Son presidente y fundador, respectivamente, de la International Raoul Wallenberg Foundation, una organización que identificó a centenares de instituciones no judías que salvaron las vidas de miles de personas perseguidas por el nazismo
Hace más de 20 años Baruj Tenembaum decidió homenajear en forma permanente a Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que dejó su vida para salvar a judíos perseguidos en Budapest por el Holocausto, como una forma de memoria del bien, y creó una Fundación que hoy tiene sede en Nueva York, Jerusalem y Buenos Aires. Es que a pesar de que recibió insistentemente el consejo de sus amigos de que volviera a Estocolmo, Wallenberg decía que no podía regresar «sin saber que había hecho todo lo posible para salvar a la mayor cantidad posible de judíos». En enero de 1945 fue detenido por las fuerzas del ejército ruso y nunca más se supo de él.
El gran impulsor de ese programa que ya marcó más de 300 «Casas de Vida» en Italia, Francia, Grecia, Polonia, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca es el actual presidente de la International Raoul Wallenberg Foundation, Eduardo Eurnekian. Conmovido, como todo los asistentes al Auditorio Belgrano de la Cancillería (donde se realizó el evento), al agradecer el reconocimiento de la DAIA destacó «la medida de la entrega» del diplomático sueco, sus excepcionales «hazañas de rescate» y la necesidad de que las «Casas de Vida» sean «herramientas para educar», «para transformares en luces que iluminen los actos de salvataje, donde tuvieron lugar».
Antes, habló la italiana Silvia Costantini, quien desarrolla en Europa la tarea de detectar para la fundación a esas casas que protegieron en medio del horror. Para el acto, además, vinieron especialmente dos sobrevivientes refugiados en «Casas de Vida», Charles Hojner, cuya familia entró a una iglesia de Roma pidiendo ayuda, y el cura párroco los refugió en el campanario durante meses, y Lili Ventura, que fueron protegidos en un colegio de Niza.
Son casos conmovedores que demuestran que «muchas personas se opusieron al plan del nazismo», dijo el presidente de la DAIA, Ariel Cohen Saban. Y, agradeciendo el esfuerzo de Tenembaum y Eurnekian, les entregó junto a todos los miembros de la directiva de las asociaciones israelitas de la Argentina sendos shofar, el instrumento litúrgico judío que es construido con el cuerno de un animal, utilizado en fiestas religiosas judías, pero también en algunos servicios religiosos cristianos.
Tenembaum explicó que Wallenberg, por ser ciudadano de un país neutral, consiguió el permiso del gobierno nazi para fabricar 4500 pasaportes para ser repartidos entre los ciudadanos suecos que todavía vivían en Hungría, y triplicó esa cifra para ayudar a los judíos perseguidos. Hay testimonios que contaron que lo vieron subir a los techos de los «trenes de la muerte», en los que los judíos eran trasladados para asesinarlos, y desde allí repartir insignias con los colores azul y amarillo para tratar de salvar vida. Para dar refugio a las personas a las que salvaba de la muerte, alquiló en Budapest 32 edificios a los que camufló como bibliotecas suecas o centros de la Cruz Roja de su país.
Fotos: Guillermo Llamos
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