Extraído del libro «Mi historia, mi vida» de Herman Weitz. Editado en 1991
La habitación estaba a oscuras, las cortinas cerradas casi por completo. Bosques me miró desde su escritorio y me dijo: «Monsieur Weitz, usted nunca va a poder entrar a Méjico porque le ofreció dinero a un empleado consular.»
Era una de mis últimas oportunidades, ya no me importaba lo que los demás pensaran o hicieran, pero al final estaba a punto de aclarar las cosas. Le respondí que en ningún momento le había ofrecido dinero a un funcionario consular (lo cual era verdad ya que le había ofrecido dinero a un general español, no a un funcionario mejicano), que le habían mentido y que quería ver qué tipo de evidencia existía para probar que yo había hecho ese tipo de soborno, porque eso es lo que era, un soborno que yo nunca había hecho y cuya existencia dañaba mi reputación. Continué de este modo por un tiempo cuando, para mi sorpresa, el cónsul finalmente accedió a otorgarme la visa. Con unos movimientos de su lapicera hizo su firma y luego llamó a su secretaria para agregar el sello oficial en los papeles.
Yo no podía creerlo cuando salía de la oficina con los documentos firmados. ¡Lo había hecho, verdaderamente lo había hecho! ¡Finalmente estábamos fuera de Europa!
Pero nada es tan fácil en la vida. Además, todavía me tenía que ocupar de mi hermano Morr.
De un modo u otro, el romance de Moor con Louise había terminado y se había estado quedando con nosotros en Marsella por un tiempo. Las visas que me había otorgado el embajador de Méjico nos cubrían a todos nosotros, así que no tendría problema para entrar a Méjico. Mi única preocupación era sacarlo de Francia de un modo seguro.
Francia no sólo exigía una visa de entrada sino también un permiso de salida. Cuando estuvo en Alemania, Moor había estado muy involucrado en el movimiento anti-nazi llamado «Die Eiserne Front», el cual tenía confrontaciones periódicas con los camisas negras antes de que los Nacional socialistas llegaran al poder. Teníamos miedo de que el gobierno de Vichy tuviera una lista de todos los anteriores miembros del Frente y que en el momento en que Moor fuera a pedir su permiso de salida, los funcionarios colaboracionistas de Vichy lo entregaran a los Nazis. No había manera de hacerlo entrar en forma ilegal al puerto de Marsella, porque estaba muy bien custodiado, por ello no sabíamos que hacer con mi hermano.