”Señoras y señores
Me siento profundamente honrado en recibir el Premio Sousa Mendes 2002, en especial por compartir este honor con mi amigo y colega José Ignacio García Hamilton. Agradezco a la Fundación Internacional Raoul Wallenberg que me hayan concedido este premio y les aseguro que estoy encantado de recibirlo. Lo acepto con profunda gratitud pues tengo plena conciencia de lo que vale y bien sé que un premio de estas características nos crea la ilusión de que algo hicimos para merecerlo. En los tiempos difíciles que se vive, recibir una distinción como ésta es en sí un motivo de agradecimiento.
Como periodista nacido en Londres me es particularmente grato compartir este premio con un amigo argentino, en especial al cumplirse este año veinte años del conflicto del Atlántico Sur que enfrento a mi país con la Argentina en una tragedia que costo la vida de 649 ciudadanos argentinos, 255 británicos y tres isleños.
Demasiados muertos para demostrar el fracaso de 150 años de diplomacia argentina y británica.
Como periodista que se ha especializado en el conflicto de Malvinas, he podido comprobar de primera mano que informar sobre cuestiones controvertidos en algún momento termina dejándonos enfrentados con todas las partes.
Recuerdo que aquel fatídico 2 de Abril me prometí a mi mismo que trataría de luchar para que prevalezca el compromiso sobre el conflicto, la moderación vehemente sostenida sobre el extremismo. Veinte años después sigo creyendo profundamente que fue la decisión correcta, en especial cuando veo la infinidad de trabas burocráticas, de falta de interés, de bajezas inexplicables y juegos políticos a la cual se somete a la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur en su campaña por construir el monumento a los caídos argentinos en el Cementerio de Darwin, tema que aparentemente no le interesa demasiado a buena parte de la prensa, que en muchos casos sigue tratando a los veteranos argentinos y británicos y a sus familiares como si fuesen portadores de alguna peste altamente contagiosa.
Es de lamentar que no obstante el histórico Acuerdo Argentino Británico de 1999 y el gran progreso logrado en las relaciones argentino británicos hay quienes todavía se dedican desde la política, la diplomacia y desde los medios a torpedear cualquier posibilidad de realizar nuevos progresos.
Quiero recordar también hoy a mi padre, un londinense que también amaba profundamente la Argentina y que fue mi primer troesma de la vida. Alguna vez que como niño volví a mi casa con un ojo negro me miro con cara muy seria y me dijo ”espero que ese ojo negro lo hayas obtenido peleando por alguna cosa en la cual verdaderamente creías”. Casi 40 años después creo entender que fue una lección que marcó mi vida.
Ahora lo sé porque mi trabajo con Casa Argentina en Jerusalem y luego la Fundación Internacional Raoul Wallenberg y el Comité Internacional Angelo Roncalli son mi humilde contribución en promover causas en las que creo profundamente.
Quiero agradecer en forma muy particular a Baruch Tenembaum, cacique fundador de Casa Argentina, la Fundación Wallenberg y Comisión Roncalli, por su permanente confianza en mi y su apoyo. Espero no defraudar tamaña responsabilidad. Baruch, junto con esos otros bastiones como lo son el Dr. Natalio Wengrower y el Padre Horacio Moreno, me dieron una oportunidad de trabajar con ellos por causas que compartimos y valoramos. Vaya a ellos y por su intermedio a todos los miembros de estas instituciones -en especial mi colega y amigo Gustavo Jalife- mi más profundo agradecimiento.
Quisiera hacer saber a las autoridades que me presentan esta distinción la tremenda satisfacción que siento por recibir un premio que recuerda a un gran hombre que falleció cuando yo tenia tres meses de edad, cuya obra – como la de todos aquellos que salvaron a sus prójimos de una muerte segura a manos del terror Nazi.
En un momento de crisis como el que enfrenta la Argentina en estos días las oportunidades para aprender las lecciones de los salvadores como Sousa Mendes, Raoul Wallenberg o de Angelo Roncalli, mas conocido hoy en día como Su Santidad el Papa Juan XXIII, se nos presentan en diferentes formas y variadas maneras todos los días. Deberíamos intentar buscar en nosotros mismos parte de la grandeza que tuvieron ellos para enfrentar estos desafíos.
A los futuros diplomáticos que próximamente egresaran del ISEN les ruego que luchen por algo mas que un puesto en alguna embajada en el extranjero, un sueldo y una cómoda carrera diplomática.
A mis colegas los periodistas les pido que sueñen, que exploren y que descubran pero que no callen, aun cuando hacerlo les puede costar un trabajo, una reprimenda, un exilio o peor aun. Los valores que Uds. defienden vale la pena defenderlos, pero háganlo con piedad, en paz y con un profundo sentido de perdón.
Les recuerdo a todos que allí afuera hay muchos que luchan por causas justas, desde aquellos que día a día, año tras año no bajan los brazos en su esfuerzo por ver completado un monumento a los muertos de Malvinas en el cementerio de Darwin y aquellos que enfrentan al poder combinado de una justicia corrupta que se alía con una petrolera internacional para contaminar la costa ribereña del Río de la Plata.
Como periodista he conocido la persecución y la censura de muchas formas, pero aun así pienso que el peor de los pecados sigue siendo engañar a nuestros lectores, televidentes u oyentes a sabiendas.
El desafío es de cada uno de nosotros, y es como dijo aquel gran hombre que fue Aristides de Sousa Mendes, una cuestión de conciencia.
Agradezco nuevamente esta distinción y todos los que se acercaron aquí hoy para compartir esta feliz ocasión – en especial mi hijo Martín, mis familiares, amigos y colegas que han hecho grandes sacrificios para estar aquí hoy.
No quiero olvidarme tampoco de todos aquellos – mis queridos colegas de toda una vida por los caminos del periodismo – que hubieran querido estar aquí hoy si no hubiesen pagado con sus vidas su compromiso como verdaderos hombres y mujeres de prensa.
Vaya a todos ellos también mi recuerdo, mi tristeza y mi cariño hasta siempre. A manera de despedida los saludo con esas palabras que tan caras son a todos los que pretendemos compartir algunos de aquellos eternos valores que tan elocuentemente supieron enaltecer Aristides de Sousa Mendes, Raoul Wallenberg y Angelo Roncalli.
Shalom, Salam, Paz.
Muchas gracias”.