Por Baruj Tenembaum
Mayo 1, 2019
El Día del Recuerdo del Holocausto nos brinda la oportunidad de conmemorar y honrar la memoria de las víctimas de la persecución nazi, uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad. |
(photo credit: Ben Bresky) |
La importancia de este día fue recientemente resaltada por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien publicó un llamamiento oficial al pueblo de los Estados Unidos para «observar, del 28 de abril al 5 de mayo de 2019, los Días del Recuerdo de las Víctimas del Holocausto, así como el solemne aniversario de la liberación de los campos de exterminio nazi, con el estudio, las oraciones y la conmemoración apropiados, para honrar la memoria de las víctimas del Holocausto y la persecución nazi, recordando las lecciones de esta atrocidad de modo que nunca se repita ”.
Se trata de un magnífico gesto del presidente del país que lidera al mundo libre. El Día del Recuerdo del Holocausto también nos impulsa a reflexionar sobre el heroísmo de quienes lucharon contra el nazismo: los perseguidos, sus salvadores y los soldados de los ejércitos liberadores. El Holocausto tenía dos caras opuestas. El mal encarnado por los nazis y sus secuaces tiende a ensombrecer el coraje y la bondad de quienes lo confrontaron. La mente humana es más propensa a reconocer las atrocidades que el puro altruismo. Los valientes judíos que organizaron el levantamiento del gueto de Varsovia y los diversos grupos partisanos nos dan un gran ejemplo del heroísmo de las víctimas. Del mismo modo, no se debe minimizar el espíritu de lucha de los soldados aliados que expulsaron de Europa al ocupante nazi y liberaron los campos de concentración. El tercer frente de la bondad estaba poblado por valientes mujeres y hombres de todos los orígenes que optaron por no ser meros testigos de la catástrofe. Por el contrario, se acercaron a las víctimas de la máquina asesina nazi y les ofrecieron protección, a menudo arriesgando sus vidas y las de sus familias. Muchos de los salvadores fueron destacados diplomáticos, como el sueco Raoul Wallenberg, el portugués Aristides de Sousa Mendes, el brasileño Luis Martins de Souza Dantas, el español Sebastian de Romero Radigales, el Nuncio Angelo Rota y el suizo Carl Lutz, por nombrar unos pocos. Otros se hicieron famosos luego de que sus hazañas vieran la luz, como la polaca Irena Sendler y el consagrado ciclista italiano Gino Bartali. Muchos permanecen en el anonimato. Todos, identificados o no, actuaron obedeciendo lo que dictaba la conciencia. Hace varias décadas fundé la Fundación Internacional Raoul Wallenberg junto a mi fallecido amigo, Tom Lantos, salvado en 1944 por Wallenberg, es el único sobreviviente del Holocausto que fue miembro del Congreso de los Estados Unidos. También fue presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes. La misión de nuestra ONG es preservar y divulgar los legados de los salvadores, promoviendo los valores de solidaridad y coraje cívico que animaron sus gestas. En 2014, presentamos un ambicioso programa educativo titulado Casas de Vida. El objetivo: identificar y rendir tributo a los sitios en Europa que brindaron refugio a las víctimas de la persecución nazi. Cinco años después, hemos logrado identificar más de 500 Casas de la Vida. Es de destacar que la mayoría de los refugiados eran niños, dejados por sus padres antes de que estos últimos fueran deportados a los campos de exterminio. Un número abrumador de Casas de la Vida están relacionados a la Iglesia Católica. Solo en Italia y Francia, cientos de iglesias, conventos y escuelas católicas formaron parte de esta intrincada red. El hecho enfatiza la importancia de abrir los archivos del Vaticano en tiempos de guerra, tal como lo anunció este año el Papa Francisco, para comprender el rol que desempeñó el Vaticano en aquellos años trágicos. En los próximos meses proclamaremos tres nuevas Casas de la Vida en Hungría, en las que cientos de niños fueron protegidos y salvados. Solo se puede imaginar cuántas vidas nacieron de esos niños. El 27 de enero de 2019, en una conmovedora ceremonia que tuvo lugar en Tirana, con la participación del Presidente de Albania Ilir Meta y dignatarios de su gobierno, nuestra fundación declaró a todo el país como Casa de la Vida. Esta pequeña nación de los Balcanes, de amplia mayoría musulmana, es la única de todos los países ocupados por el nazismo, que finalizó la guerra con más judíos que antes del inicio del Holocausto. Esto se debió al hecho de que todo el país, incluidos los políticos y la gente común, brindaron refugio no solo a los judíos albaneses, sino también a los judíos de los países vecinos, basados en el principio ético llamado Besa, que en albanés se refiere a “la promesa” o “ Código de Honor” por el cual los albaneses siempre protegerán a sus invitados, incluso a riesgo de sus propias vidas. El programa Casas de la vida ejemplifica claramente el coraje de los rescatistas y, en vísperas del Día del Recuerdo del Holocausto, todos debemos reflexionar sobre la bendita memoria de las víctimas y sus salvadores. Su espíritu conjunto nos ayudará en nuestros esfuerzos para prevenir un futuro Holocausto. |
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