El embajador español en Bulgaria, Julio Palencia, se enfrentó directamente a los nazis y al gobierno franquista y consiguió salvar la vida de seiscientos judíos | Palencia expresó a sus jefes que era un deber humano y de caridad cristiana salvar a los judíos
Mientras la política oficial española sobre el holocausto se mostró colaboracionista, un puñado de diplomáticos españoles no judíos arriesgaron su vida y la de sus familias para salvar a cuantos pudieron de los campos de exterminio.
Uno de estos héroes fue Julio Palencia, ministro plenipotenciario (embajador) en la legación de España en Sofía (Bulgaria), que se implicó en la defensa de los 300 sefardíes a los que Adolf Eichmann quiso aplicar la solución final,lo mismo que a los restantes 50.000 judíos búlgaros.
Palencia llegó a adoptar a los hijos de un sefardí ajusticiado para que pudieran huir de las garras nazis. Al final salvó a más de 600 personas, se enfrentó a su jefe, el ministro de Exteriores español, y tuvo que huir de Bulgaria.
El episodio que relatamos aconteció entre marzo y septiembre de 1943 y podemos reconstruirlo gracias a los servicios secretos británicos (SIS), que interceptaron las comunicaciones telegráficas entre el diplomático español y el ministro de Exteriores español, Francisco Gómez Jordana.
El martes 16 de marzo de 1943, Julio Palencia se enteró de la inminencia de las deportaciones de los sefardíes por Bogdan Filov, el primer ministro búlgaro, que le anunció que la medida procedía de los alemanes. Al día siguiente, Palencia telegrafió a Madrid anunciando la amenaza nazi:
”Máximo secreto. Asunto: Judíos españoles en Bulgaria. N.º: 115514. De: Ministro español, Sofía. Para: Ministro de Asuntos Exteriores, Madrid. 17 de marzo de 1943. A la vista de la deportación inminente a Polonia de todos los judíos que viven en Bulgaria, ayer tuve una entrevista con el presidente del Consejo de Ministros, que me dijo que la deportación comenzaría a finales de abril y me hizo entender que era una medida impuesta por Alemania. Informo a su excelencia para el caso de que considere oportuno indicar al Gobierno alemán y al ministro búlgaro en Madrid que España no puede permitir que sus súbditos sean deportados a Polonia por razones de una ley racial no existente en (ilegible), añadiendo que los búlgaros viven en paz en España y, por tanto, los españoles tienen el derecho de hacer lo mismo en Bulgaria. Envío un despacho sobre este tema en la siguiente saca”.
El Gobierno español hizo oídos sordos y Palencia insistió: ”Máximo secreto. 15 de mayo de 1943. A la vista de la seriedad y urgencia de la posición referente a la aplicación de la ley antijudía de la que he informado a su excelencia en diversas ocasiones, considero que sería de gran ayuda si me concediera autoridad urgente para repatriar a todos los ciudadanos judíos de nacionalidad española que viven en Bulgaria y en territorios recientemente anexados, al propio coste de las personas afectadas. Serían unas 300”.
Palencia siguió sin respuesta. Tanto es así que acudió a la máxima autoridad alemana, anunciando por su cuenta y riesgo que España estaba de acuerdo en la repatriación de ”todos los judíos españoles que hay en Bulgaria”, según consta en un telegrama cifrado que Adolf Heinz Beckerle, el representante alemán en Bulgaria, envió a Berlín el 28 de mayo. Beckerle escribió: ”Palencia se declara disgustado por la expulsión de los judíos de Sofía y pidió intervenir a favor de sus amigos judíos búlgaros, lo cual he rechazado, por supuesto”.
El nazi también explicó a Berlín que la policía búlgara había detenido al canciller de la embajada española y que la policía vigilaba la legación y sus visitantes. Según Beckerle, Palencia le había dicho a la cara que en estas circunstancias no podía seguir en Sofía y que había informado de ello al gobierno de Madrid, lo cual era cierto.
Pero el hecho que desencadenó el enfrentamiento total de Julio Palencia con los alemanes y también con el ministro Gómez Jordana fue su intervención para salvar a la familia del sefardí León Arié, ejecutado en Bulgaria. Tras su muerte, Palencia adoptó a sus hijos y suministró un salvoconducto a la viuda Arié, lo que supuso un ataque de nervios para Madrid y otro para Berlín.
La prueba: la airada reprimenda del ministro Gómez Jordana a Palencia de 30 de junio de 1943: ”Máximo secreto. El ministro búlgaro me acaba de hacer una comunicación oficial en nombre de su Gobierno en referencia a la adopción por su excelencia de los hijos del sefardí Rafael Arié, condenado a muerte por el tribunal búlgaro y ejecutado el pasado abril, mencionando especialmente su solicitud de un pasaporte diplomático para estos huérfanos. El Gobierno búlgaro considera que su conducta ha sido ´expresiva e incorrecta´ a la vista de la especial situación referente al orden público en Bulgaria y a la participación judía en los recientes incidentes políticos. Por favor, informe sobre este asunto, al que las autoridades búlgaras conceden tanta importancia como para llevarles a preguntarse si su presencia en su puesto puede seguir siendo deseable”.
La respuesta de Julio Palencia a Gómez Jordana no se hizo esperar: ”Referente a su N.º24 (es la anterior). Tras seguir los consejos de dos renombrados abogados en Sofía, uno de ellos un ex ministro de Justicia, he adoptado a dos niños de 17 y 19 años, hijos del sefardí Arié, condenado a muerte y cuya sentencia ha sido considerada en general injusta y debida enteramente a su origen judío. Por tanto, es inadmisible decir que la adopción por mi parte de dos menores que pertenecen a una raza que el Gobierno búlgaro desea hacer desaparecer del país es una acción incorrecta que requiera una queja. Yo no he pedido un pasaporte diplomático para (ilegible) sino sólo una tarjeta de identidad (…)”. Pero la verdad es que sí los había adoptado y se lo dijo al ministro.
Mientras se producía este cruce de mensajes, los alemanes daban instrucciones para interceptar a la familia Arié. Julio Palencia se dio cuenta de que su vida corría peligro y optó por enviar un nuevo telegrama a Madrid, argumentando que era un deber humanitario y de buen cristiano salvar la vida de inocentes, al tiempo que pedía que le sacaran rápidamente de Bulgaria.
Gómez Jordana contestó el 26 de julio con unos argumentos que juzgará el lector: ”Secreto. Descifrar personalmente (…) Dejando a un lado el aspecto humanitario y de caridad cristiana al que hace referencia, considero que debería haber prevalecido su posición como representante acreditado en Bulgaria y debería haberse abstenido de cualquier acción que el Gobierno búlgaro hubiera podido temer como de oposición. A la vista de la necesidad patente de su traslado, siento informarle de que el puesto que menciona está cubierto y que sólo puede ser nombrado para (ilegible) Salvador o Genoa (sic), siendo estas posibilidades condicionales y con las reservas debidas por la revisión de las combinaciones que se están llevando a cabo”. La actitud de Palencia hizo que los nazis lo calificaran de ”fanático antialemán” y de ”amigo de los judíos”, por lo que fue declarado persona non grata en Bulgaria. Pese a que fue perseguido, logró llegar a Madrid con los Arié. El ministro le amonestó.
Con la Gestapo en los talones
El embajador Julio Palencia salvó la vida a unas 600 personas facilitándoles la entrada en España con los visados que expidió por su cuenta. Al ministro Gómez Jornada no le gustó nada la iniciativa del diplomático español y el 9 de agosto de 1943 le recriminó que salvara a los sefardíes con un mensaje en el que le exigió que se abstuviera ”de tomar cualquier iniciativa que no fuera la de actuar en absoluto acuerdo con el embajador en Berlín”.
Palencia, que corría serio peligro, abandonó aquel agosto Sofía llevando consigo a su esposa y a los hijos de Arié, que había adoptado y que por tanto eran españoles. Enterada la Gestapo de sus intenciones, informó a sus agentes en Rumanía: ”Palencia se marchó de Sofía a Bucarest. Lo acompañan sus dos niños judíos adoptivos, hijos de Arié, gran intrigante ajusticiado. Denegar visado de tránsito para niños adoptivos si Palencia lo pide allí”.