El 17 de enero de 2017 la embajadora de Suecia en Argentina, Barbro Elm, rindió tributo a la memoria de Raoul Wallenberg, el diplomático sueco salvador de miles de vidas en la Hungría ocupada por los nazis.
En solo seis meses y con la invalorable ayuda del personal de la delegación sueca en Budapest, Wallenberg se convirtió en uno de los grandes héroes de la segunda guerra mundial. El 17 de enero de 1945 fue detenido, junto a su chofer, Vilmos Langfelder, por autoridades del ejército soviético. Desde entonces nada se sabe del paradero de ambos. Un reciente comentario de la Fundación Raoul Wallenberg publicado por el New York Times ilustra el caso.
El gesto de la embajadora Elm coincidió con la publicación de una extensa columna en el diario Jerusalem Post titulada “Our debt to Raoul Wallenberg”, firmada por Eduardo Eurnekian, Baruch Tenembaum y Perla Graisman, presidente, fundador y directora del departamento global de la Fundación Raoul Wallenberg.
A pesar de reiterados pedidos al gobierno ruso las autoridades de ese país niegan cooperación para determinar de una vez y para siempre qué sucedió con Wallenberg y Langfelder.