Por Natan Lerner
En esta época compleja e ingrata por la que atraviesa Israel y, por ende, el pueblo judío es seguramente útil leer o releer lo que intelectuales judíos, de aquí o de la diáspora, escribieron en diversas oportunidades sobre el carácter de la empresa sionista y del judaísmo en general. Ese carácter es frecuentemente distorsionado, por enemigos así como por algunos que se consideran sus exponentes, y es refrescante tomar nota de las ideas de pensadores calificados acerca de lo que es el judaísmo, o la judeidad. Uno de esos pensadores es León Dujovne, filósofo, escritor, jurista y periodista, fallecido hace un cuarto de siglo en Buenos Aires. La Fundacion Internacional Raoul Wallenberg y Casa Argentina acaban de publicar una edición digital de uno de los numerosos libros de Dujovne, “El Judaísmo como Cultura”. Es más que justo dedicar un comentario a esta obra, que mantiene plena actualidad.
Debo dejar constancia de que tengo una enorme deuda de gratitud personal e intelectual para con Dujovne. Comencé a trabajar con el cuando tenía unos 14 anos, como secretario o dactilógrafo. Vivíamos entonces en el barrio de Flores Norte, a unos cien metros uno del otro. Cuando fui Bar Mitzva, mis padres me regalaron una maquina de escribir, usada por supuesto, y me enviaron a la Academia Pitman a aprender a teclear a ciegas, lo que hice con un éxito considerable que me ayudo toda la vida. Dujovne necesitaba un secretario a quien dictar sus trabajos, y un vecino mío y hermano suyo me recomendó a tal efecto. Entre “mis” productos dactilográficos de esa época figuran algunas de las obras mas sobresalientes de mi empleador, como sus cuatro tomos sobre Spinoza, posiblemente la mas importante obra en castellano sobre el filosofo de Amsterdam; la traducción al castellano de los diez tomos de la Historia del Pueblo Judío de Dubnow y algunos otros libros y ensayos de Dujovne, sobre temas judíos y no judíos, que aparecieron en esos anos.
Dujovne escribía también en esa época los editoriales en castellano y una columna de noticias, también en castellano, para El Diario Israelita (Di Yidishe Zaitung) uno de los cotidianos en idish que tanta influencia tuvieron sobre la vida judía en la Argentina. Poco a poco, estimulado por el, me gane la confianza de la dirección del diario, y se me confió redactar de tanto en tanto yo mismo la columna y los editoriales. Mi malogrado buen amigo Marcos Kornhendler, fallecido en Tel Aviv hace unos anos, tradujo al idish con frecuencia esos editoriales escritos por mí. Al lector puede interesarle saber que la obligación de publicar editoriales en castellano regia para todos los diarios en idiomas extranjeros desde hacia varios anos.
En mis últimos anos de estudiante de Derecho dejé de trabajar como secretario personal de Dujovne. Después de recibido de abogado, fui socio en su estudio jurídico.
Algunas de mis aventuras intelectuales de esos años fueron estimuladas por el, como por ejemplo mi traducción del ingles de un pequeño pero influyente librito de Isaiah Berlin, sobre Lo Inevitable en la Historia. La Librería Sigal, que publico varias de las traducciones de Dujovne, también me confió la traducción de una Síntesis del Shuljan Aruj, una suerte de atrevimiento para un hereje como yo.
Los intelectuales judeo-argentinos
Me perdonara el lector este extenso introito personal relacionado con Dujovne, cuyos escritos constituyen un legado que honra al judaísmo argentino, que produjo una generación de intelectuales, Dujovne entre ellos, que fue tal vez la mas fecunda y respetada en la no muy larga historia de esa comunidad. Esa generación se expresaba en castellano y recogió el legado de la cultura judía. Constituyo una especie de puente entre la generación de habla idish y la formada en el país.
La aparición de la versión electrónica del libro sobre el judaísmo como cultura debería inducir a los institutos que se interesan en el judaísmo argentino, en las dos universidades mayores, Jerusalem y Tel Aviv, a dedicar una o más jornadas a esa generación. Es pertinente subrayar que, en 2005, la Universidad de Buenos Aires, en cuya Facultad de Filosofía y Letras enseñó Dujovne, publicó una edición homenaje, con motivo del vigésimo aniversario de su fallecimiento, de su manuscrito inédito sobre “La filosofía de la historia en Sarmiento”, precediéndolo con un estudio preliminar sobre la obra científica de León Dujovne. No es esta la ocasión para detallar nombres y obras de esa generación, tan valiosa desde los puntos de vista tanto judío como argentino. Dujovne –escribe Robert Weisbrot, historiador judío de los Estados Unidos, autor de un libro sobre los judíos de la Argentina- “fue un perfecto símbolo de los valores humanistas y judaicos” que caracterizaron a esa generación, agrupada en buena medida en la Sociedad Hebraica Argentina.
El libro
El libro que ahora se reproduce electrónicamente apareció a principios de los años 80 y parte del material que contiene ya se había publicado con bastante anterioridad. Dujovne señala en el prologo que no es un libro de propaganda, sino de esclarecimiento. Su lectura hoy es muy útil para adquirir “una idea precisa de lo que son los judíos, el judaísmo e Israel”. El autor trata de responder a preguntas como Que son los judíos? Son ellos una raza, una comunidad que profesa y practica una determinada religión, o son una nación en el sentido corriente de este vocablo? O se ha de recurrir a alguna otra noción para caracterizar a los judíos? A juicio de Dujovne, “se debe recurrir a la noción de cultura, frecuentemente empleada en los tiempos por antropólogos, sociólogos y filósofos de la historia. Para el “caso” de los judíos se ha de emplear la palabra cultura atribuyéndole una acepción que ofrece cierto matiz especial…” “Llamamos judaísmo –continua- a la cultura judía que lo definió… Así como a cristianismo corresponde cristiandad, así a judaísmo corresponde judeidad…Se suele emplear el vocablo judaísmo donde corresponde judeidad”. El vocablo judaísmo “es justamente empleado para designar la religión judía o la cultura judía, si se lo emplea para designar el repertorio coherente de convicciones sobre el cual se asienta la vida de una comunidad humana, con sus creaciones y valoraciones”. Me atrevo a opinar que si la distinción entre judeidad, es decir judíos, y judaísmo, es decir religión judía, fuera clara para los políticos israelíes, algunos de los dañinos problemas que nos acompañan casi a diario podrían ser objeto de soluciones mas fáciles.
Dujovne se pregunta que quiere expresar exactamente alguien cuando declara que es judío, o, en términos más generales, que son los judíos. Hay judío en singular porque ha habido y hay judíos en plural. Hay una historia judía y un pueblo judío. Ser judío es ser una persona que pertenece a un grupo humano con una determinada historia y ciertas tradiciones. Los judíos son protagonistas y resultado de un particular proceso histórico. Puedo saber que son si conozco la historia de los judíos. El conocimiento de esa historia suscita una pregunta mas adecuada: Qué es el pueblo judío como pluralidad, como grupo humano persistente a través de cuatro milenios? Dujovne analiza las tres posibles respuestas: los judíos son una raza en el sentido biológico del vocablo; los judíos son adeptos de una determinada religión y es judío aquel que profesa y practica la religión judía; los judíos son una nación y es judío quien pertenezca a esa nación.
Dujovne examina las tres nociones. Nos recuerda que hay semitas que no son judíos y que hay “mezclas de sangre” en el grupo humano hebreo y algunos famosos personajes judíos no eran hijos de madre judía, y los enumera. Seria interesante saber que hubiera escrito Dujovne acerca del fallo de la justicia británica –comentado por mi en AURORA- sobre la política de una escuela judía ortodoxa de Londres que se negó a aceptar como alumno a un chico de 12 anos, hijo de padre judío y madre convertida al judaísmo por un rabino no ortodoxo.
Aludiendo a la tesis de que es judío toda persona que profesa y practica la religión judía, recalca que hay quienes se declaran judíos y son considerados como tales por otros judíos a pesar de que no practiquen la religión y se presenten como “librepensadores’ y “ateos”. El limite esta en que quien ha adoptado otra religión deja de ser judío, pues no se puede ser a un tiempo judío y musulmán o judío y budista, mas la practica de la religión no es un requisito para ser considerado judío, lo cual no significa un pronunciamiento sobre el inmenso e intenso papel que la religión desempeño en la historia de la comunidad judía y en su modelación. Cita como ejemplos a Sigmund Freud, Martín Buber y Albert Einstein, tres judíos prominentes con diferentes actitudes hacia la religión y su práctica.
A continuación el autor se refiere a una tercera noción, la nación. Si por nación se entiende a un grupo de personas con recuerdos comunes y esperanzas comunes, los judíos son una nación. Pero si es propio de la nación el vivir en un estado soberano, mientras Vivian en la diáspora los judíos no eran nación, excepto en cuanto aspiraban a recuperar su antiguo país e instaurar en el un estado soberano. El Estado de Israel es una nación; los judíos de fuera de Israel; no son súbditos ni ciudadanos de esa nación. Pero son solidarios con los judíos de Israel en cuanto los une la comunidad de cultura. La solidaridad entre los judíos subsiste hoy en función de la comunidad cultural.
En consecuencia, ninguna de las tres nociones, raza, religión y nación, es suficiente para caracterizar plenamente a los judíos. Pero, en cambio, “las noción de cultura, frecuentemente empleada en los últimos tiempos, aunque no siempre con la misma acepción, por historiadores, sociólogos y antropólogos, nos sirve como solución para nuestro problema de que son los judíos”. “Llamamos aquí cultura –sigue Dujovne- al coherente repertorio de convicciones sobre el cual se asienta la vida de un grupo humano con sus creaciones y valoraciones. En nuestro caso se trata de determinar lo persistente y duradero de la cultura judía a través de diversos periodos de su historia. En comparación con otras culturas de Occidente, la judía es la cultura propia de un único pueblo, pero ha habido una simbiosis entre judaísmo y cultura europea, en extremo fecunda para la humanidad”. “Si se elimina de la cultura de Occidente las ideas y doctrinas de algunos autores judíos, esta cultura se desmorona o, por lo menos, se empobrece. Sin Filón de Alejandría, del siglo I de la era cristiana, sin Ibn Gasbirol del siglo XI. de Maimónides en el siglo XII, de León Hebreo en el Renacimiento y de Spinoza en el siglo XVII, esta cultura, la europea u occidental, no contendría algunos de sus elementos esenciales”. Al propio tiempo la cultura judía ha absorbido las de otros pueblos, creándose así la simbiosis a que alude.
“Como los judíos –concluye Dujovne esta introducción a su extenso estudio- son una cultura, se les ha negado a veces la condición de nación. Es que los judíos son mas que una nación, son un ámbito de vida humana que se ha mostrado particularmente fecunda”.
He citado algunos párrafos de la primera parte de la obra de Dujovne, que esta muy lejos de ser un estudio apologético o etnocéntrico. Es un ensayo fundamental para describir la condición judía, de mucha relevancia para algunos de los mayores problemas de la misma en estas horas criticas. No es necesario adherir a todos sus juicios, pero el libro en general es una valiosa interpretación de lo que significan judaísmo y judeidad en la actual era. La Fundacion Wallenberg ha prestado un enorme servicio a la elucidación de tales problemas al poner a disposición del lector esta obra de hace un cuarto de siglo.