Se acaba de firmar un acuerdo de paz por Darfur (Sudán), pero la comunidad internacional tiene aún mucho por hacer para que no se perpetúen en su población ni el hambre ni la violencia a mansalva.
A pesar de la retórica oficial y del creciente apoyo público a una decidida acción internacional que pusiera fin al primer genocidio del siglo XXI, Darfur fue durante tres años una tragedia ignorada.
Hasta ahora. Con la firma de un acuerdo de paz en Nigeria el 5 de mayo, Darfur —en la zona oeste de Sudán— tiene nuevas esperanzas. Si bien dos de los principales grupos rebeldes no firmaron el acuerdo, el gobierno sudanés y la mayor facción insurgente lo hicieron. El apoyo del presidente Bush al proceso de paz merece aplausos.
Sin embargo, tal como lo demuestran los recientes enfrentamientos entre los grupos rebeldes, ese importante logro es en realidad una oportunidad que pronto podría frustrarse, dejando a Darfur en condiciones aún peores. Si el papel que se firmó en Nigeria no se traduce con rapidez en un avance tangible hacia la paz, se perderá más que un esfuerzo diplomático. La profundización de la ira y la desesperación podría frustrar futuras gestiones de paz y generar un caldo de cultivo de conflictos militares y hasta de terrorismo, como lo demostró la reciente amenaza de Al Qaeda de trasladar la jihad a Sudán.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó pocas semanas atrás por unanimidad una resolución de apoyo al acuerdo de paz y creó un equipo de preparación de una misión de paz que reemplace a la Unión Africana en Darfur.
A los efectos de aprovechar el momento, el gobierno de Bush no debe limitarse a instar a las Naciones Unidas a planificar una fuerza de paz. También debe dar al gobierno de Sudán un breve plazo para aceptar tal fuerza. Sudán dijo que lo haría una vez que se firmara un acuerdo de paz, pero las últimas declaraciones fueron ambivalentes. Es necesario que cumpla su palabra.
Bush ya tiene que preparar la logística, inteligencia y asistencia que los Estados Unidos pueden brindar a dicha fuerza. Demostrar que estamos dispuestos a actuar rápido contribuiría a persuadir a las Naciones Unidas de hacer lo propio.
El presidente Bush puede sumarse al presidente nigeriano, Olusegun Obasanjo, que impulsó de manera efectiva el acuerdo de paz, y solicitar personalmente el aporte de tropas a una fuerza de las Naciones Unidas. Dado que el gobierno sudanés no aceptará a la OTAN como tal, ¿por qué no incluir a miembros de la alianza en una operación de las Naciones Unidas?
Si bien las recientes sanciones de los Estados Unidos y la ONU contra cuatro sudaneses involucrados en el genocidio constituyen un paso en la dirección correcta, deben tomarse medidas que abarquen a quienes alientan el genocidio desde la capital de Sudán, Jartum, en el caso de que éstos impidan el despliegue de una fuerza de paz de las Naciones Unidas. Más allá de las sanciones multilaterales, los Estados Unidos pueden trabajar con países donde los funcionarios sudaneses tengan bienes o a los que planeen viajar, para que se les impongan penalidades.
Mientras tanto, la crisis humanitaria se hace más desesperada. A medida que aumentan las necesidades, el flujo de dinero declina. El Programa Mundial de Alimentos redujo a la mitad las raciones diarias que entrega a los refugiados de Darfur, que ahora consiste en apenas 1.050 calorías diarias. UNICEF se vio obligado a recortar sus operaciones, entre ellas los programas de alimentación para niños. El presidente Bush le pidió al Congreso que aprobara un aumento de 225 millones de dólares de la asistencia de alimentos a Sudán. Es necesario agilizar la aprobación de esa solicitud.
Los muchos estadounidenses que manifestaron su indignación ante las vacilaciones de la comunidad internacional pueden y deben actuar además de hablar, lo que supone contribuir con organizaciones humanitarias como UNICEF, la Comisión Internacional de Rescate y Médicos Sin Fronteras.
Los Estados Unidos y otros países que participaron en la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas de setiembre del año pasado coincidieron en que la comunidad internacional tiene la responsabilidad de proteger a los civiles inocentes cuando un gobierno se muestre renuente a hacerlo o sea incapaz de ello.
La falta de voluntad internacional llevó a Darfur a desangrarse en un año más de violaciones, matanzas y hambre. Sólo una dirección fuerte y medidas urgentes pueden salvar vidas antes de que se pierda este momento de esperanza.
Copyright Clarín y The New York Times, 2006. Traducción de Joaquín Ibarburu.
*Politólogo, Univ. de Georgetown; **Politólogo, Univ. Johns Hopkins