Los medios del mundo se hacen eco de las recientes declaraciones de la señora Nina Lagergren, hermana de Raoul Wallenberg, quien abiertamente admite que la madre y el padrastro de Wallenberg se suicidaron en 1979 abrumados por la desaparición del hijo. Wallenberg, diplomático sueco, salvó de los campos de exterminio a decenas de miles de perseguidos por el régimen nazi. El 17 de enero de 1945 fue arrestado por fuerzas soviéticas. Desde entonces su paradero es un misterio.
Años atrás, la Fundación Raoul Wallenberg, una ONG educativa que tuve el privilegio de fundar junto al ex miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Tom Lantos, lanzó una campaña mundial con la misión de resolver el misterio del destino de Wallenberg. La iniciativa fue apoyada por jefes de estado, premios Nobel, legisladores de la Ciudad de Buenos Aires, Diputados y Senadores Nacionales que enviaron cartas con pedidos de esclarecimiento al entonces Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin. El jefe del Kremlin no respondió a ninguna de ellas.
En 2006 la Fundación Wallenberg recibió dos cartas firmadas por representantes diplomáticos de la Federación Rusa en los Estados Unidos y en la República Argentina. Ambas misivas concuerdan en responsabilizar a Josef Stalin por la desaparición y muerte de Raoul Wallenberg. (Se adjuntan copias de ambas cartas).
La verdad debe ser dicha. Rusia admite oficialmente toda la responsabilidad por la suerte de Wallenberg y, por lo tanto, sus actuales autoridades deben dar de inmediato una respuesta contundente y decisiva que resuelva un misterio que acaba de cumplir 65 años de trágica existencia.
Baruj Tenembaum
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