En ocasión de un nuevo aniversario de la desaparición de Raoul Wallenberg rendimos homenaje a una de las figuras más heroicas de nuestros tiempos, un gentil, un ciudadano de la Suecia neutral, quien, durante la Segunda Guerra Mundial en Europa, arriesgó su vida para salvar a cientos de miles de judíos húngaros de la maquinaria de exterminio de la Alemania nazi.
Mediante la utilización de la bandera de su país como escudo para sus actividades y demostrando un valor sin igual, Wallenberg albergó a los judíos en lugares seguros y les entregó documentos que se suponía les brindarían inmunidad. De este modo le fue posible demostrar que una sola persona puede cambiar el curso de la historia, siempre y cuando tenga el suficiente valor y determinación. Esta es la lección inmortal de la vida de Wallenberg, un ejemplo para las futuras generaciones de todo el mundo.
Lamentablemente, Wallenberg desapareció sin dejar rastros luego de ser capturado por las tropas soviéticas el 17 de enero de 1945. Aún hoy se conjetura sobre su destino. Su nombre, empero, se mantiene vivo de un modo glorioso.
No podemos cerrar esta declaración sin referirnos a un símbolo sin precedentes, el cual por su naturaleza está ligado a la proeza heroica de Wallenberg: El Mural Conmemorativo de las Víctimas del holocausto y de aquellos asesinados en los ataques terroristas de la Embajada de Israel y de la AMIA, ubicado dentro de la Catedral Metropoliatna de Buenos Aires. Pedimos hoy, en honor a la memoria de alguien que arriesgó su propia vida para salvar la del prójimo, que quien visite el Mural se refleje en el significado de la vida y en el modo en que puede resucitar, aún desde las ruinas de la exterminación.
Recordemos para siempre el precio que la humanidad ha tenido que pagar a lo largo de la historia cuando no pudo o no estuvo dispuesta a defender la libertad de expresión, un derecho esencial que siempre debemos proteger para que no sea coartado. Es precisamente la libertad de expresión de todas nuestras verdades el valor que debemos salvaguardar de las dictaduras las cuales, mediante la tortura, el terror y la persecución, pretenden eliminar las diferencias naturales que deben existir en una comunidad civilizada.