Había sido ubicada y condecorada por la Fundación Wallenberg
Juana Klein de Dylag había nacido en Polonia. Llegó a la Argentina en 1948 junto a su marido, director de orquesta, del que había enviudado hacía diez años. Durante una década vivió sola en su casa de Bernal, rodeada de libros, de un piano que ya nadie tocaba y de recuerdos. Falleció el 19 de mayo a los 87 años.
Militando en la resistencia polaca durante la Segunda Guerra Mundial conoció a una familia judía que necesitaba refugio. ”Felicia, junto a sus hijas -Danuta e Trena Erlich- se habían escapado de un gueto, donde estaba -y terminó muriendo- su marido. Le pedí permiso a mi mamá y les dimos refugio. Se instalaron en un cuarto de mi casa y no salieron a la calle hasta el levantamiento de Varsovia en 1944, porque se notaba que eran judías y era peligroso que las vieran. Los nazis podían tomarlas prisioneras o fusilarlas en cuanto las encontraran”, de acuerdo a sus palabras.
Muchos años después, a instancias de la Fundación Raoul Wallenberg que la ubicó, Juana fue distinguida por primera vez en su país adoptivo.
Fue en el marco de una ceremonia interconfesional de singulares características. En conmemoración del 60º aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia, la Fundación Wallenberg rindió tributo a Juana en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, junto al Mural Conmemorativo de las Víctimas del Holocausto inaugurado en 1997 por el Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa. La distinción, una medalla del héroe de la resistencia polaca y primer testigo del Holocausto, Jan Karski (1914-2000), fue entregada a la señora Dylag por la señora Zosia Klawir, sobreviviente del gueto de Varsovia, acompañada por el entonces embajador de Polonia, Slawomir Ratajski.
La historia de Juana demuestra que fue una persona excepcional. A los 19 años combatió en la resistencia de Varsovia durante la ocupación nazi en Polonia, permaneció cuatro días bajo los escombros y estuvo seis meses prisionera en diferentes campos militares. Cuando empezó la guerra su padre murió y ella pidió trabajo a un tío que la empleó en una joyería. En 1942 decidió empezar a militar en la resistencia polaca. ”Era un ejército clandestino, nadie sabía que estaba allí, ni siquiera mi madre.”, contaba.
El caso de Juana remite a otros miles de episodios luminosos que tuvieron lugar durante el Holocausto y de los cuales fueron protagonistas salvadores polacos. Entre otros, cabe destacar el de Stanislawa Slawinska, reconocida como Justa entre las Naciones gracias a la intervención de la Fundación Wallenberg.