”Señor jefe de Gobierno de la Provincia, Sr. Jefe de Gobierno de las Palmeras, autoridades militares, secretarios, subsecretarios, invitados especiales, señoras y señores, amigo Baruj Tenembaum y su esposa Perla, y Sra. Esposa del Gobernador.”
”Pensaba, cuando veía las fechas y se iba desarrollando el video, en una canción de Cafrune ”La patria no se hizo sola, la soñaron unos cuantos y la ganaron después unos hombres de a caballo”. Así era nuestro país allá por 1880, cuando llegaron los inmigrantes a la zona de las palmeras, primer asentamiento de los rusos, judíos que venían por los problemas de Europa. También nuestro país en 1880 estaba saliendo de innumerables problemas internos, se ponía en marcha nuestra Constitución abierta al mundo, porque hacia muy poco había terminado la Campaña al Desierto, necesitábamos cubrir nada menos que 15.000 leguas, de superficie que para los que somos del campo eso daba como 37 millones de hectáreas.
Y había que cubrirlas había que trabajar, había que producir para que este país llegara a ser lo que en algún momento fue: la séptima economía del mundo. Y eso lo hicieron los inmigrantes. Este país tiene los cuatro climas, de un norte tropical húmedo a veces, o seco, depende si hablamos del este o el oeste, a un sur de fuertes vientos con mucho frío, es decir había para todos los gustos.
Desde los galeses que fueron al sur, los judíos que vinieron al litoral o los musulmanes que fueron hacia el norte buscando climas más secos. Pero todos ellos, cubiertos por una generosa Constitución hicieron lo que fue nuestro país. Y así se formó nuestra patria con gente que venía con necesidades, pero con ilusiones y con esperanza. Tenían la esperanza primaria que tiene el ser humano: vivir tranquilo, sentirse cobijado, formar una familia, tener hijos y una ilusión. Y la ilusión era: ”mi hijo el doctor”. Todos pensaban que había que dar educación a sus hijos, que verdad, 125 años atrás pensábamos que la salida de nuestra comunidad era la educación.
Y esas raíces son las que seguramente están, reflotan y aparecen en mi querido amigo Baruj. Todos los que hemos vivido en esos pueblos pequeños, donde la comunidad es importante, donde la maestra de la escuela es fundamental, donde el esfuerzo de nuestros padres lo vivíamos de la mañana a la noche, fue la época de Baruj y la mía, pero fundamentalmente la de él, porque de él se trata, el trabajo era de sol a sol y a la noche se reunía la familia alrededor de la cocina a leña, arrimándole el tizón al fuego para hacer el guiso de la noche o el puchero del mediodía.
Había que conseguir las cosas mínimas, pero no se perdía esa ilusión, esa esperanza de que sus hijos se educaran, pudiesen ir como fue Baruj, a estudiar después de cursar la primaria en ese pueblo que seguramente lo lleno de ilusiones y de emoción, que cuando van pasando los años renacen y él dice ”Nunca me fui de mi pueblo”, no te vas a ir nunca, vas a estar pegado hasta el último día a tu pueblo, porque ésa es tu vida. Y todo lo que hiciste viajando por el mundo y haciendo todo lo que has hecho en la Fundación, la Casa Argentina en Israel Tierra Santa, cuyo presidente es el Padre Moreno, y luego la Fundación Wallenberg y las cosas que hemos hecho y que me has ayudado a entender, no son de casualidad. Tienen sus raíces en Las Palmeras, no tienen su raíz en ninguna gran universidad, tienen la raíz en la familia, tienen la raíz en una zona tan importante como es esa, en el esfuerzo de tu familia y, por supuesto, en la visión del mundo que te permite ver todas esas cosas. Y no es casualidad que Baruj defienda los principios de no discriminación de raza, credo o color de piel. Ése fue nuestro país y así tiene que ser, yo creo que esta es una de las principales cosas que debemos defender.”
”Amigos quería compartir con ustedes estas palabras y decirle gaucho de las palmeras, este gaucho de cañuelas realmente te felicita.”
Desgrabación: Lara Schujovitzky