Opinión
Señor director:
La muerte del ex Presidente checo y escritor Václav Havel deja un enorme vacío en la política, así como en el ámbito del universo intelectual.
Fue un miembro distinguido de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg y su nombre fue funcional a campañas destinadas a encontrar respuestas sobre el destino de Raoul Wallenberg, el diplomático sueco desaparecido en el Gulag soviético después de ser capturado por el Ejército Rojo en enero de 1945.
Como Wallenberg, que en 1944 salvó las vidas de miles de judíos y otros perseguidos por el nazismo en Hungría, Havel experimentó en carne propia la violencia implacable del régimen soviético. Pasó cinco años en cárceles comunistas y vivió durante décadas bajo la vigilancia estricta de la policía secreta.
Václav Havel fue una figura única. Su nombre es un faro de los derechos humanos y sinónimo de una vida ejemplar consagrada a la causa de la democracia y la libertad.
Su autoridad moral encarnaba los valores de la solidaridad y el coraje cívico, pilares éticos de todas las personas de buena voluntad que se oponen a las tiranías, en cualquier momento y lugar.
Havel fue el alma de la revolución checa. Sin su influencia, es muy probable que los movimientos democráticos de Europa central y oriental no hubieran tenido lugar.
Rendimos homenaje a este campeón de la democracia y notable defensor de los derechos humanos.
Baruj Tenembaum