La organización internacional Wallenberg, con una sede en Buenos Aires, exalta a quienes colaboraron a salvar vidas judías durante el genocidio nazi
Aunque el interés viene desde el proceso contra Adolf Eichmann, a comienzos de los 60, durante los últimos tiempos comenzó a tomar fuerza la búsqueda de los salvadores de judíos durante la persecución nazi. Esos son los Justos entre las Naciones, aquellos que en una situación terrible como el Holocausto, tomaron el riesgo de ayudar a personas judías que padecían el plan de exterminio.
La primera comisión para reconocer a los Justos la encabezó el jurista Moshe Landau, quien había presidido el tribunal que juzgó y condenó a Eichmann.
Pero ese organismo gubernamental no tiene el mandato de buscarlos, sino de recibir el pedido, y una comisión presidida por un miembro del Tribunal Supremo emite el dictamen, en base a testimonios de personas salvadas y de testigos.
El salvador por antonomasia es el diplomático sueco Raoul Wallenberg, que hacia el final de la guerra evitó la deportación de los dos guetos de Budapest, con sus 100 mil habitantes.
Hacia 1997, el recientemente fallecido legislador estadounidense Tom Lantos –salvado por Wallenberg–, y el líder ecuménico argentino Baruj Tenenbaun crearon la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, con sedes en Buenos Aires, Nueva York y Jerusalén.
Trabajar ”para la luz”. ”Creamos la fundación porque muchos hablan del Holocausto y mencionan los campos de concentración, la destrucción. Es la parte negra, oscura, de la época”, explica Tenenbaum.
”Nosotros trabajamos con la luz, la parte clara. Y nos ocupamos de los salvadores porque están. Los encontramos porque los buscamos. Los salvadores están, no sólo del Holocausto, sino también de las dictaduras militares latinoamericanas, de Yugoslavia y de Darfur”.
”Nuestra época también tiene sus Wallenberg. Seguramente, hay muchísimos. Pueden ser diplomáticos o amas de casa. ¿Quiénes son? Los que ahí están”, dijo Tenenbaum.
Un culto a la bondad y al coraje
Las acciones heroicas de personas en favor de otros aun en medio de circunstancias extremas pone de relevancia los valores de la bondad y del coraje por encima de cualquier situación, y se proyectan como ejemplos entre los pueblos.
”El propósito es educar a las nuevas generaciones para crear anticuerpos frente a los genocidios de nuestro tiempo como los de Darfur y Yugoslavia”, señaló Daniel Rainer, vicepresidente a cargo de la oficina de Jerusalén de la Fundación Wallenberg.
El reconocimiento lo concede el Yad Vashem, también conocido como el Museo del Holocausto de Jerusalén. Fundado con la ley de la memoria de 1953, tiene la misión de rendir tributo a las víctimas y a los héroes de aquellos tiempos.
Como única organización dedicada específicamente a la búsqueda de los Justos, saben que el tiempo no está a su favor, dada la edad avanzada de los supervivientes y de quienes pueden dar un testimonio.
”La Fundación tiene como primera meta identificar y reconocer a salvadores del Holocausto”, señaló.
”Sobre la base de esa información presentamos los casos al Yad Vahem para que les concedan el título de Justos entre las Naciones y también llevamos adelante programas educativos en Argentina y en Estados Unidos”, explicó.
Hasta el momento fueron reconocidas alrededor de 22 mil personas y sus nombres están inscriptos en el Museo de Honor del Jardín de los Justos. Este reconocimiento tiene implicancias tanto educativas, como morales y políticas.
”Los actos de los Justos demuestran que fue posible la ayuda a pesar del aparato represivo del régimen nazi”, concluyó Rainer.
No se trata sólo de probar que ayudaron a judíos, sino también de ”haber actuado de manera altruista, sin buscar recompensa o compensación alguna”. En ese caso, se le concede el diploma de Justo entre las Naciones y una medalla con una frase del Talmud: ”Quien salva una vida salva al Universo entero”.
Trabajo intensivo
Aunque la Fundación Wallenberg se dedica a la búsqueda de salvadores de judíos desde 1997, esta tarea fue intensificada en el último año. La prioridad de la fundación es el Holocausto nazi, pero no descartan en un futuro próximo trabajar sobre los genocidios actuales.
Una heroína católica
La última persona en recibir el reconocimiento como Justo entre las Naciones fue Stanislawa (Stacha) Slawinska, una ama de casa polaca católica que salvó a diez supervivientes del gueto de Varsovia, durante la Segunda Guerra.
Hace unos meses, Esfira Rapapport de Meiman, de 94 años, se acercó a la oficina de la Fundación Wallenberg en Jerusalén para lograr el reconocimiento de su salvadora. Esfira nació en Lodz y pudo huir del gueto antes de su destrucción. Stacha le dio refugio en su casa ubicada en la localidad de Grodzisk Mazowieki, a 30 kilómetros de Varsovia. Con esa acción puso en riesgo su vida y la de su familia, ya que el nazismo trataba como criminales a quienes ayudaban a los judíos.
Una vez terminada la guerra, Esfira mantuvo contacto con ella y pudo ayudarla económicamente. Primero desde Alemania y luego desde Perú, donde vivió entre 1948 y 1972. Ese año emigró a Israel. Pero en algún momento perdió el contacto. Aunque suponía que Stanislawa ya había muerto –lo que sucedió el 9 de junio de 1971–, tenía un sobrino, Roman Slawinski, quien a pesar de ser un niño en aquellos tiempos, colaboraba con su tía, tanto en la misión de salvar judíos como en otras actividades de la resistencia polaca.
Campaña internacional
La Fundación Wallenberg lanzó una campaña internacional, con pedidos en los medios polacos, para localizar a Roman. Pero lo ubicaron de otra manera, a través de una funcionaria de la embajada polaca en Buenos Aires, Isabella Matusz, hicieron un contacto con la portavoz del municipio de Grodzisk Mazowieki. Se estableció una llamada telefónica de Roman a Esfira. Así pudo dar un testimonio sobre las actividades de su tía. La Fundación preparó un expediente y lo presentó al tribunal del Yad Vashem, que le otorgó el título de Justo entre las Naciones.
Tributo
La fundación se creó en 1997.
Raúl Wallenberg evitó la deportación de dos guetos con cien mil habitantes.
El reconocimiento lo concede el Yad Vashem o Museo del Holocausto de Jerusalén. Éste tiene la misión de rendir tributo a las víctimas y héroes de esos tiempos.
Hasta el momento fueron reconocidas alrededor de veintidós mil personas.