diciembre 24, 2006

Estrella polar

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Ultimamente, el embajador sueco Arne Rodin ha perfeccionado sus dotes de orador en las celebraciones organizadas en su residencia. Sus nuevas habilidades le permitieron sortear con humor, el martes último, un accidente doméstico que amenazaba con desajustar el cuidado protocolo de la ceremonia. Cuando invitaba a un brindis para coronar la entrega de la Orden Real de la Estrella Polar a Baruj Tenembaum, uno de los mozos volcó la bandeja de copas que rodaron estrepitosamente por la alfombra. ”Tan importante es el día que nos emocionamos demasiado”, descomprimió velozmente Rodin. Por su parte, el responsable de la Fundación Raoul Wallenberg recordó con nostalgia al religioso Horacio Moreno y a ”dos personas muy importantes para mí que no pudieron venir: Alejandro Romay y Jorge Bergoglio”. Antes y después, Marcos Aguinis, la embajadora finlandesa Ritva Jolkkonen, el diplomático noruego Gunnar Lindeman y el representante de Bulgaria Stephan Apostolov intercambiaron palabras al ritmo del vino y de los canapés. En tales circunstancias, Adalberto Rodríguez Giavarini recordó al representante sueco su primera gira como canciller al Congreso de Estocolmo mientras que, en otro lugar del salón, el rabino Sergio Bergman agendaba el teléfono del piquetero Toti Flores, interesado en sus proyectos textiles. Jorge Obeid, coprovinciano y amigo del homenajeado, llegó tarde pero no se perdió el brindis.