Hace más de 64 años Raoul Wallenberg fue detenido en el centro de Budapest. Y desapareció. Fue la última vez que se lo vio. Hoy sabemos que fue detenido por orden de Stalin y enviado a Moscú.
Este día, 17 de enero de 1945, comienza ”El caso de Wallenberg”, aún no resuelto. Durante todos los años que siguieron la Unión Soviética y Rusia ofrecieron cuatro versiones diferentes de su destino. Por lo tanto, el 17 de enero de 2009 resulta una lógica selección para el ejército sueco para inaugurar la primera exposición permanente sobre Raoul Wallenberg. También, es la primera vez que el museo presenta una exposición dedicada sólo a una persona.
El corte de cinta azul y amarillo estuvo a cargo del embajador Jan Eliasson en presencia de, entre otros, la hermana de Wallenberg, Nina Lagergren.
Cuando Raoul Wallenberg llegó a Budapest en el verano de 1944 la mayoría de los judíos húngaros ya habían sido deportados. Él y el mundo sabían aquello que el poeta Paul Celan había puesto en las siguientes palabras: ”La muerte fue el amo de Alemania”. Su misión era salvar al mayor número posible de los restantes judios. La misión no admite lentitud y exige imaginación. Según todos los testimonios Wallenberg trabajó diligentemente para distribuir los pasaportes de protección, para nombrar ciudadanos suecos a los judíos-húngaros y para sobornas a los dirigentes nazis. Luchó contra el mal ”sin ánimo de lucro” como señaló Nina Lagergren.
Es difícil decir exactamente cuántas personas fueron rescatadas por Wallenberg. Diversas fuentes hablan de entre 20.000 y 30.000 personas.
Wallenberg violó todos los marcos regulatorios y las convenciones cada vez que fue necesario. Una lección importante, en especial para los diplomáticos que trabajaban durante la guerra.
El gobierno socialista de los años 1940-1950 tiene gran responsabilidad sobre la suerte corrida por Wallenberg. Fue demasiado pasivo y permisivo con su vecino del este. Jan Eliasson, quien examinó cuidadosamente los documentos de los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores, es muy conscientes de ello. En la inauguración, dijo: ”Lo que hemos aprendido es que nuestros esfuerzos llegaron demasiado tarde.”
La exposición es, en su modestia, hermosa. Es informativa sin ser invasiva. Es una exposición con un mensaje y, tal vez, una llamada de atención para todos nosotros, para cómo debieramos ser como seres humanos.
El martes 27 de enero, fecha en la que se celebra la memoria de las víctimas del holocausto, Raoul Wallenberg es el obvio, pero ausente invitado de honor.