La entrada en el Gobierno de Varsovia de dos partidos extremistas y euroescépticos abre interrogantes sobre el rumbo del país.
”Estamos muy preocupados por la etapa que se abre en Polonia; por el impacto que puede tener la llegada al Gobierno del populismo euroescéptico”, afirma Przemyslaw Jaron, analista del Centro para las Relaciones Internacionales, con sede en Varsovia. Las elecciones en Polonia fueron el pasado otoño, pero hasta ahora no se ha formado un Gobierno con apoyo parlamentario estable. La rúbrica no ha supuesto alivio, sino más bien un terremoto: ”Lo más desconcertante es que no logramos entender cómo hemos llegado hasta aquí”, añade Jaron en conversación telefónica.
El nuevo Gobierno formado en Polonia esta semana no tiene parangón hoy en ningún país de la Unión Europea. Al Ejecutivo liderado por el conservador Ley y Justicia (PiS, en sus siglas polacas) se han incorporado dos formaciones extremistas que en su momento combatieron la adhesión a la UE y que al menos hasta ahora exigían renegociar las condiciones para la permanencia: la agrario-populista Autodefensa y la ultracatólica Liga de las Familias Polacas (LPR). Los líderes de ambas formaciones -Andrzej Lepper y Roman Giertych, respectivamente- han asumido, como viceprimeros ministros, las carteras de Agricultura y Educación en el Gobierno presidido por Kazimierz Marcinkiewicz, tecnócrata del PiS que procede de otra formación ultracatólica.
El cóctel es explosivo: Lepper, por ejemplo, acumula varios problemas pendientes con la justicia y es un declarado admirador del caudillo bielorruso Alexandr Lukashenko y de Rusia, cuando una de las señas de identidad del Gabinete es la solidaridad con la oposición democrática bielorrusa y las reticencias hacia todo lo que venga de Moscú. Los elementos de unión son un difuso sentimiento antiliberal, el nacionalismo y el objetivo de refundar la república subrayando sus raíces católicas.
No obstante, el fervor religioso de Giertych es visto con recelo incluso por la jerarquía católica polaca, preocupada por las soflamas extremistas y antisemitas del partido y de su entorno, entre el que destaca la emisora ultramontana Radio María. Los estudiantes ya se han movilizado contra el nuevo ministro de Educación, cuya receta para las escuelas fue siempre Más Dios y más disciplina.
Para acabar de complicar el panorama, las personalidades más influyentes están fuera del Gobierno y dirigen los hilos desde fuera: Jaroslaw Kaczynski, hermano gemelo del presidente del país, Lech Kaczynski, es el líder del PiS, pero no forma parte del Ejecutivo. Y el gran muñidor del pacto es el padre Tadeusz Rydzyk, fundador de Radio María, cuyos excesos incomodan al Vaticano hasta el punto de que ha pedido un toque de atención a la emisora antes de la visita del Papa a Polonia, a finales de este mes. ”Rydzyk fue el padre fundador de la Liga de Familias Polacas y ahora ha logrado formar incluso el Gobierno”, añade Jaron. El papel de Rydzyk creció ya en la campaña electoral. Entonces todas las encuestas auguraban la victoria de la liberal Plataforma Cívica, que tenía ya apalabrado un pacto con el PiS. Pero Rydzyk llamó a la movilización antiliberal y cristiana y de las urnas salió triunfante el PiS. Fueron tan hondas las heridas entre los teóricos socios que el acuerdo fue imposible. Tras meses de Gobierno frágil y en minoría, el PiS ha optado por la opción promovida por el polémico clérigo.
”Mucha gente habla ahora, medio en broma, medio en serio, de abandonar el país, pero no lo hacen porque la mayoría aún confía en que el experimento durará poco”, explica Magda Grzebalkowska, redactora del periódico Gazeta Wyborcza.
Las deserciones no se han hecho esperar: el ministro de Exteriores, el independiente, liberal y europeísta Stefen Meller, ha dado un portazo. Le sustituirá Anna Fotyga, dirigente del PiS. El Gobierno ha prometido que no habrá cambios en la política exterior, pero todo el mundo está ahora pendiente de la onda expansiva de un terremoto imprevisto.