Noruega, un país que siempre ha sido visto por el resto del mundo como modelo moderno de desarrollo social y educativo, recientemente ha sorprendido al mundo estableciendo una extravagante celebración de un año de duración en honor de la vida y la obra del escritor Knut Hamsun (1859-1952), en ocasión del 150 aniversario de su nacimiento.
Si bien es entendible que cualquier país quiera honrar a uno de sus mejores escritores, especialmente uno que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1920, no se puede olvidar que Hamsun era un defensor fanático del régimen Nazi que invadió su país en 1940 y que fue responsable de las muertes de más de 700 noruegos. Hasta el día de su muerte no se arrepintió de su apoyo al nazismo y hasta llegó a escribir un obituario para la prensa noruega cuando se anunció la muerte de Adolf Hitler.
Lo que hace más incomprensible la decisión noruega es el hecho de que el país asumió a comienzos de este año la presidencia del Grupo Internacional de Trabajo y Cooperación para la Educación, organización integrada por 27 naciones con la misión de promover el apoyo de líderes mundiales para educar sobre el Holocausto y su recuerdo.
Hombres y mujeres escandinavos, como Raoul Wallenberg, los numerosos no-judíos noruegos o el heroico movimiento de resistencia que contrabandeó más de 1.000 refugiados perseguidos, siguen esperando un reconocimiento que esté a la misma altura del que se le brinda a este criminal de guerra.
Depende ahora del gobierno noruego poner fin a esta ofensiva reivindicación del nazismo y ajustarse a las normas que el mundo espera que Noruega cumpla o asumir las consecuencias de un comportamiento absolutamente inaceptable.
Nicholas Tozer
Fundación Internacional Raoul Wallenberg
www.raoulwallenberg.net
Traducción: FIRW