Baruch Tenembaum. Nació en una colonia judía de Santa Fe. Preside la Fundación Wallenberg y trabaja por el diálogo interreligioso desde hace medio siglo.
Baruj Tenembaum se define a sí mismo como un auténtico ”gaucho judío”. Empresario por profesión y maestro bíblico por vocación, nació en 1933 en una colonia santafecina y aún hoy recorre el mundo propiciando el diálogo y el acercamiento de las personas más allá de su religión o creencias desde la Fundación Raoul Wallenberg, de la cual es fundador. Lo meritorio de Tenembaum es haber planteado el ecumenismo incluso antes que lo hiciera el Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por su sucesor, Pablo VI, en 1965. En su diálogo con EL FEDERAL, este singular militante social habló también de su amistad con personajes como Raúl Soldi, Jorge Luis Borges y Antonio Quarracino.
Yo nací en una colonia santafecina llamada Las Palmeras, cerca de Rafaela y de Sunchales. Allí nos conocíamos absolutamente todos. No sólo entre nosotros: cuando veíamos un caballo, sabíamos de quién era. Éramos demasiado pocos y no teníamos mucho para hacer. Cuando mis abuelos llegaron allá, y fueron seguidos por los gauchos de la zona, la primera lección de convivencia y respeto la vieron ellos. Yo me crié con los gauchos y con los peones polacos, rusos y checos que venían para las cosechas, y cada uno seguía su tradición con un respeto total por el otro.
-¿Cómo fue su vida en la colonia?
-En realidad nací en Rosario, pero a los cinco días me llevaron a la colonia para que mi abuelo me practicase la circuncisión allí. Me crié en el campo. Jugué con los arados y la alfalfa. Eran mis chiches. Aprendí a cabalgar, pero nunca pude aprender a andar en bicicleta o a nadar, porque allí no había agua. Mi viejo era domador, creo que el único de la colonización judía. Y ortodoxo, cosa no muy común en las colonias. Y encima, creía en Dios. Me crié así, con los potros. Era muy travieso, me encantaba subir a un caballo y montarlo en pelo, y no me caía. Mis viejos tenían un boliche en la punta del pueblo. Yo hacía macanas y me trepaba al techo, porque si no mi viejo ”me fajaba”. Me quedaba horas allí, hasta que él me prometía que no me pegaría. Entonces bajaba. Después completé mi educación en Buenos Aires.
Ecuménico
- Baruch Tenembaum nació en 1933 en Las Palmeras, pequeña colonia judía de la provincia de Santa Fe. Preside la Fundación Raoul Wallenberg
- Dirigió el Instituto de Intercambio Cultural Argentino-Israelí (ICAI), y fue distinguido por el papa Pablo VI por su labor de fomento del diálogo interreligioso.
- Es casado y reside en Nueva York, Estados Unidos. Financia su obra filantrópica con su actividad de empresario.
-¿Cómo fue su formación?
-Hice el secundario, egresé del seminario de estudios rabínicos, y empecé a estudiar y a enseñar La Biblia. Comprendí que no sólo la religión, sino las costumbres y hasta algunos aspectos jurídicos argentinos tienen raíces católicas. Se me ocurrió que La Biblia en los idiomas griego y arameo tenía que tener un lugar en los seminarios cristianos. Así que empecé a enseñar en ellos, en plena relación con sacerdotes y pastores. Ahí fue cuando hicimos, hace cincuenta años, los primeros diálogos judeo-cristianos, antes de Angelo Roncalli, de Juan XXIII.
-¿Con quién tuvo ese diálogo interreligioso?
-Tuve mucha suerte, porque me encontré con monseñor Ernesto Segura, el obispo auxiliar de Buenos Aires, y así fue como esto fue creciendo. Con el correr del tiempo, cuando la idea de estimular el diálogo, las comprensiones y el conocimiento se expandió, también lo hizo nuestro trabajo interreligioso.
-¿Cómo conoció el odio racial?
-En mi colonia santafecina, la convivencia con los gauchos era fantástica. Durante la Segunda Guerra Mundial, a las 7 de la tarde el pueblo se juntaba para escuchar el Reportes Esso en la única radio galena que había en el pueblo. La prendían a último momento, porque era a batería, y escuchábamos lo que pasaba en Europa. Ahí escuché por primera vez el concepto del odio a los judíos, por lo que ocurría en Alemania. Pero el antisemitismo en la Argentina lo absorbí recién en mi adolescencia, en Buenos Aires. En el campo no sabíamos qué era eso. En Las Palmeras no había cura o rabino que pregonara que nos amáramos los unos a los otros, porque eso era una cosa espontánea. De ahí que me quedó un profundo amor al país y al catolicismo. Y mirá que las pasé, porque años más tarde fui secuestrado por la Triple A (Alianza Argentina Antisubversiva) durante la dictadura militar, me tuve que ir al extranjero, pero nunca se me hubiera ocurrido renunciar a mi pasaporte argentino. Yo soy de acá.
-La ”Triple A” lo acusó de ”estar infectando a la Iglesia Católica”.
-Se referían a mi trabajo interconfesional. En aquel momento, Pedro Simoncini estaba en Canal 11, Luis Clur en Canal 13, Sergio Villarruel en Córdoba, y ”el loco” Héctor Ricardo García, en el diario (Crónica). Eran un grupo de gente que estimulaba mucho este diálogo. Cuando el papa Pablo VI llegó a Israel en 1965, yo era director de la Oficina Nacional Israelí de Turismo y se me ocurrió hacer un concurso bíblico literario sobre el viaje papal. Se lo propuse al cardenal Antonio Caggiano, le informamos al Vaticano y tuvimos mucho éxito en toda Latinoamérica, gracias al apoyo que nos dieron los diarios y la televisión. Pablo VI en persona me terminó entregando una distinción por organizar ese concurso. Yo aparecía mucho, tenía mucha exposición en aquel momento. Y también artistas como Raúl Soldi, Carlos Alonzo y Jorge Luis Borges.
La Virgen de Luján en Israel
Tenembaum llevó el arte y la religión argentina hasta Tierra Santa. El empresario relata que instaló en Nazaret, en el lugar que nació Jesús, un fresco que pintó Raúl Soldi sobre la Virgen de Luján. Recuerda:”Quisimos establecer una obra de arte en la basílica católica de Nazaret, cuyos intendentes son mahometanos, y en el país judío. Si bien las vírgenes son distintas representaciones de María, hicimos a la de Luján para que aparezca la Argentina. En el fresco de 6 por 3 metros se ve a la Basílica, a los gauchos, a la propia Virgen. Pasaron a verlo catorce millones de peregrinos. Ninguna obra nacional en el exterior tuvo tanto público”.
-Usted tenía una relación de amistad con Borges.
-Sí. Lo que la gente no entendía mucho es cómo Borges entró con nosotros en el diálogo interconfesional. Porque nosotros decíamos que el asunto no es solamente las religiones, sino también el diálogo con la gente que cree, y también con los que no tienen la suerte de creer. Con Borges fundamos la casa Argentina en Jerusalén, en 1966.
-Pero, en concreto ¿por qué lo secuestraron?
-La Triple A creía que yo tenía información sobre una especie de conspiración judía internacional para apoderarse del mundo, una cosa disparatada. Como yo estaba convencido de que me iban a matar, eso fue lo que me salvó. Pude negociar con ellos, mi esposa Perla terminó siendo rehén, y conseguimos que nos dejaran salir del país. Nos radicamos en Nueva York, Estados Unidos, con muy bajo perfil. No hablábamos con nadie de lo que nos pasó. Tuvimos que empezar todo de nuevo, porque los militares se quedaron con todos mis bienes. Aproveché mis contactos comerciales y me dediqué al turismo. Me rehice. Pero nunca abandoné mi trabajo interconfesional.
-¿Qué es la Fundación Raoul Wallenberg?
-Raoul Wallenberg fue un joven arquitecto sueco, hijo de una familia protestante, diplomático en la embajada sueca en Budapest, Hungría, prácticamente el último país tomado por los alemanes. Gozaba de inmunidad diplomática, que los nazis respetaban, y empezó a otorgar visas y documentos a judíos para rescatarlos, y salvó así a miles y miles de personas. Como a veces tenía que albergarlos, alquiló casas y decía que pertenecían a la embajada, para extender la inmunidad diplomática hasta ellas, y los hospedó allí hasta el fin de la guerra. Se habla de entre 80 y 130 mil personas, pero lo que es seguro es que nadie en la historia salvó a tanta gente como Wallenberg. Para nosotros es un símbolo, porque hubo, hay y siempre habrá muchos Wallenberg.
-¿Qué busca la Fundación?
-En realidad, la nuestra es la misma institución que empezamos en los ´60, con el espíritu de buscar el encuentro entre culturas. Queremos destacar lo bueno, encontrar a los Wallenberg que hay en todo el mundo. Mi gran amigo, el cardenal Antonio Quarracino, me pidió que cerca de su tumba en la Catedral Metropolitana hiciéramos un mural. Me dijo: ”Para continuar pregonando la fraternidad, como lo he hecho toda la vida”. Y ahí lo pusimos: es el primer recordatorio de las víctimas de la Shoá (el holocausto) emplazado en todo el mundo en un templo cristiano. Lo construyó el platerista Carlos Palarols en el altar de la Virgen de Luján.
-¿Cómo sigue esta historia?
-Lo último que logramos desde la Fundación, tras varios años de gestiones, fue que el canciller Rafael Bielsa firmara el acta de derogación de la Circular 11, un documento secreto y discriminatorio emitido en 1938 que le negaba el ingreso al país a cualquier persona perseguida por el régimen nazi. Además, produjimos la película Legado, que habla de la colonización judía en la Argentina y le está yendo bien en varios festivales internacionales. Otro de los grandes desafíos que tenemos es encontrar a los Wallenberg argentinos. Quienes en los duros setenta salvaron personas, aun a riesgo de la propia vida. Gracias a Dios, hay muchos.