Atención, argentinos En la decadencia de la Argentina actual, la sociedad eligió como mecanismo de subsistencia la lucha de hermano contra hermano. Recordar la figura de Raoul Wallenberg y proyectarla, nos enseñaría el camino de la refundación de nuestro país, que sólo es concebible de imaginar si trabajamos juntos. En el 90° aniversario de su nacimiento, recordamos su historia como ejemplo de vida.
En 1993, el film ”La Lista de Schindler” permitió a millones de espectadores aprender -o recordar- que durante la Segunda Guerra Mundial hubieron personas que arriesgaron sus propias vidas para salvar las de cientos de miles de hermanos. Cuarenta y ocho años antes del estreno de la película de Steven Spielberg, desaparecía misteriosamente Raoul Wallemberg, posiblemente uno de los más grandes ejemplos de esa magnífica forma de solidaridad, quien no sólo salvó 100.000 vidas, sino también nuestra fe en la humanidad.
Hijo de padres de muy buen pasar, el árbol genealógico de Wallemberg estaba sembrado de existosos banqueros y estadistas. Apenas superados los 30 años de edad, y habiendo ya construido un importante emprendimiento comercial, fue convocado por el servicio diplomático de su país con la misión de auxiliar a la comunidad judía de Budapest, asediada por el sitio que el régimen nazi le había impuesto a Hungría. A pesar de estar ya establecido exitosamente en su país, el joven aceptó el desafío, llevando el compromiso más allá de toda expectativa.
En su lucha contra el nazismo Wallenberg contó con la diplomacia, la persuasión y la valentía como armas, las cuales usó con astucia para lograr su cometido. En cuanto llegó a la Legación de Suecia, su primer paso fue renovar los visados emitidos, haciendo uso de un diseño que realzaba los colores nacionales -azul y amarillo-, la insignia real, la foto del poseedor y la firma del ministro a cargo de la representación diplomática sueca. La idea era dejar en claro a alemanes y húngaros que Suecia respaldaba completamente a los poseedores de estos pases o falsas visas.
Pero no sólo se limitó a utilizar ardides diplomáticos, sino que sobornó y amenazó a funcionarios nazis, entregó personalmente salvoconductos a familias comprometidas para que escaparan de Hungría y llegó a rescatar justo a tiempo, sacándolas de los vagones, a personas que estaban por ser deportadas hacia la muerte en los campos de concentración.
Salvó a decenas de miles, pero cuando en 1945 fue inexplicablemente deportado por el ejército soviético que ocupó Hungría no hubo quien pudiera rescatarlo a él. Nunca se supo si murió o aún sigue con vida; por eso algunos lo llaman ”héroe sin tumba”.
El 6 de agosto de 2002, se cumplen 90 años de su nacimiento. Su historia nos brinda una importante lección a los argentinos, la del valor de luchar contra la degradación moral, por la vida; a pesar de las gigantescas maquinarias de destrucción que avasallan la dignidad de las personas. Vaya, entonces, nuestro sincero homenaje a Raoul Wallenberg, y que su figura sirva para la construcción de un nuevo paradigma, humano y fiel, de hermano con hermano.
Norberto Larroca, Presidente de Argentina Salud – Comunidad Económico y Social. Es miembro de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg.
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