Hace setenta años viajaron en silencio en trenes que salían desde Praga, sin saber si volverían a ver a sus padres y hermanos. Ninguno de ellos lo hizo.
Gracias a la precisión, humanidad y pura tenacidad de un joven agente de bolsa llamado Nicholas Winton, 669 niños judíos se salvaron de las garras del nazismo. El viernes pasado, 22 de ellos se reunieron con su centenario salvador, ahora llamado Sir Nicholas y conocido como el «Schindler británico».
Una locomotora de vapor requisada para reconstruir la última etapa de su viaje se detuvo en la estación londinense de Liverpool, exactamente en la misma plataforma en la que los entonces niños desembarcaron prácticamente como huérfanos en 1939. La emotiva ceremonia marcó lo que seguramente será el último capítulo de la odisea comenzada por Sir Nicholas cuando tenía 29 años.
Justo antes de las Navidades de 1938, mientras preparaba sus maletas para irse a esquiar, recibió la llamada de un amigo que trabajaba en un campo de refugiados en la Checoslovaquia ocupada por los nazis. «Cancela tus vacaciones», le dijo su amigo, Martin Blake. «Necesito que vengas a Praga. No te molestes en traer tus esquíes».
El joven banquero se sintió tan conmovido por lo que allí vio que se dispuso inmediatamente a persuadir a las autoridades británicas para que dejaran entrar a los niños refugiados. Sin embargo, la respuesta fue lenta. Después de trabajar laboriosamente, Winton, cristiano procedente de una familia de origen judío, logró poner en orden el papeleo necesario para cada niño. Por fin todo se puso en marcha. Entre marzo y agosto de 1939, ocho trenes transportaron a 669 niños hasta Gran Bretaña. De no haber abandonado Checoslovaquia, probablemente habrían muerto en campos de concentración, pues se sabe que 15.000 niños checoslovacos murieron durante la guerra.
El viernes por la mañana, Sir Nicholas, condecorado como Caballero del Imperio Británico en 2002, bajó de la locomotora a vapor -de la clase ”Peppercorn A1 Pacific” – entre los estrepitosos aplausos de aquellos a quienes salvó, ya canosos, y de sus familias. En ese mismo tren, procedente de Harwich (Essex), le acompañaban 22 evacuados y unos 150 pasajeros más, que recorrieron con él el último tramo de aquel viaje de 800 millas que años atrás hicieron desde Praga.
Al hablar ante la multitud, Sir Nicholas, natural de Maidenhead (Berkshire), bromeó: «Esto cuesta más ahora que hace 70 años. Hace setenta años era cuestión de reunir a un montón de niños con familias que iban a cuidar de ellos. Todo salió muy bien y es maravilloso saber que fue así, porque, después de todo, la historia podría haber sido bien distinta». Y añadió: «Es maravilloso veros de nuevo después de tantos años. No dejéis pasar tanto tiempo hasta la próxima vez que nos reunamos.»
Su nieto, Laurence Watson, de 21 años y recién licenciado en Física por la Universidad de Cambridge, confesó sentirse orgulloso de la actuación de su abuelo y declaró: «Siempre han sucedido cosas malas en el mundo y siempre ha habido guerras y conflictos. Lo leemos en los periódicos cada día, pero muy pocas veces conocemos a alguien que haya leído esos mismos artículos de prensa y decida hacer algo al respecto. Eso es lo que hizo mi abuelo. Él dijo: ”hay que hacer algo y yo voy a hacerlo”.»
Sin embargo, la reunión también se vio ensombrecida por un triste epitafio. El noveno tren, que llevaba a 250 niños, debía haber salido de Praga el 3 de septiembre de 1939, justamente el día en que Gran Bretaña declaró la guerra. Los alemanes no permitieron que saliera de la estación y la mayoría de esos niños no lograron ver la llegada de 1945.
Casi tan notable como el plan en sí mismo, y una muestra de modestia por parte de Sir Nicholas, es el hecho de que decidiera ocultar sus logros durante décadas. Solamente admitió su participación en el plan cuando su esposa, Greta, descubrió una maleta en el ático en el que guardaba listas con los nombres de los niños a los que había salvado y cartas dirigidas a sus padres. En 1999, confesó: «Mi mujer no lo supo hasta 40 años después de casarnos, pero hay ciertas cosas de las que uno no habla ni siquiera con su familia. A la luz de la guerra, todo lo que había sucedido antes de ella parecía carecer de importancia».
Sir Nicholas también se negó a ser comparado con Oskar Schindler, quien durante la guerra salvó aproximadamente a 1.200 judíos, aduciendo que, a diferencia de Schindler, sus acciones nunca lo pusieron en peligro.
Traducido por Ángela Alonso Amador