La Fundación Wallenberg fue creada hace décadas, inspirada en la épica tarea del embajador sueco Raoul Wallenberg, quien puso en riesgo su vida para salvar a miles de personas durante la Segunda Guerra Mundial. Desapareció trágicamente tras el final del conflicto. La misión que se impuso ahora la fundación que lleva su nombre es desarrollar proyectos ejemplares basados en la solidaridad, la educación, la ética y las tareas de rescate. Tiene dinámicas sedes en Nueva York, Roma, Jerusalén, Berlín, Buenos Aires, Londres, Río de Janeiro. La fundó Baruj Tenembaum y su actual presidente es Eduardo Eurnekian.
Una de las últimas iniciativas de repercusión mundial fue la creación de las Casas de Vida. Tratan de identificar, tras una seria investigación, lugares donde se salvó con enorme riesgo a muchas personas. Esos lugares son puestos en evidencia mediante placas conmemorativas. Ya se descubrieron más de 500 sitios en Italia, Polonia, Francia, Grecia, Dinamarca y otros países. La mayoría corresponde a conventos, iglesias, monasterios, escuelas y hogares. En todos ellos se ingeniaron para ocultar incluso a niños de la persecución nazi . La primera Casa de Vida se encuentra en Florencia. Se denomina Casa del Santo Nombre de Jesús. Estaba regentada por las Hermanas Misioneras de María. En 1943 ofreció refugio a 40 mujeres y niños, en su mayoría ni siquiera italianos, que estaban a punto de ser detenidos por las hordas nazis y enviados a los campos de la muerte.
Un caso asombroso fue el de todo un país: Albania. La Fundación Wallenberg acaba de otorgarle el título de Casa de Vida. Es el primer país en recibir esa distinción. Los fundamentos son numerosos. Se determinó que casi toda su población se esmeró en salvar judíos, incluso provenientes de otras regiones. Por eso, al terminar la guerra, hubo más judíos en su territorio que antes de iniciada. Es un caso único. Muchos de sus ciudadanos arriesgaron sus vidas y propiedades -y las perdieron- en esa lucha desigual. Albania tiene mayoría musulmana, pero con leyes seculares. No se conoce ningún caso en que haya sido denunciada la presencia de judíos con el fin de que se los arrestara, como ha ocurrido en todos los demás lugares en que hubo ocupación nazi. Mediante un esfuerzo que implicó serios riesgos para la población local, fueron salvados todos los judíos albaneses y también sobrevivieron miles de fugitivos provenientes de Alemania, Austria, Grecia, Montenegro, Turquía e Italia.
Merece un espacio especial la palabra besa, que en idioma albanés significa «honor y promesa». En la práctica se traduce como «hospitalidad incondicional». Es la que su pueblo prodigó durante la Segunda Guerra Mundial. La pequeña Albania se convirtió en Estado independiente tras las Guerras Balcánicas de 1912-13. Fue un principado que pretendió ser neutral, pero rápidamente lo conquistó Serbia y Montenegro. Luego Austria-Hungría. En una emotiva ceremonia que se llevó a cabo en su capital, Tirana, fue descubierta la placa que la proclama Casa de Vida, como un caso sin precedentes. En dicha ceremonia el gobierno de Albania fue representado por su presidente, Ilir Meta, ministros y legisladores. El evento contó asimismo con la participación de líderes de todas las comunidades religiosas, así como embajadores de numerosos países.
Entre las numerosas historias de rescate se suele mencionar la del matrimonio de Isuf y Niqi Panariti, padres del actual ministro de Agricultura. Cuando en marzo de 1943 empezó la deportación de los judíos de Tesalónica, lograron huir de Grecia junto con su hija Frida. La otra hija, Medi, era la esposa del dueño de un hotel. Él no era judío y, a través de buenos contactos, consiguió que sus parientes políticos atravesaran la frontera. La operación fue coordinada por un empresario albanés, que alojó a toda la familia en su propia residencia. Llevaría mucho espacio narrar las peripecias que debieron protagonizar para ocultarse de las maniobras nazis encaminadas a descubrirlos y las colaboración que obtuvieron de osados vecinos. Como este caso, en la memoria de los albaneses se acumulan otras historias de igual coraje y habilidad.
Después de la liberación de los nazis, en octubre de 1944, esa familia regresó a Grecia. Allí encontraron devastación. El barrio judío había sido destruido por completo y la mayoría de sus parientes y amigos, asesinados. En 2015, Isuf y Niqi Panariti fueron declarados póstumamente «Justos entre las Naciones». La medalla y el diploma fueron entregados a su hijo Edmond. El pasado 26 de septiembre, coincidiendo con la reunión de jefes de Estado en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, el presidente de la República de Albania, Ilir Meta, recibió a una delegación de la Fundación Wallenberg presidida por su fundador, Baruj Tenembaum, para agradecer la decisión de la ONG de reconocer a Albania como Casa de Vida.
Estos datos no deben ocultar la tragedia que se abatió sobre Albania luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Tras el final de la ocupación nazi, pasó a ser gobernada por los partisanos locales, dirigidos por Enver Hoxha y Koçi Xoxe, veteranos de las Brigadas Internacionales en España. Sin clemencia, asumieron el control del país en octubre de 1944, con explícita ideología comunista. Hoxha fue elegido presidente y eliminó todos los signos de oposición. Puso en marcha un nuevo reparto de tierras, socializó las incipientes industrias y prohibió todo tipo de intercambio con países no comunistas. Estas oscuras medidas se acompañaron de algunas positivas, como normas para la emancipación de las mujeres, eliminación de los restos de feudalismo y de arraigadas costumbres sociales vinculadas a pleitos de sangre, asesinatos de honor y privilegios aristocráticos.
Grave fue la persecución de la oposición interna, condenando a muerte a los disidentes y encarcelando a centenares de sospechosos, lo cual significó el asesinato, encarcelamiento o exilio de gran parte de la elite política y económica. La represión se extendió contra casi toda la incipiente clase media. En enero de 1946 Albania fue convertida oficialmente en una república gobernada por Enver Hoxha, donde el poder político era monopolizado por el Partido Comunista, según el modelo stalinista.
Albania es un país pequeño que necesita ayuda exterior. Por eso fluctuó en sus dependencias. Primero con Yugoslavia, después con la URSS y finalmente con China. Su desgracia se centró en el poder omnímodo de Hoxha, que padecía un apetito voraz por el control absoluto y una creciente paranoia. Esto lo llevó a aislar y empobrecer su país. También a asesinar a antiguos e importantes colaboradores. Es un modelo impresionante sobre la tragedia que sufren las comunidades sometidas a la dictadura férrea que se oculta tras ideologías tan seductoras como tramposas. Incluso llegó a prohibir todas las religiones. Convirtió iglesias y mezquitas en estadios deportivos y proclamó a Albania «primer país ateo» del mundo.
Luego de su muerte, esta noble nación consiguió construir una república democrática y encaminarse hacia el progreso y la libertad que merece.
Por: Marcos Aguinis