“El ataque nazi a las raíces de la civilización fue un elemento definitorio del siglo XX. Hitler fue el epicentro de ese ataque y su principal exponente, no su causa principal.” (De “Hitler, la biografía definitiva”, monumental obra de 1.300 páginas del historiador Ian Kershaw).
El “milagro de la vida” irguiéndose sobre el latrocinio nazi de locura y muerte suma cada día un nuevo capítulo, historias ignoradas o apenas difundidas. A 72 años de la rendición del Tercer Reich, la Fundación Raoul Wallenberg tiene a su cargo una investigación aún en curso que le ha permitido detectar lo que llama “Casas de Vida” en Roma, Florencia, Budapest, París y Varsovia. ¿Que son las casas de vida? Iglesias y conventos católicos que en su mayoría alojaron a niños judíos cuyos padres marchaban al cadalso de los campos de concentración y entregaban a sus hijos para preservarlos de una muerte segura.
Aún es posible hallar sobrevivientes de aquella epopeya de amor silenciosa, que cruzó identidades religiosas en celebración de la vida. Aquellos niños son hoy curas o monjas muy mayores que casi no han salido de los claustros donde fueron creciendo y educándose en el ámbito de una fe distinta a la de sus padres. Muchos murieron allí, acaso sin saber definidamente sus orígenes. Otros, no. La historia asoma como un nuevo capítulo de la resistencia al Holocausto gracias a la paciente investigación de la Fundación Wallenberg, ONG que reconstruye la memoria de la Shoá, consagra el diálogo interriligioso y mantiene fresca la historia de Raoul Wallenberg.
Podría decirse que Wallenberg fue un Oskar Schindler sueco. Un hombre que arriesgó su pellejo para salvar a miles de judíos húngaros en Budapest, a quienes entregaba “pasaportes protegidos” para un escape hacia la libertad. En Budapest, Wallenberg se desempeñana como primer secretario de la embajada sueca en la capital húngara y fue detenido por los soviéticos cuando el Ejército Rojo tomó Budapest. Nunca más se supo de él. Su desaparición y muerte aún genera controversia: Moscú lo acusó de ser un espía estadounidense. Quizá, una vez ya caído Hitler, se transformó en la primera víctima de la naciente Guerra Fría.
En confianza, “el ataque nazi a las raíces de la civilización” del que habla Kershaw, siempre encontró seres prodigiosos que dijeron basta. Fuentes de la Fundación aseguraron a Clarín que sólo en Francia se ubicaron hasta ahora 527 Casas de Vida y otras 243 en Roma y las afueras. No todos permanecieron de por vida en esos albergues. El doctor Mordejai Paldiel, sobreviviente del Holocausto, fue salvado por un cura católico y hoy vive en EE.UU.
Baruj Tenembaum, un “gaucho judío” nacido en Las Palmeras, Santa Fe, inteligencia vital en Fundación Wallenberg, tiene hoy 83 años y es un ciudadano del mundo, activista del diálogo entre religiones. Está empeñado en anunciarle al mundo que, en pleno Holocausto, en esos refugios la vida resistió. Los argentinos hablamos poco de él.