de gas de Auschwitz y Birkenau. Trabajó en colaboración con Raoul Wallenberg, detenido y desaparecido en 1945 por el ejército soviético; el Nuncio Apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que conformaban una suerte de red clandestina de salvataje.
Entre sus más fieles colaboradores se encontraba Jorge Perlasca, un amigo italiano que se autoproclamó embajador de España cuando Sanz Briz fue obligado a abandonar la misión a fines de 1944 y que salvó a miles de la deportación a los campos de exterminio.
Trabajando sin pausa, provisto sólo de determinación y coraje, Sanz Briz emitió miles de cartas de protección que garantizaban inmunidad a sus portadores. Cuando era interpelado por las autoridades pro-nazis o por el mismísimo Adolf Eichmann -encargado de la ”Solución Final” en Hungría- argumentaba que se trataba de documentos para ser entregados sólo a judíos sefaraditas, a quienes el gobierno de Franco les reconocía su derecho a la nacionalidad española.
”Las doscientas unidades que me habían sido concedidas las convertí en doscientas familias; y las doscientas familias se multiplicaron indefinidamente merced al simple procedimiento de no expedir documento o pasaporte alguno con un número superior a 200”, contaría años después Sanz Briz en el libro ”España y los Judíos”, de Federico Ysart.
Sólo una minoría de los aproximadamente 5.200 judíos que salvó Sanz Briz era de origen español.
El 16 de Octubre de 1994 fue descubierta una placa en su memoria frente al Parque San Esteban, en una de las casas de Budapest que sirvió de refugio a centenares de judíos. En España, su rostro y nombre ilustran una estampilla conmemorativa de una serie dedicada a los derechos humanos.
Miguel Angel Muguiro
Miguel Ángel de Muguiro era Encargado de Negocios de España en Budapest en Marzo de 1944, cuando las tropas alemanas entraron en Hungría. Muguiro se había mostrado muy crítico con el antisemitismo del gobierno húngaro. Sus despachos a Madrid denunciaban las leyes que excluían a los judíos de la vida económica, la obligación de llevar la estrella de David y los distintivos amarillos, los saqueos de los negocios judíos e incluso las reacciones del pueblo húngaro ante estos hechos . Muguiro denunció también los proyectos encaminados a aniquilar a los judíos en Hungría. La posición crítica de Muguiro fue una fuente de tensiones entre el Gobierno de Madrid y el Gobierno húngaro, que denunció su actitud. Esta situación culminó con el cese de Muguiro, acusado de perturbar las relaciones entre los dos países. Fue sustituido por Ángel Sanz-Briz.
Julio Palencia (1884-1952)
En diciembre de 1940, Bulgaria aprobó una amplia legislación antisemita, aislando a 50.000 judíos búlgaros del resto de la población, y restringiendo sus actividades comerciales, con el fin de retirarlos de la vida pública. Desde el primer momento, Julio Palencia, Ministro Plenipotenciario en la Legación de España, llevó a cabo una decidida defensa de los judíos de origen sefaradí (unos 150) y de sus bienes.
Por decisión de Eichmann, los judíos búlgaros fueron incluidos en el programa de exterminio alemán. En 1943 Julio Palencia tuvo noticia de la inminencia de las deportaciones por el Primer Ministro Bogdan Filov. Inmediatamente telegrafió a Madrid solicitando la intervención del gobierno español. Además, realizó gestiones ante Filov, al tiempo que pidió permiso a Madrid para nombrar agentes consulares a sueldo en aquellas ciudades donde residían más judíos sefaradíes, logrando evitar las deportaciones.
Palencia continuó insistiendo a Madrid para lograr la evacuación de judíos a España y, paralelamente, no dejó de interceder ante las autoridades búlgaras, de tal manera que su situación se tornó insostenible. La policía búlgara, que vigilaba el edificio de la embajada e interrogaba a todos los que entraban y salían, detuvo al secretario de Palencia, que era judío, acusándolo de espionaje. Finalmente, Palencia apeló al Embajador alemán en Sofía, aunque sin éxito, para proteger a los judíos.
Su posición clara y decidida le valió el epíteto ”el amigo de los judíos” en la correspondencia alemana. En efecto, Palencia tuvo la audacia de desafiar abiertamente a las autoridades nazis, oponiéndose a la ejecución de un judío búlgaro, León Arié, dirigiéndose al embajador alemán en Sofía para denunciar los atropellos. Logró que los tribunales búlgaros lo autorizaran a adoptar al hijo y a la hija de Arié, a cuya madre alojó en la residencia oficial y protegió con un pasaporte diplomático español.
La tensión llegó a tal extremo que, finalmente, Julio Palencia fue declarado ”persona non grata”, y tuvo que volver a Madrid. No sin antes afrontar situaciones de gran dramatismo a causa de su intento de llevarse consigo a sus hijos adoptivos, contrariando a los nazis.
Al finalizar su misión Julio Palencia había salvado las vidas de más de 600 judíos búlgaros.
José de Rojas y Moreno
José Rojas llegó a Bucarest en 1941, denunciando desde el primer momento la política de persecución de los judíos y adoptando actitudes enérgicas contra las deportaciones de judíos. Asimismo, intentó mejorar en todo momento las difíciles condiciones de vida de los judíos. Tuvo iniciativas tan curiosas como la confección de carteles que fueron colocados a la entrada de 300 casas de familias judías con la leyenda ”aquí vive un español”.
Rojas fue responsable de la evacuación a España de 65 judíos sefaradíes en 1944, además de proporcionar protección a los bienes y hacienda de otros 200 judíos perseguidos.
Bernardo Rolland de Miota
Bernardo Rolland, Cónsul General en París desde 1939, se distinguió por su decidida defensa de los judíos, enfrentándose en algunas ocasiones a su embajador, José Félix de Lequerica, quien se inclinaba por no contrariar excesivamente a las autoridades del gobierno pro-nazi de Vichy y a los alemanes. En un primer momento, luego de que Vichy adoptara el ”Statut des Juifs”, por el que se distinguía a los judíos del resto de la población, imponiéndoles todo tipo de prohibiciones, Rolland concentró sus esfuerzos en evitar la confiscación de los bienes de los judíos.
En agosto de 1941, Rolland interviene activamente en favor de 14 judíos sefaraditas que habían sido detenidos y enviados al campo de concentración de Drancy. Por esas mismas fechas, asume una iniciativa arriesgada, de la cual tenemos noticia gracias a un memorándum alemán del 14 de Septiembre. Rolland apeló a las autoridades alemanas de París proponiendo que en el término de unas semanas 2000 judíos, incluidos los detenidos de Drancy, fuesen transferidos al Marruecos español. Posteriormente, aunque sin demasiado éxito, intentó por distintas vías facilitar la salida de los judíos de Francia, al tiempo que continuó con sus denuncias de las cada vez más severas persecuciones.
En 1942, las gestiones de Rolland tuvieron éxito. Las autoridades de Vichy se vieron imposibilitadas de incautar el patrimonio de los judíos.
En septiembre de 1943, el gobierno español, a pesar de las presiones alemanas, empieza a evacuar ciudadanos franceses desde Cádiz, Algeciras y Málaga. Aún cuando Rolland terminó su mandato en París a mediados de 1943, es seguro que sus repetidos esfuerzos en favor de los judíos contribuyeron decisivamente a hacer posible estas evacuaciones.
Sebastián de Romero Radigales
A mediados de abril de 1943, Sebastián de Romero Radigales llegó a Atenas como nuevo Cónsul General de España. Desde su arribo a la capital griega, Romero Radigales puso todo su empeño en la defensa de los judíos sefaradíes (más de 800 personas entre las comunidades de Atenas y Salónica). Para ello invocó, como Sanz-Briz y otros, un decreto de 1924 que ofrecía a los judíos sefaradíes la posibilidad de acceder a la nacionalidad española, aunque sin precisar los requisitos. En un documento fechado el 30 de Abril de 1943, que consta en el registro del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, el embajador en Atenas Günther Altenburg deplora las insistentes demandas de Romero Radigales, a causa de las cuales se vió forzado a posponer la deportación de varios centenares de judíos de origen sefaradí. En consecuencia, el embajador alemán pedía la intervención de su Ministerio, con objeto de pedir a Madrid que cursase instrucciones a Romero Radigales para que dejase de interferir en las deportaciones.
Romero Radigales llegó a adoptar iniciativas que resultaron en la evacuación de 150 personas de un tren militar italiano, y luchó hasta el último momento por impedir la deportación de las 367 personas restantes, provocando un profundo malestar en las autoridades alemanas. Sus esfuerzos fueron en un primer momento infructuosos. Sin embargo, las gestiones realizadas por las autoridades españolas tuvieron éxito en febrero de 1944 cuando los alemanes autorizaron el traslado a España de los deportados.
También había dado órdenes oportunas para que en la delegación española fuesen depositados los bienes de los deportados sefaradíes con el objeto de evitar que cayesen en poder de los nazis, permitiendo su posterior recuperación.
José Ruiz Santaella
Ingeniero agrónomo de profesión, fue nombrado Agregado de la Embajada de España en Alemania el 5 de Septiembre de 1942. Desde su puesto, arriesgó su vida en numerosas ocasiones para salvar a judíos perseguidos. Su heroica actividad humanitaria le valió el nombramiento de Justo entre las Naciones concedida por el Museo del Holocausto de Jerusalén.
El 1 de Septiembre de 1944 fue destinado a la Legación de España en Suiza, donde estuvo hasta 1946, fecha en que fue destinado a la delegación diplomática en La Haya.
Giorgio ”Jorge” Perlasca (1910 – 1992)
Fiel a su condición de simpatizante de las ideas nacionalistas de Gabriele D’Annunzio, Giorgio Perlasca se postuló como voluntario para pelear del lado de Francisco Franco en la guerra civil española. Finalizado el conflicto regresó a Italia en donde lo sorprendió el comienzo de la segunda guerra mundial y la alianza entre Mussolini y Hitler. Fue en ese momento cuando abandona el fascismo y decide en su intimidad permanecer leal sólo al Rey Victor Emanuel III. El viejo rencor hacia Alemania, país contra el cual Italia había peleado en la primera guerra, y las leyes raciales alemanas de 1935 pusieron un límite a su exacerbado patriotismo. ”No era ni fascista ni anti-fascista; era anti-nazi.”, contaría mucho después.
El otoño de 1943 lo sorprende en Budapest como delegado oficial del gobierno italiano con status de diplomático. Había sido enviado a los países del este europeo con la misión de comprar carne para el ejército italiano. El 8 de octubre el general estadounidense Dwight Eisenhower anuncia la rendición incondicinal de Italia a las fuerzas aliadas. Perlasca entonces hace público su juramento al monarca italiano lo que le cuesta libertad. El gobierno húngaro, amenazado por Alemania, lo toma como prisionero y lo recluye en un castillo reservado para diplomáticos. Luego de unos meses de cautiverio aprovechó un pase médico que le permitía viajar dentro de Budapest para escaparse y pedir asilo en la Embajada de España, el país de sus aventuras juveniles. Súbitamente Giorgio paso a llamarse ”Jorge”, con iguales derechos a los de un ciudadano español.
Al poco tiempo comenzó a colaborar con las acciones de rescate de judíos que ejecutaba Ángel Sanz Briz, el Cónsul al mando de la legación, en colaboración estrecha con otras delegaciones diplomáticas como las de Suiza, Suecia, Portugal y el Vaticano.
Cuando Sanz Briz se vió obligado a abandonar Hungría a finales de 1944, para no reconocer al nuevo gobierno pro-nazi de Ferenc Szalasi, las autoridades tuvieron la oportunidad de avanzar sobre las casas de protección españolas. De inmediato, y para evitar lo peor, Perlasca hizo creer al Ministerio del Interior que Sanz Briz lo había nombrado su sucesor.
Se autonombró Embajador de España y en un papel con membrete oficial redactó su designación como representante del gobierno de Franco. Entregó el documento falso a las autoridades de la Cancillería húngara que lo aceptaron sin reservas. Acto seguido, puso bajo su custodia a miles de refugiados ocultos en las casas españolas y, al igual que Raoul Wallenberg, negoció con los sabuesos nazis para bajar de los trenes a la mayor cantidad de condenados a muerte en los campos de exterminio.
…”Los familiares de los españoles en Hungría requieren su presencia en España. Hasta que se reanuden las comunicaciones y el viaje sea posible, permanecerán aquí bajo la protección del gobierno de España.”, rezaban sus cartas de protección basándose en una ley de 1924 por la cual se otorgaba la ciudadanía española a todos los judíos sefaraditas.
Con el Ejército Rojo en Budapest y la certeza de que alrededor de 5.200 judíos estaban a salvo, Perlasca inició el retorno a Italia.