El franquismo, acosado internacionalmente, usó sin rubor en su propio beneficio la arriesgada labor personal humanitaria de sus diplomáticos antinazis | Franco quiso atajar las críticas internacionales aceptando la entrada de judíos sefardíes | Después de acogerlos durante un tiempo, la mayoría de los sefardíes fueron enviados a África
Sebastián Romero Radigales, cónsul general de España en Atenas entre 1944 y 1945, salvó alrededor de medio millar de sefardíes de Salónica, contando 366 internados en el campo de Bergen Belsen y otros 150 que logró hacer llegar a Palestina vía Atenas. El gobierno de Franco, presionado desde el exterior, aceptó que algunos sefardíes presos en aquel campo nazi vinieran a España.
Luego los envió a África y acabó perdiéndoles la pista, provocando incómodas preguntas del Reino Unido al que respondió con vaguedad. Y es que el franquismo, para salvar la cara, usó sin rubor en su beneficio el arriesgado trabajo individual de sus diplomáticos antinazis.
Mientras los alemanes enviaban hacia España a 366 sefardíes cautivos en el campo de Bergen Belsen, la imagen de un franquismo antisemita se extendió entre los países del bloque aliado y por Sudamérica. Según se comprueba en la documentación desclasificada, el gobierno de Franco de 1944/45 estaba incómodo ante este rasgo negativo, pese a que el franquismo no se había caracterizado especialmente por la persecución a los judíos aunque tampoco por su protección. Así las cosas y con el ánimo de parar el golpe, el gobierno español no tuvo empacho en usar en su favor la labor humanitaria que algunos de sus diplomáticos desarrollaron a título personal, como ocurrió con Romero Radigales.
En este caso, a primeros de febrero de 1944 el III Reich informó al gobierno español que procedía a la entrega de un contingente de judíos de Salónica presos en Bergen Belsen que llegarían hasta la frontera franco española en dos trenes sucesivos. Con motivo del segundo y último tren de liberados el gobierno alemán comunicó a la embajada española en Berlín: ”Secreto. El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene el honor de informar a la embajada española de que el segundo transporte de judíos españoles ha salido del campo Bergen-Belsen el 7.2. por la noche. Según el horario previsto, llegará al puesto fronterizo Cerbère, una parada antes de Portbou, el 11.2. a las 16.21 horas. Berlín, 9 de febrero 1944”.
En definitiva, los alemanes enviaron hacia España a dos grupos de sefardíes capturados en Salónica por los que había abogado Romero Radigales. El primer grupo de 182 personas entró en España el 10 de febrero de 1944 y el segundo, de 183, lo hizo el 13 de febrero. Observará el lector que hay un desfase de dos días entre la fecha de llegada a la frontera del segundo grupo dada por los alemanes y su entrada en España. Por razones inexplicadas las autoridades españolas olvidaron el tren durante 48 horas en la estación francesa de Cerbère. Tanto es así, que los alemanes preguntaron a Berlín qué hacían con los judíos y faltó un pelo para que no los enviaran de regreso a Bergen Belsen.
Finalmente, los sefardíes llegaron a Barcelona mientras en el extranjero se hablaba mal del régimen de Franco. En respuesta, el ministerio de Asuntos Exteriores español dio consignas a sus embajadas para atajar las críticas. Unas instrucciones que fueron interceptadas por el servicio secreto británico como sucedió con la transmitida desde Madrid a Brasil y Chile. El mensaje, de 24 de febrero de 1944 del ministro Gómez Jordana decía textualmente:
”Máximo secreto. Consideración española hacia los refugiados. (…) De: Jordana, Madrid para embajador español, Río y Santiago. (…) Con el fin de que pueda contestar a la campaña antiespañola que nos atribuye una política racial, que el 10 y el 13 de febrero se permitió la entrada por la frontera de Portbou a 365 judíos de Salónica procedentes del campo de concentración alemán de Bergen Belsen, del que les permitieron salir únicamente gracias a nuestra activas gestiones, que continúan en referencia a otro grupo de sefardíes. Cuando llegaron a España, dieron emotivas muestras de gratitud a nuestro Gobierno por la ayuda que habían recibido”.
Efectivamente, el grupo de sefardíes de Salónica por los que tanto peleó Romero Radigales entró en España y fue recibido en Barcelona. Sin embargo el ministro no dijo que los judeoespañoles no se quedarían asilados en la capital catalana sino que serían rápidamente transferidos a Marruecos aunque algunos lograrían llegar al Mandato británico de Palestina, futuro estado de Israel.
Hacia el final de la guerra, los británicos, presionados por las asociaciones hebreas, se interesaron por la suerte de los judíos españoles deportados desde Grecia. Incluso Clementine Hozier, esposa de sir Winston Churchill, se implicó en el asunto, razón por la que los diplomáticos de Gran Bretaña redoblaron sus esfuerzos.
A las incómodas preguntas del gobierno de Su Majestad, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Félix Lequerica, respondió de un modo que los británicos consideraron insatisfactorio. Los mensajes de la embajada británica en Madrid al Departamento de Refugiados del Foreign Office en Londres lo prueban. Por ejemplo; el 8 de febrero de 1945 la embajada del Reino Unido en España cursó a Londres el siguiente correo: ”Judíos españoles deportados de Salónica. Hemos vuelto a discutir esta cuestión con el Ministro de Asuntos Exteriores y, tras algún retraso, hemos recibido semi-oficialmente un memorando, del que le enviamos una copia traducida, que contiene cierta información que, si bien no es enteramente satisfactoria, pensamos que en cualquier caso debería de tenerla por lo que valga. (…) tenemos que volver a ver al Ministro para hablar sobre la cuestión de los deportados judíos y reiteraremos la cuestión de los deportados de Salónica, aunque no somos optimistas en que vayamos a obtener alguna otra información. Atentamente suyo. Canciller”.
Adjunta a esta comunicación se encontraba la traducción al inglés de la extraña explicación semi-oficial del gobierno español. Decía: ”Excepto en casos aislados, los judíos españoles que residían en Grecia fueron transferidos por las Autoridades Alemanas de Ocupación al campo de concentración de Bergen Belsen (Alemania). A la vista de las negociaciones realizadas por el Gobierno Español con dichas autoridades, la mayoría de los judíos españoles internados en el campo de concentración anterior fueron liberados y desde allí transferidos a África con la esperanza de que pudieran regresar a aquellos territorios en los que vivían originalmente. Hasta el momento, las nuevas negociaciones que se están realizando darán como resultado la liberación de un número muy pequeño que todavía permanece en Bergen Belsen y su transferencia a Suiza”.
”Un grupo muy pequeño que fue arrestado en Atenas debido a que habían permanecido en la ciudad tras la expulsión de los judíos, ha sido liberado al ser reclamados por la Legación Española. La información recibida de la Legación indica que todos están perfectamente de salud. Otro pequeño grupo que estaba oculto para evitar el destierro ha sido informado por el ministro español de que pueden circular libremente sin el menor peligro, y poco a poco se están presentando en el consulado. Gracias también a los pasos dados por el consulado, las autoridades alemanas se han abstenido, como habían decidido hacer al principio, de formar una expedición con los judíos españoles restantes en Atenas y enviarlos también a Bergen Belsen. En consecuencia, se les ha permitido que sigan y disfruten de libertad”.
”Como los liberados y algunos de los judíos que estaban ocultos no tienen alojamiento, lo que resulta extremadamente difícil de encontrar en las presentes circunstancias, se ha obtenido el permiso de las autoridades alemanas para la cesión a nuestro consulado de una villa donde algunas familias ya se han instalado, aliviando por tanto su lamentable estado. No es posible dar el número exacto de judíos sefardíes que han permanecido en Atenas tras la expulsión, pero entre aquellos que estaban casados con Arios y aquellos que estaban ocultos, el número debe rondar alrededor de 80”.
Salónica: La comunidad más grande
La comunidad judía de Salónica, hoy casi desaparecida, fue la más grande del mundo. Compuesta antes de 1941 por unas 60.000 personas, fue aniquilada por los nazis hasta el extremo de que el 90 por ciento de los sefardíes fueron exterminados. Se calcula que en 1945 quedaban en Salónica unos 1.200 judíos. Algunos de los que lograron salvarse se instalaron en Israel.