Ha muerto Marcel Marceau y su desaparición precipita el recuerdo no sólo del artista que tantos buenos momentos ofreció a varias generaciones sino la historia menos conocida del gran mimo, la que refiere a los años previos a su consagración mundial, cuando la guerra asolaba al continente europeo.
En 1939 los nazis desalojaron a los habitantes judíos de la región de Alsacia y Lorena. A Marcel y su familia les dieron apenas dos horas para recoger sus pertenencias y sumarse a una columna de desplazados que se dirigía hacia el sudoeste de Francia. El joven Marcel, cuyo apellido de nacimiento era Mengel, logró anticiparse al movimiento de las fuerzas nazis, cambió su documento y tomó el nombre de Marceau. Junto a su hermano escapó para unirse a la resistencia clandestina en Limoges. El padre de Marcel, un carnicero kosher, fue capturado, deportado y asesinado en el campo de exterminio de Auschwitz, en 1944.
Durante su paso por la resistencia Marceau utilizó su talento artístico para cambiar los documentos de identidad de numerosos niños que de esa manera eludieron una muerte segura en las cámaras de gas. También fingió ser un boy scout y, disfrazado como tal, viajó a dedo hasta los Alpes desde donde pasó a muchos niños a la neutral Suiza.
Marceau recordaba las experiencias de la segunda guerra como ”la devastadora historia del intento por destruir a un pueblo entero, por una nación, Alemania, que se pretendía civilizada.”
Luego de la liberación de Paris, Marceau se enlistó en el ejército francés en donde, dado su perfecto dominio del idioma inglés, fue nombrado hombre de contacto con el general George Patton. Rápidamente, entre las tropas se corrió la voz acerca de las habilidades de Marceau como mimo y así fue como el joven Marcel ofreció su primer show para 3.000 soldados americanos dentro de una tienda de campaña.
”Desafortunadamente nunca podremos destruir al mal, pero el bien existe y debe madurar”, dijo el famoso mimo que se despidió de la ciudad de Buenos Aires en 2005 con una función de gala en el Teatro Colón y una presentación en el Gran Rex.
Fue precisamente en 2005 cuando la Fundación Wallenberg tuvo oportunidad de distinguir a Marceau por sus acciones de salvataje durante la segunda guerra mundial.
Sobre Raoul Wallenberg, el diplomático sueco salvador de alrededor de 100.000 personas durante la Shoá, Marceau dijo: ”Para cumplir su misión con éxito se vio obligado a sobornar a oficiales nazis así como a emitir miles y miles de pasaportes de protección que salvaron innumerables vidas”.
En agosto de 2002 Marceau escribió una carta dirigida a Baruj Tenembaum, creador de la Fundación Wallenberg. La misiva fue ilustrada con un dibujo del mimo, el mismo que ilustra esta nota y que se reproduce por primera vez.