Lo llaman el «Schindler sueco» y aunque sea menos conocido, Raoul Wallenberg logró salvar directa e indirectamente, casi a 100.000 judíos de los que todavía quedaban en Hungría.
El 4 de agosto de este año se celebra el centenario de su nacimiento. La fecha de su muerte no se conoce, porque el 17 de enero de 1945 las tropas soviéticas lo secuestraron y encarcelaron a Moscú, en la prisión de Lubianka. Nunca se supo cual fue su destino final.
Wallenberg nació en Suecia de una familia aristocrática y estudió en Norteamérica. En cartas a su abuelo, discutía sobre su futuro y las carreras de «arquitecto, banquero u hombre de negocios». Su destino fue muy diferente.
Tenía apenas treinta y dos años cuando, el 9 de Julio de 1944, llegó a Budapest, donde fue asignado a la embajada de Suecia con el objetivo de auxiliar a la comunidad judía húngara, exterminada por los nazis.
Según lo que relató a ELMUNDO.es Baruj Tenenbaum, fundador de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg (FIRW), EEUU aceptó asignarle a la embajada aunque el joven no tuviese experiencia como diplomático. Pero, siendo Suecia un país neutral, su nacionalidad habría permitido su aceptación en Hungría y con los alemanes. Además, su familia era conocida y protestante, y esta condición ayudó a desarrollar su misión.
La creencia generalizada era que fuese una espía porque había sido reclutado por un agente de inteligencia de EEUU, con la aprobación del gobierno sueco. Sin embargo, no se sabe si tuvo realmente participación en operaciones de inteligencia.
Los métodos poco convencionales de Wallenberg
Una vez en Hungría, Wallenberg sorprendió a sus colegas con sus métodos inusuales. No disponía de armas, sólo de su inmunidad diplomática y de la neutralidad de Suecia. Utilizó sobre todos dos instrumentos innovadores: un tipo de pasaporte llamado Schutz-Pass y las Casas de Suecia.
En el primer caso, imprimió pasaportes con los colores de la bandera sueca, para ayudar a los judíos en sus relaciones con las autoridades. Aunque estos papeles no tenían ningún valor legal según el derecho internacional, imponían respeto.
El objetivo casi obsesivo de Wallenberg era «salvar la mayor cantidad de vidas posibles, arrebatarlas de las garras de los asesinos». Por eso, ideó también las llamadas Casas de Suecia, donde albergaba a las personas con el pasaporte salvador.
Cuando Adolf Eichmann, el oficial de las SS, comenzó sus brutales marchas de la muerte, en tren o a pie, Wallenberg seguía distribuyendo pasaportes de seguridad, comida y medicinas.
Según los relatos de los testigos, mientras estaban detenidos en la estación, el diplomático sueco solía abrir los vagones y entregaba los pasaportes de seguridad. En una ocasión, soldados alemanes recibieron la orden de dispararle, pero, impresionados por el coraje del diplomático, descargaron sus armas apuntando hacia arriba.
El misterio de su «muerte»
«Yo no podría regresar a Estocolmo, sabiendo que he dejado de hacer todo lo humanamente posible para salvar a la mayor cantidad de judíos» afirmó Wallenberg. Y así pasó: el 17 de enero de 1945, después de sólo siete meses del comienzo de su misión, el diplomático fue capturado por soldados rusos. Nunca se supo de él.
Después de la guerra, la URSS dijo que Wallenberg murió en Hungría de un accidente de coche . En 1957 se dijo que había muerto en 1947 de un ataque al corazón. Después del fin de la Unión Soviética llegó la versión oficial de Moscú: había muerto en una prisión soviética el 17 de julio de 1947. Durante años, sin embargo, hubo numerosos informes de ex prisioneros del gulag que afirmaron haber visto, oído, o hablado con Wallenberg en las prisiones rusas y después de 1947.
Antes de su captura, dije a un colega, el Dr. Erno Peto, que no estaba seguro de si era huésped de los soviéticos o su prisionero. Raoul Wallenberg pensó que estaría de vuelta en una semana. Pero aún no se sabe si está vivo o muerto.
En diciembre de 2000, el Fiscal General de la Federación Rusa declaró a Raoul Wallenberg víctima de la represión política soviética.
La fundación Wallenberg y sus proyectos
Muchos son los monumentos o las calles dedicadas al diplomático sueco, como la Rúa de Raoul Wallenberg en Monforte de Lemos en España. Entre estos, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg es una organización no gubernamental cuya misión es promover el ejercicio de los valores de solidaridad.
Entre los proyectos dedicados a Wallenberg se encuentra la oferta de una recompensa de 100.000 euros por el esclarecimiento del destino del diplomático sueco desaparecido. Baruj Tenenbaum, dijo a EL MUNDO que el próximo domingo la fundación decidirá en una reunión si duplicar la recompensa.