Francia y Alemania fueron el brutal escenario del peor nazismo, al que diplomáticos españoles se enfrentaron incumpliendo las órdenes de su ministro para salvar a judíos | Rolland de Miota, cónsul español en Francia, expidió centenares de cartas de protección a judíos | Santaella, diplomático español en Berlín, salvó a una familia de judíos ocultándola en su casa berlinesa
El 12 de marzo pasado el Museo del Holocausto E de Jerusalén (Yad Vashem) concedió a título póstumo la calificación de Justo entre las Naciones al diplomático español Eduardo Propper de Callejón en reconocimiento por la ayuda que prestó a judíos que huían de los nazis. Los hijos de Propper, Felipe y Elena, recogieron una medalla y un diploma en una emotiva ceremonia celebrada en el Jardín de los Justos del Yad Vashem, una institución que en el 2007 recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia. El caso de Propper de Callejón demuestra que los hechos relatados en el capítulo anterior sobre diplomáticos españoles que salvaron a judíos de las garras del nazismo no fueron episodios aislados.
La realidad es que otros diplomáticos franquistas no comulgaron con la barbarie nazi, sino que se enfrentaron a ella con los medios a su alcance. Así sucedió en la peligrosa Francia colaboracionista e incluso en la Alemania de Hitler. En 1940 había en Francia unos 300.000 judíos, muchos huidos de la persecución nazi, que se agolparon en los consulados neutrales en busca de protección. En ese marco hubo tres españoles que destacaron por su labor humanitaria sin duda a título personal. Fueron el Eduardo Propper de primer secretario de la embajada de España en Francia; Bernardo Rolland de Miota, cónsul general en París, y Alfonso Fiscowich, su sucesor.
Cronológicamente, el primero que actuó en París fue el cónsul Bernardo Rolland de Miota, que en octubre de 1940 – con la capital francesa ocupada desde junio- informó al ministro español de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Súñer, acerca de las medidas antijudías adoptadas por los franceses. Estas disposiciones antisemitas se publicaron en el llamado Statut des Juifs (estatuto de los judíos) que afectaba a los dos mil sefardíes residentes en París, de los que Rolland de Miota se sentía responsable. A Serrano Súñer, cuñado de Franco, no le gustó nada la postura del diplomático, a quien ordenó que tomara una actitud pasiva, alegando que España no podía interferir en las decisiones de otro Estado. Sin embargo, Rolland de Miota desobedeció y siguió a su conciencia, expidiendo centenares de cartas de protección hasta lograr que parte de los sefardíes fueran excluidos del Statut des Juifs. Para justificar su actitud ante los franceses y ante Serrano Súñer, Rolland argumentó que en España no existía ningún estatuto sobre judíos y que por tanto un Estado extranjero o una autoridad extranjera no podían clasificar a los españoles.
En resumen, Bernardo Rolland de Miota no compartió el criterio del pronazi Serrano Súñer, de modo que, basándose en el registro de ciudadanos para el establecimiento de la nacionalidad española creado por Primo de Rivera en 1924, trató de proporcionársela a los sefarditas que no estaban inscritos en el citado registro. Aun así, Serrano insistió en la política de pasividad, a la que Rolland de Miota dio la vuelta, defendiendo los bienes judíos que iban a ser confiscados. Lo que hizo fue ponerlos bajo custodia de administradores españoles, de modo que a la Francia de Pétain le fue difícil aplicarles el Statut des Juifs.Sobre estos trámites hay papeles ahora desclasificados que muestran la insistencia y tenacidad con que este cónsul y su sucesor, Alfonso Fiscowich, abordaron la salvación de los perseguidos.
Así, en agosto de 1941 hubo en París una redada en la que fueron detenidos siete mil judíos. El cónsul español hizo lo que pudo y salvó a unas cuantas familias que ya estaban internadas en el campo de concentración de Drancy. Su labor prosiguió hasta 1943, cuando fue sustituido por Alfonso Fiscowich, quien culminó los trámites de salvación para casi cien personas que había iniciado Rolland de Miota. Luego Fiscowich continuó con la repatriación de los judíos españoles en contra de la política general marcada por el ministerio.
Eduardo Propper también actuó en favor de los judíos desde Burdeos. Cuando las tropas nazis entraron en Francia y se cerró temporalmente la embajada de España en París, Propper marchó con su familia a Burdeos, donde se encontró el consulado español rodeado de miles de personas que trataban de conseguir un visado para huir. Propper pasó una semana firmando visados a todo aquel que lo necesitaba, en contra de las órdenes dictadas por el Ministerio de Exteriores. Su actuación le supuso un castigo profesional. En febrero de 1941, Serrano Súñer lo degradó trasladándolo a Larache (Marruecos). Nunca llegó a embajador.
Pero había un lugar donde a priori parecía imposible adoptar una actitud favorable a los judíos, y este era la Alemania de Hitler. Sin embargo, en pleno Reich, José Ruiz Santaella, agregado a la embajada de España en Berlín en 1944, y su esposa, Carmen Schrader, se ganaron el honor de ser reconocidos mundialmente como héroes por ocultar y salvar a tres mujeres judías, empleándolas como servicio doméstico en su casa.
Corría marzo de 1944 cuando José Ruiz Santaella, ingeniero agrónomo, fue nombrado agregado en la embajada de España en Alemania y se instaló con sus cuatro hijos en una finca sita en Diedersdorf. Su talante cristiano opuesto al de los nazis hizo que los Santaella se ganaran la confianza de Gertrud Neumann, una judía alemana que hasta entonces ocultaba su condición y a la que contrataron como costurera, protegiéndola de los nazis. Entonces Gertrud les explicó que en Berlín había más judíos escondidos y les presentó a la familia Arndt, que también sobrevivía en la clandestinidad. La solución que hallaron los Santaella fue contratarlos a su servicio y ocultarlos en su casa. Para ello fueron a buscarlos a su escondite con el coche diplomático. De este modo la joven Ruth Arndt pasó a ser la niñera de sus cuatro hijos y su madre, Lina Arndt, la cocinera. El doctor Arndt, el padre, siguió oculto y los Santaella le suministraron ayuda y comida. Como medida adicional de precaución para que no fueran descubiertos, Santaella cambió los nombres de las Arndt. Así, Ruth pasó a llamarse Neu y su madre, señora Werner. Las tres mujeres recibieron un sueldo por su trabajo, además de la protección de los Santaella.
Así se mantuvo la situación hasta septiembre de 1944, cuando, ante el avance de los aliados, el Ministerio de Asuntos Exteriores trasladó a Santaella a Suiza. Aunque lo intentaron, no lograron llevarse consigo a sus protegidos, pero siguieron ocupándose de la suerte de las tres mujeres, a las que enviaron paquetes de alimentos a través de un funcionario de la embajada en Berlín. La relación entre todos ellos continuó después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, especialmente cuando los Arndt lograron instalarse en Estados Unidos en 1946. El 13 de octubre de 1988, el matrimonio Santaella fue declarado por el Yad Vashem Justo entre las Naciones.
Testigo de la liberación de París
Alfonso Fiscowich, cónsul general de España en París, fue un testigo de excepción de la liberación de la capital francesa en agosto de 1944 por combatientes republicanos españoles de las fuerzas aliadas. El cónsul informó a Madrid de que en el desfile de las tropas que seguían al general De Gaulle en su entrada en París había observado como algunos tanques estaban adornados con banderas republicanas españolas. Fiscowich explicó que algunos carromatos y vehículos habían sido bautizados con nombres evocadores de batallas y hechos de la guerra civil de España, como Guadalajara, Gernika, Brunete, Ebro…
Cuando esos carros de combate y vehículos alcanzaron el Ayuntamiento de la capital francesa se hizo el delirio entre los parisinos. A un valenciano, el teniente Granell, le cupo el honor de mandar la compañía de blindados que llegó a la capital francesa en primer lugar y que estaba integrada en la segunda división blindada del general francés Leclerc.