Gerda Berlowitz y Joachim Marcuse se conocieron de adolescentes en actividades de la asociación cultural judía en Berlín. Ambos tenían simpatías por el movimiento socialista, eran perseguidos por ser judíos y fueron obligados a trabajos forzosos. En enero de 1942 se casaron.
La joven judía Hilma Ludomer trabajaba como capataz en la misma empresa en la que estaba empleada Gerda Marcuse. Cierto día, al derramar Hilma un balde de agua mientras limpiaba, un vigilante la acusó de cometer un acto de sabotaje y la amenazó con avisar a la Gestapo.
Gerda Marcuse, que presenció el incidente, se percató de inmediato del peligro que corría su colega. Instó a su esposo a esconder a Hilma en su piso. Esa misma noche Joachim fue a buscar a Hilma a su casa y, después de una larga discusión con el padre, quien creía que su hija estaba protegida por sus méritos como combatiente en el frente en la Primera Guerra Mundial, Marcuse pudo llevarse a la joven. Cuando, al día siguiente, Hilma pasó por el frente de su domicilio, vió como sus padres era arrestados por la Gestapo. Hilma se quedó dos semanas en casa de Gerda y Joachim, más luego estos se vieron obligados a pedirle que buscara otro refugio ya que Joachim vío en peligro su propio plan de fuga, que estaba preparando.
Hilma Ludomer sobrevivió en un escondite provisto por un amigo que no era judío, cuyo nombre aún se desconoce. Gerda y Joachim Marcuse lograron huir a Suecia gracias a la ayuda de Sigurd Larsen.