Los embajadores de España en Hungría y Rumanía ayudaron entre 1943 y 1944 a escapar de las garras nazis a miles de judíos, muchos de ellos de origen sefardí | Ángel Sanz Briz, el ‘ángel de Budapest’, colaboró con la red antinazi de Raoul Wallenberg | Sanz Briz hospedó a decenas de judíos en edificios que formaban parte de la legación española
Aunque el éxodo comenzó en el mismo instante en que Alemania aprobaba las primeras leyes antisemitas, las deportaciones masivas de judíos de los territorios ocupados por los nazis provocaron entre 1943 y 1944 que las embajadas y representaciones diplomáticas de los países neutrales recibieran oleadas de peticiones de asilo de gentes que querían salvar sus vidas.
Las legaciones españolas fueron de las más solicitadas. Sin embargo, la respuesta oficial de la diplomacia española no fue la que cabría esperar de un gobierno que alardeaba de los valores cristianos. Más bien al contrario. Sólo algunos diplomáticos movidos por su conciencia ayudaron a eludir el holocausto poniendo en riesgo sus vidas y carreras. Un caso extraordinario sucedió en Hungría y otro se dio en Rumanía.
En Hungría hubo dos españoles y un italiano -que se haría pasar por español- que salvaron a varios miles de personas de la cámara de gas. Fueron Miguel Ángel de Muguiro, Ángel Sanz Briz, ambos encargados de negocios de España en Budapest, y Giorgio (Jorge) Perlasca, italiano que se hizo pasar por español y continuó con la protección desarrollada por los dos anteriores, engañando a las autoridades húngaras nazis.
Los hechos que protagonizó Ángel Sanz Briz en Hungría le han supuesto pasar a la posteridad como el ángel de Budapest,la ciudad en la que se instaló Adolf Eichmann y escenario del dramático intento de venta de un millón de judíos a los aliados (caso Blood for Money) que revelamos en esta serie. Pero la historia de Sanz Briz tiene un predecesor y un seguidor quizás no tan famosos. Cuando los alemanes ocuparon Hungría en 1944 el encargado de negocios de España en Budapest era Miguel Ángel de Muguiro, un hombre que no había dudado en criticar abiertamente el antisemitismo del gobierno pronazi húngaro. Muguiro envió tantos escritos a Madrid explicando detalles de la persecución y saqueos de los negocios judíos que el gobierno húngaro protestó formalmente ante España. Muguiro fue destituido.
Francisco Gómez-Jordana, ministro español de Asuntos Exteriores, creyó que sustituyéndole por el joven diplomático Ángel Sanz Briz remediaría la situación, pero el tiro le salió por la culata. Sanz Briz no sólo no apaciguó las relaciones con Hungría, sino que acrecentó la tensión creada por su predecesor al caracterizarse por una firme resistencia a las deportaciones. Es más, Sanz Briz se convirtió en uno de los principales componentes de un colectivo internacional clandestino y antinazi que operó en Hungría, formado por el célebre Raoul Wallenberg, detenido por el ejército soviético y desaparecido en 1945; Angelo Rota, Nuncio Apostólico; Carl Lutz, cónsul suizo y otros diplomáticos de diferentes países.
Al poco de instalarse en Budapest, Sanz Briz envió a Madrid varios cables secretos en los que informó sobre las extremas condiciones que padecían los judíos. En sus mensajes, Briz subrayó muy especialmente la presencia de niños, ancianos y mujeres entre los deportados. Su reiterada presión obtuvo cierta respuesta del gobierno español y el ministerio le autorizó a repatriar algunos españoles, cifra que el gobierno títere húngaro redujo a cien aunque luego amplió a 200. Acogiéndose a esa cifra y trampeando papeles, Sanz Briz expidió cientos de visados y miles de cartas de protección en las que certificó la naturaleza judeoespañola de miles de perseguidos que no tenían raíces sefardíes, abriéndoles así la puerta a que optaran a la nacionalidad española.
En esta operación, Sanz Briz utilizó la siguiente treta: tenía autorización para expedir 200 certificados individuales, pero los convirtió en certificados para 200 familias, de modo que al instante multiplicó al menos por cuatro el número de personas que podía salvar. Emitió además varios miles de certificados y visados simplemente sellándolos siempre con números inferiores a 200. Y funcionó por un tiempo.
El 19 de noviembre de 1944 los judíos protegidos por Briz fueron concentrados en un gueto especial. El diplomático alquiló once inmuebles en Budapest que declaró ”parte de la legación española en Hungría”.
Las casas acogieron a 5.500 perseguidos. Para que los nazis no irrumpieran en las casas Sanz Briz hizo colocar en cada edificio un cartel que decía: ”Anejo a la legación española. Edificio extraterritorial”. La legación española se encargó de proveer comida, médicos y seguridad a los refugiados. En más de una ocasión el propio Sanz Briz acudió a las casas refugio para evitar detenciones o liberar a detenidos. Es obvio que su acción le supuso un riesgo personal que fue en aumento hasta que, coincidiendo con el avance del ejército soviético sobre Hungría, las quejas de los nazis al gobierno español provocaron que saliera del país.
Pero su marcha no interrumpió su programa de protección. La increíble labor humanitaria de Sanz Briz tuvo su continuidad de la mano de su colaborador y amigo Giorgio Perlasca, un joven italiano que había combatido con las tropas franquistas en la Guerra Civil y que había acabado de refugiado político en la legación española de Budapest.
Cuando Sanz Briz salió de Budapest, Giorgio Perlasca se autoproclamó representante de España en Hungría, cambiando su nombre por Jorge. Ante las dudas que despertó en el gobierno local, Jorge Perlasca mintió con aplomo asegurando que el viaje de Sanz Briz a España era temporal y que, mientras tanto, asumía sus funciones. Le creyeron. De este modo Perlasca siguió emitiendo certificados de españolidad y mantuvo el operativo de sustento desplegado en torno a las casas refugio. De hecho Perlasca asumió su papel de representante español en Hungría hasta tal punto que en nombre de España rescató judíos de los trenes en los que ya iban deportados a Auschwitz. Para ello siempre argumentó la naturaleza sefardí (aunque no lo fueran) de las víctimas y su condición de diplomático, que no tenía ni por asomo. Giorgio (Jorge) Perlasca se quedó en Hungría hasta la llegada del ejército rojo. Se calcula que entre Sanz Briz y Perlasca salvaron de las cámaras de gas a unas seis mil personas.
Perlasca, que murió el 15 de agosto de 1992 en la ciudad italiana de Padua, no habló de su aventura húngara hasta 30 años después de ocurrida. El aragonés Ángel Sanz Briz murió en 1980 reconocido universalmente como lo que fue: un hombre justo.
El Sanz Briz de Rumanía fue José Rojas Moreno, embajador de España en Bucarest de 1941 a 1943. Rojas denunció ante Madrid y ante las autoridades rumanas la persecución que sufrían los judíos. Actuando por su cuenta, impidió centenares de deportaciones. Hizo colgar un letrero que decía ”Aquí vive un español” en 300 casas habitadas por judíos, lo que frenó la detención de sus ocupantes, a los que también suministraba alimentos.
Rojas quiso evacuar a un grupo de 65 sefardíes y ofició ante las autoridades alemanas para pedir permiso para enviarlos a España. Pero Eberhard von Thadden, el enlace entre Von Ribbentrop (ministro de Exteriores) y Adolf Eichmann (jefe de deportaciones) se lo denegó, según consta en un escrito alemán de fecha 31 de mayo de 1944. El diplomático no se arredró y presionó hasta que Madrid dio el visto bueno a la evacuación, de modo que el ministerio español abogó en Berlín y logró un salvoconducto que firmó el mismo Von Thadden el 17 de junio de 1944. Rojas porfió para evacuar a más judíos, algunos sefardíes, a España. Sin embargo, Madrid y Berlín se lo impidieron. Ante la negativa, probó con la evacuación a Palestina, pero también fracasó al chocar con la oposición de los británicos.
Decenas de mensajes interceptados
Ángel Sanz Briz envió a Madrid decenas de mensajes clasificados como de ”máximo secreto” que fueron interceptados por los servicios secretos británicos. En esos cables, el español dio cuenta a Madrid de detalles de la persecución que sufrían los judíos, de modo que es posible afirmar nuevamente que tanto Franco como los aliados conocieron bien el genocidio perpetrado por los nazis.
Hay decenas de mensajes de Sanz Briz muy reveladores. Por ejemplo, cuatro días antes de tener que huir de Budapest escribió: ”Mensaje N.º 138522. A la vista del hecho de que se siguen perpetrando horribles atrocidades contra los judíos, el nuncio ha mantenido esta mañana una reunión de representantes de países neutrales.
Hemos acordado unánimemente efectuar una petición colectiva al gobierno húngaro con la petición de que cesen las persecuciones…”. Y, dos días antes de su salida, escribió a Madrid: ”Máximo secreto. N.º 138738. Esta mañana he conseguido obtener la liberación de 71 judíos que se encontraban en un campo de concentración cerca de Budapest. Muchos de ellos no habían comido en tres días y algunos… (el mensaje está sin terminar)”.