Muchos países de Europa y Norteamérica requieren que todos los alumnos de la escuela secundaria aprendan sobre el Holocausto. ¿Por qué? Por su importancia histórica, por supuesto, pero también porque en nuestro mundo, cada vez más diversificado y globalizado, los educadores y quienes hacen las políticas creen que la educación sobre el Holocausto es un mecanismo vital para enseñar a los estudiantes a valorar la democracia y los derechos humanos, y alentarlos a que se opongan al racismo y promuevan la tolerancia en sus propias sociedades.
Eso fue lo que supuse en 2005 cuando, como secretario general de la ONU, insistí a la Asamblea General para aprobar una resolución por la Memoria del Holocausto que incluía una llamada a realizar ”medidas para movilizar a la sociedad civil para la memoria y educación sobre el Holocausto para ayudar a prevenir futuros actos de genocidio”.
Realmente podría parecer evidente que la educación sobre el Holocausto pudiera tener ese propósito y ese efecto. Sin embargo, difícilmente se puedan encontrar programas educativos que hayan tenido un claro éxito en relacionar la historia del Holocausto con la prevención del conflicto étnico y el genocidio en el mundo actual.
Por supuesto la prevención es siempre más difícil de probar. Lo menos que uno puede decir es que el grito de ”nunca más”, exclamado durante tantos años después de 1945, ha resultado cada vez más vacío con el paso de las décadas. El Holocausto se mantiene incólume en su combinación de medios técnicos y organizacionales complejos con el fin más implacable y despiadado, pero las instancias de genocidio y brutalidad a gran escala todavía se multiplican – desde Camboya al Congo, desde Bosnia a Ruanda, desde Sri Lanka a Sudán.
En pocos países en la actualidad, incluso entre los que requieren que sus maestros enseñen sobre el Holocausto, se da algún entrenamiento específico o guía de cómo hacerlo. Y pocos maestros, en cualquier país, tienen el conocimiento o la capacidad para enseñar sobre el Holocausto en una forma que pueda permitir que los adolescentes de hoy, que frecuentemente representan en sólo un aula una gran variedad de orígenes culturales y étnicos, lo relacionen a las tensiones que encuentran en sus propias vidas. Realmente se necesita más y mejor entrenamiento para los maestros.
¿Pero sabemos qué contenido debería tener tal entrenamiento?
Si nuestro objetivo con respecto al Holocausto es hacer que se piense más sobre la responsabilidad civil, los derechos humanos y los peligros del racismo, entonces deberíamos relacionar el Holocausto con otras instancias de genocidio y con conflictos étnicos o tensiones de nuestro propio tiempo y lugar. Eso permitirá que los estudiantes no sólo aprendan sobre el Holocausto sino también aprendan una importante lección.
Ha llegado el tiempo de hacerse algunas preguntas difíciles sobre la educación ”tradicional” del Holocausto y quizás repensar un poco las suposiciones en las cuales se basó. ¿Son los programas que se enfocan en el sistema y la ideología Nazi, y particularmente sobre las horrendas experiencias de sus millones de víctimas, una respuesta efectiva o preventiva contra los desafíos que enfrentamos hoy?
Es fácil identificarse con las víctimas. Pero si queremos prevenir futuros genocidios, ¿no es igualmente importante entender la psicología de los perpetradores y quienes los apoyaron –para comprender qué es lo que lleva a un gran número de personas, generalmente ”normal” y decente en la compañía de su propia familia y amigos, a suprimir su empatía humana con la gente que pertenece a otro grupo y apoyar, o ser testigo de su exterminación sistemática? ¿Necesitamos enfocarnos más en los factores sociales y psicológicos que los llevaron a estos actos de brutalidad e indiferencia para que sepamos ver los signos de alarma en nosotros mismos y en nuestras sociedades?
¿Los programas educativos actuales hacen lo suficiente para revelar los peligros inherentes en los estereotipos religiosos y prejuicios, e inculcar que los alumnos estén contra ellos? ¿La enseñanza de la historia del Holocausto en el aula llega a relacionar suficientemente las causas raíz del conflicto racial o étnico contemporáneos? ¿Y no debería estudiarse el Holocausto no sólo en Europa, Norte América e Israel sino en todo el mundo, así como otras trágicas instancias del barbarismo humano?
Tales interrogantes serán el corazón de la conferencia este mes en el Seminario Global de Salzburgo, en Austria, sobre ”La prevención global del genocidio: aprendiendo del Holocausto”, que tendrá lugar con la cooperación de El Museo de la Memoria de Estados Unidos. Los organizadores esperan que lleve a la formación de un programa para maestros de todo el mundo.
Ciertamente no es un problema con una solución ”aplicable a todos”. Enseñar el Holocausto a una clase en Ucrania es obviamente diferente que enseñarlo en Israel y seguramente cambie enormemente entre los distintos distritos de una ciudad Europea. Pero los entretelones y ejemplos pueden compartirse, y parece apropiado que Austria – que tuvo abundancia tanto en víctimas como en perpetradores de las atrocidades Nazis- sea el anfitrión es este programa.
Kofi A. Annan, el anterior secretario general de las Naciones Unidas, es presidente honorario del consejo asesor para el Programa de educación sobre el Holocausto y la prevención del genocidio en el Seminario global de Salzburgo.
Traducido por Soledad Castro Virasoro