El domingo 13 de noviembre de 2005 tuve el honor de entrevistarme con Agnes Adachi en la oficina de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg (IRWF) en Nueva York. Mi colega, Michael Ragsdale, grabó en video la entrevista. Yo me preguntaba: ”¿Cómo fue que terminé entrevistando a esta valerosa mujer judeo-húngara que fue rescatada por Raoul Wallenberg y que, luego ella misma se convirtió en una salvadora de otros?”
Creo que las semillas de mi voluntariado en la FIRW fueron plantadas en el barrio de Williamsburg, Brooklyn, en donde nací y fui criada. Mis padres nacieron en Puerto Rico. Mi madre tiene 87 años, exactamente como Agnes Adachi. Crecí siendo muy pobre y durante el tiempo en que mis padres, mis hermanos y yo vivimos en Williamsburg existía allí una violencia extrema, pandillas peligrosas, pobreza, dificultades, abusos, y atrocidades sin fin. Sin embargo, en medio de toda esa negatividad, mis padres me hicieron tomar consciencia de una presencia mucho más poderosa, la celebración de la diversidad. No tolerancia, sino celebración completa.
Vivía en un complejo de viviendas de alquiler donde la población predominante era de portorriqueños y negros. Sin embargo, la comunidad de Williamsburg también estaba compuesta por individuos de una multiplicidad de culturas y religiones incluyendo italianos, gitanos, alemanes, polacos, dominicanos, testigos de Jehová, católicos y judíos ortodoxos. Mis padres interactuaban con la gente sin importar cuales fueran sus orígenes religiosos, culturales o étnicos. Recuerdo que escuchaba sus conversaciones. Miraba cómo mis padres trataban a cada uno. No trataban a la persona judía diferente que a la persona de Puerto Rico ni diferente que a la persona negra. Los gitanos venían durante los meses más calientes y partían durante los meses más fríos. Alquilaban departamentos con vista a la calle. El primer verano que los vi, pregunté a mis padres quiénes eran. Mi madre me lo explicó. Cuando no los vi en el invierno, le pregunté a mi madre qué había sucedido. Ella me explicó que volverían otra vez. Y lo hicieron. Era feliz cada verano cuando los veía. Deseaba saber todo sobre toda la gente de las diferentes culturas de mi vecindad.
No es ninguna sorpresa que luego eligiera seguir estudios en sociología. Mis padres nunca se burlaron de las creencias espirituales, religiosas o culturales de otras personas. En lugar de eso, me explicaron sobre ellos tanto como les fue posible. Mis padres crecieron en medio de una gran pobreza y enfermedades en Puerto Rico. Consecuentemente, no pudieron terminar sus estudios. Mi madre tenía 5º grado terminado y mi padre no había podido terminar la escuela secundaria. Ambos comenzaron a trabajar cuando eran muy jóvenes, antes de alcanzar la edad adulta. No pudieron darme estudios académicos, pero sí pudieron darme un regalo para el cual no hay diploma de grado en la universidad o la escuela secundaria. De mis padres, especialmente de mi madre, aprendí a honrar y celebrar la diversidad.
Cuando nos mudamos desde Williamsburg a una zona de Queens en Nueva York, mi madre conoció a la arrendataria anterior del departamento. La mujer era judía y dijo a mi madre que había una mezuzah en el lado derecho de la puerta del departamento. La mujer le preguntó a mi madre si ella deseaba quitarla. Mi madre dijo que no. Eso fue en 1973. La mezuzah todavía está allí. Mi madre fue criada como católica. En su puerta del departamento tiene un cuadro de Jesús. Cuando deja el departamento toca la foto de Jesús y la mezuzah y ruega. Yo he sido aceptada para estudiar en un seminario en Nueva York para convertirme en una ministro interreligiosa. Mi interés en seguir el ministerio interreligioso tiene raíces muy fuertes en la observancia de la fe de mi madre y de la influencia que la comunidad judía tuvo y continúa teniendo en mi vida.
Raoul Wallenberg arriesgó su vida para salvar otras. Una vez que fue salvada por Wallenberg, Agnes Adachi habría podido elegir cuidarse solamente a sí misma y a su familia. En lugar de eso, tomó la decisión de ayudar a rescatar a otros, no una vez sino repetidas veces. Nadie forzó a Agnes Adachi a salvar a otras personas. Tales actos de altruismo restauran mi fe en la humanidad.
A finales de los ’80 tuve el honor de estudiar en la Humboldt State University, en Arcata, al norte de California. Mi major (1) de estudios era la sociología. El presidente de mi comité de tesis era el profesor Samuel Oliner. Él es judío y perdió a su familia en el Holocausto. Fue salvado por cristianos. Pude asistir a su cátedra sobre el genocidio y como parte de mis estudios trabajé en su Proyecto sobre la Personalidad Altruista, un estudio de amplio espectro sobre las características de personalidad de los hombres y mujeres (incluyendo los cristianos) que rescataron a judíos del Holocausto Nazi, con énfasis particular en los factores familiares y sociales que los condujeron a arriesgar sus vidas para salvar a otras. Yo era responsable de la codificación de datos obtenidos de las entrevistas con los salvadores y los no-salvadores que vivían en Polonia, Francia, Alemania, los Países Bajos e Italia durante la ocupación Nazi. En lo personal, soy sobreviviente de los traumas que hasta este día me frecuentan. Los complejos de viviendas en los que crecí estaban repletos de los sonidos y las imágenes de la gente que era abusada física, emocional y sexualmente. Para sobrevivir tuve que huir de perpetradores de toda clase, incluyendo algunos con cuchillos, armas, y otros que utilizaron sus manos para cometer actos de violencia. Sobreviví, pero no completamente intacta. Tengo muchas cicatrices invisibles del abuso que sufrí. Sé que puedo seguir congelada en la tristeza y el terror de esos años. Pero conocer a alguien como Agnes Adachi, siendo voluntaria en la FIRW y estudiando con el profesor Samuel Oliner me ayudó a salir de las profundidades de la desesperación. Tanto en sus entrevistas en la FIRW como en su libro Niño de los Vientos, Agnes Adachi describe cómo ella, Raoul Wallenberg, y otros ayudaron a salvar las vidas de mujeres a través de los Schutzpasses, que crearon y entregaron. Wallenberg creó los Schutzpass (pasaporte sueco especial), documentos falsos que concedían inmunidad a los judíos húngaros impidiendo que sean deportados a los campos de la muerte.
Agnes Adachi escribe: ”La radio hizo un nuevo anuncio de que todas las mujeres jóvenes entre las edades de 15 y 25 tenían que ir al palacio de los deportes la mañana próxima a las 7.00 en punto a trabajar, limpiando los escombros. Pero sabíamos de qué se trataba todo. Esto era una excusa para enviarlas a los trenes y a las cámaras de gas. Raoul nos pidió a todos que viniéramos a escribir los pases para todas las mujeres jóvenes que conocíamos, mientras él se iba otra vez al camino a sacar gente de las marchas de la muerte. Entregué 500, incluyendo uno para Anita y uno para Lydia, y un par a otros amigos.”
Agnes Adachi escribe que había pasado la medianoche y que todos Schutzpasses tenían que ser entregados antes de las 3.00 de la mañana: ”Puedo recordar claramente como sólo se oían mis pasos en la nieve quebradiza y el latido de mi corazón”. Una vez escuché a un nativo americano describir el sonido del tambor como representación del golpe del corazón de la madre tierra. Mis oídos oyen el golpe del tambor del nativo americano, el latido del corazón de la madre tierra y los latidos del corazón de Agnes Adachi. Y en la FIRW consigo oír los golpes del corazón de las víctimas y de los salvadores y de todos los que trabajan juntos para promover la paz y la no-violencia. Todos estos corazones individuales laten y suenan como uno en mi propio corazón.
Durante la entrevista en la FIRW, Agnes Adachi describe su experiencia al salvar a gente que fue condenada a morir en el río Danubio. También describe esta experiencia en su libro Niño de los Vientos: ”Un día a fines diciembre, justo antes de Navidad, cuando Raoul volvió de sus giras habituales, oyó que la Cruz de Flecha (2) estaba matando gente en el Danubio.” La Cruz de Flecha era un partido fascista antisemita de Hungría que existió desde 1935 hasta 1945. Agnes Adachi escribe: ”Lo hacían en la noche, puesto que estaba muy oscuro. La nieve, sin embargo, era lo suficientemente brillante. Ataban a tres personas a una cuerda, de modo que tuvieran que disparar solamente contra uno en el centro y todos se hundían en el Danubio congelado. Raoul estaba enfurecido. Nos preguntó quién de nosotros sabía nadar. Pienso que salvamos solamente a cerca de 50 o 60 personas pero sin Raoul todas habrían muerto.”
Uno de mis libros preferidos es Los Ahogados y Los Salvados de Primo Levi, químico ítalo-judío que sobrevivió Auschwitz. Él es un difunto ahora, pero sin embargo, vive a través de sus escritos. Los recuentos de Primo Levi sobre su experiencia en Auschwitz son profundos. No tengo palabras para describir el impacto de su trabajo en mi propio viaje de curación de mis traumas. Me ofrecí voluntariamente a entrevistar a Agnes Adachi porque creo apasionadamente que es vital que las historias de las víctimas y de los salvadores se sepan, sean contadas y preservadas, de modo que tanto las generaciones actuales como las futuras puedan cosechar las ventajas de ese conocimiento, sabiduría, y experiencia humana. Cada historia honrada cura el corazón del mundo, de a una persona y de a un corazón a la vez.
1. Expresión inglesa utilizada para señalar la currícula principal de una carrera universitaria, utilizada habitualmente en inglés en el mundo académico. N. del T.
2. Símbolo también conocido como Cruz Gamada. N. del T.
Traducción: Patricio Cavalli