por Eduardo Eurnekian
En el 25° aniversario del atentado homicida
El 18 de julio de 1994, el edificio de la AMIA, el centro comunitario judío de Buenos Aires, fue destrozado por una gran explosión.
Un monumento unico en tributo a las victimas del atentado de la AMIA
Un terrorista suicida condujo su camioneta cargada con explosivos hasta la sede comunitaria de la calle Pasteur y mató a 85 personas. Cientos recibieron heridas de diversa gravedad.
Fue el ataque terrorista más letal en la historia de Argentina, con un número de víctimas aún mayor que el anterior atentado contra la embajada de Israel, también en Buenos Aires, perpetrado dos años antes.
Comúnmente atribuido al aparato de inteligencia de Irán y a asociado libanés, Hezbolá, este atentado continúa sin resolverse. Sus implicaciones tuvieron un trágico giro en 2015 con la misteriosa y violenta muerte de Alberto Nisman, el fiscal federal argentino que actuaba como investigador principal del caso AMIA.
Dos días antes de comparecer ante el Congreso Nacional para presentar su caso contra la entonces presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner y altos funcionarios de su gobierno, alegando que habían estado en connivencia con Irán para encubrir el atentado, fue encontrado muerto en su domicilio privado.
El caso de AMIA todavía está cubierto de intriga y misterio, pero pocas personas saben que también condujo a la creación de un símbolo sin precedentes en la historia del diálogo interreligioso.
El 19 de abril de 1997, en el aniversario 54° del levantamiento del Gueto de Varsovia, se inauguró un Mural Conmemorativo en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Este singular recordatorio está dedicado a las víctimas del Holocausto y a quienes perecieron en los ataques terroristas contra la embajada de Israel y la AMIA. Es un monumento único en su especie por estar emplazado no solo dentro de una iglesia sino de una catedral.
Unos años antes, mi amigo Baruj Tenembaum, fundador de la Fundación Raoul Wallenberg, había presentado esta iniciativa al fallecido cardenal Antonio Quarracino, por entonces arzobispo de Buenos Aires. Después del ataque, Quarracino fue a visitar las ruinas del edificio de la AMIA. En medio de los escombros, el cardenal habló y sus palabras resuenan hasta el día de hoy: «Qué ingenuos son los criminales que perpetraron este acto atroz. Creen que así podrían derrotar al judaísmo».
Tenembaum le pidió a Quarracino que considerara la posibilidad de erigir un recordatorio dentro de la catedral que rindiera homenaje a los mártires judíos de la Shoá y a las víctimas de los ataquess terroristas. Le dijo: «Antonio, los terroristas deben saber que los católicos y los judíos somos una familia que se apoya entre sí contra todo tipo de fanatismo».
La respuesta de Quarracino fue inmediata y entusiasta. Inclusive, fue mucho más allá. En una última carta personal a Tenembaum escribió que deseaba ser enterrado «junto al Mural y las cenizas de mis padres», insinuando así su deseo de que el Mural no debía abandonar su lugar en la catedral. En la misma carta manifiesta con énfasis su voluntad de que los judíos no dejen de visitar el Mural: «… he pedido se invite a judíos que así lo deseen a cubrirse la cabeza.»
El cardenal Antonio Quarracino falleció el 28 de febrero de 1998.
El Mural, obra del orfebre Carlos Pallarols, es una estructura de 1,80 metros de altura por 1,20 metros de ancho. Está compuesta por dos cristales entre los que se exhiben hojas de libros de oraciones encontrados en Auschwitz, Treblinka y el Gueto de Varsovia. También se puede ver una partitura del kadish (oración judía por los muertos), así como las portadas de dos libros: uno de fábulas, en yiddish, hallado entre los escombros de la AMIA y otro, el libro de Samuel, encontrado entre las ruinas de la embajada de Israel en Buenos Aires. También puede verse una copia de la portada de la Hagadá de Pesaj, rescatada de un campo de concentración en 1942 y donada por la señora Miriam Kesler, hija de una de las víctimas. Una placa informativa dice: “En memoria de nuestros hermanos judíos asesinados durante la Shoá (Holocausto) y de los mártires de los ataques contra la embajada israelí en Buenos Aires y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).». Una segunda placa tiene grabado un pasaje del libro «Yosel Rakover habla a Dios», de Zvi Kolitz: “Creo en el sol, incluso cuando no brilla, creo en el amor, incluso cuando no lo siento, creo en Dios incluso cuando permanece en silencio «.
Originalmente instalado en la Capilla de Santa Teresa, fue trasladado, conforme al pedido póstumo de Quarracino, a la Capilla de la Virgen de Luján en donde el cardenal primado y sus padres están sepultados.
El mural fue visitado a lo largo de su corta historia por personalidades prominentes de Argentina y el mundo. Entre otros, el presidente Raúl Alfonsín, el presidente Barack Obama, el arzobispo de Nueva York, cardenal John O’Connor; el ex secretario de estado del Vaticano, Cardenal Angelo Sodano y el Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa.
Después de la muerte de Quarracino, su sucesor, Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco) continuó la tarea de preservación y difusión del Mural, siguiendo el deseo expreso de su mentor y predecesor.
En septiembre de 2004, la Fundación Raoul Wallenberg instaló una réplica del Mural en la Iglesia Vaterunser, en Berlín, perteneciente a la EKD, federación de iglesias de Alemania.
Cerca de su muerte, Quarracino nos confió lo que sabía sobre el papel desempeñado por la Iglesia Católica para salvar vidas durante la Shoah. Años más tarde, en el marco de la Fundación Wallenberg, lanzamos el programa Casas de la Vida. En menos de cinco años, nuestra ONG logró identificar más de 500 sitios físicos en Europa que dieron refugio a las víctimas de la persecución nazi, principalmente a los niños que dejaron sus padres antes de que estos fueran deportados a los campos de concentración.
Nuestro objetivo es colocar una placa especial en la fachada de cada Casa de la Vida, para que los visitantes y transeúntes conozcan las historias de heroísmo que tuvieron lugar bajo sus techos.
Resultó que el cardenal Antonio Quarracino tenía razón. La gran mayoría de las Casas de la Vida eran iglesias católicas, conventos, monasterios y escuelas de juntas, lo que da una clara indicación de que se implementó una operación de rescate bien organizada. Hasta qué punto, el Papa Pío XII estuvo involucrado en este esfuerzo, aún está por verse. El Papa Francisco anunció la apertura de los archivos secretos de la Guerra del Vaticano y esperamos que esto arroje luz sobre este controvertido capítulo de la historia.
Mientras tanto, nosotros, en la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, nos sentimos orgullosos de haber contribuido a la creación del Memorial Mural en la Catedral de Buenos Aires, un símbolo interreligioso sin precedentes.
El autor del articulo es el Presidente de la Fundacion Internacional Raoul Wallenberg, una ONG con sede en Nueva York, cuya mision es la de preservar el legado heroico de Raoul Wallenberg y de todos los salvadores.